Mentiras de la verdad

Gregorio Ortega Molina / La Costumbre Del Poder

Para subvertir el orden constitucional es necesario mentir, aprender a hacerlo bien y con un plan diseñado para adueñarse del poder; decir verdades a medias, o vender desinformación a los consumidores de noticias como si lo divulgado proviniese de una filtración, de una fuente fidedigna, de un secreto compartido, de una infidencia o, para simular mayor veracidad, de un documento desclasificado que luego nadie encuentra. Por ello es urgente callar a personas como Julian Assange.

Acá hay informadores que se convierten en voceros de los conjurados de peor ralea que apuestan al desorden constitucional, con el propósito de poner a México a los pies de la política de seguridad interna de Estados Unidos, o por simple avidez, por necesidad de obtener recursos que les permitan gastar más de lo que legítimamente podrían si se ajustasen con su salario. De allí que insistan en desinformar sobre la muerte de Enrique “Kiki” Camarena Salazar, aunque es preciso subrayar que el supuesto de conocerla -me refiero a la verdad- es de hecho una mentira, porque la verdad es absoluta, sólo puede intuirse, aproximarse al conocimiento de lo definitivo: la muerte.

La información detrás del espejo -en el caso que nos atañe- sólo está en posesión de Luis Echeverría Álvarez, quien por razones desconocidas para los simples mortales, en íntimo coloquio convenció a su cuñado, Rubén Zuno, para que se entregara a las autoridades de Estados Unidos, con el propósito de que fuese juzgado por un crimen que no cometió y en el que no participó, pero que ocultaba otras faltas cometidas por él.

De idéntica manera Rafael Caro Quintero, Ernesto Fonseca y Miguel Ángel Félix Gallardo cometieron otros crímenes, pero su responsabilidad por la desaparición de Camarena Salazar es secundaria, lo único que hicieron fue comprar la conciencia y la voluntad de un agente de la DEA que ansiaba ser corrompido. Por eso mismo la agencia ordenó su ejecución, como en esa época instrumentó la de Sante Bario, también agente sucio y ávido de narco dólares.

Parecen existir pruebas suficientes de que la DEA encargó esa ejecución a James H. Kuykendall, quien después escribió un libro sobre su labor como agente anti drogas, cuyo título es ¿Plata o plomo?, pero de no ser él directamente responsable, supo quien lo hizo. Ya no puede contarlo.

Miguel Mancera. En cuanto se perfiló su candidatura, hace meses, descuidó el orden en que mantuvo su área de responsabilidad. Una lectora se queja de un “hit and run” que permanece sin investigar. Los datos son: averiguación previa: fao/ao-4/t3/0070/1201 por daño culposo y fuga; supuesto responsable camioneta color obscuro placas 376 TFS del D.F.

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