Ricardo Alemán
En algunas de las recientes entrevistas que dio a medios nacionales, el presidente Felipe Calderón dijo que sería respetuoso del proceso electoral federal de julio de 2012 y que, conforme a derecho, se mantendría ajeno a la contienda.
Vale recordar que uno de los reclamos históricos del PAN fue —en sus tiempos de partido opositor y de apostolado de la democracia— que los gobiernos del PRI —en los órdenes municipal, estatal y federal— metían las manos en las elecciones y utilizaban a las instituciones del Estado como palanca de apoyo para ganar los comicios o, en su caso, como garrote persecutor contra sus adversarios políticos.
Lo cierto es que hoy abundan las evidencias de una participación cada vez más activa del primer mandatario en hechos que tienen un claro tinte político-electoral, si no es que se han convertido en abierta campaña a favor de la imagen de los gobiernos azules y, al mismo tiempo, persecución política, fiscal y penal contra gobiernos y ex mandatarios del PRI.
La historia empezó en Coahuila, en donde resultó indefendible el derrochador gobierno de Humberto Moreira, quien debió salir del PRI luego de un escándalo que pegó directamente en la línea de flotación de la imagen presidencial de su socio y promotor, Enrique Peña Nieto. Está claro que el gobierno de Moreira resultaba impresentable y que, por esa razón, se había convertido en un lastre para el mexiquense.
Sin embargo, también es cierto que Moreira fue víctima de una campaña con fines electorales. Se trataba de pegarle a Peña Nieto en las piernas políticas. Y lo consiguieron, al grado de que en cuestión de horas podría caer —en Estados Unidos— el que fue secretario de Finanzas de Moreira, con su respectivo escándalo a cuestas. Pero el gobierno de Calderón resultó más juarista que Juárez. Y es que, al PRI, justicia a secas. Y a los gobiernos del PAN y del PRD, justicia y gracia. Y si tienen dudas, basta echar una mirada a otros gobiernos del PAN o del PRD, para ver el cochinero que tienen en sus deudas y niveles de corrupción.
Luego apareció el escándalo de los gobernadores de Tamaulipas, Manuel Cavazos, Tomás Yarrington y Eugenio Hernández, a quienes la autoridad federal mexicana vigila, al tiempo que investiga la DEA, a partir de testigos protegidos. También en este caso existen muchas dudas, ya que nadie en su sano juicio metería las manos al fuego por alguno de esos mandatarios, pero es igualmente sospechoso que la indagatoria se produzca en plena temporada electoral, y cuando el partido a vencer es el PRI.
Se argumenta que en este caso no se trata de una persecución, porque quien empuja la investigación contra los ex mandatarios tamaulipecos es la DEA. Sin embargo, cualquiera con tres dedos de frente sabe que la DEA se mueve para donde se lo pidan sus socios. Claro, además de la montaña de corrupción sobre la que se mueve esa agencia. También en cuestión de horas podría caer un hombre clave, en Estados Unidos, para atizar ese escándalo.
Y apenas ayer, también por la vía de la PGR, el presidente Calderón corrió al fiscal electoral —para colocar en esa estratégica posición a una incondicional de la procuradora Marisela Morales—, sin más explicación que “el fortalecimiento y la consolidación institucional”. ¿Y qué quiere decir eso? Se puede interpretar lo que se quiera —luego de tres cambios al hilo—, pero lo cierto es que llega a la Fiscalía para Delitos Electorales una incondicional de las causas del PAN. Y punto.
Toda esa guerra sucia lleva como contraparte un notorio activismo del presidente Calderón, quien desde hace semanas parece que está en campaña, ya que recorre el país lo mismo repartiendo agua, que regalando dinero —literalmente, como lo hizo ayer en Aguascalientes—, al tiempo que anuncia miles de becas, inaugura hospitales, reparte ayuda a damnificados y anuncia millonarias inversiones en ramas industriales diversas, como la automotriz.
Está claro que Felipe Calderón no parece dispuesto a dejar el poder fácilmente; que hará todo lo que esté a su alcance para derrotar al PRI.
Sin embargo, en el otro extremo —en el del PRI—, no están mancos y menos tullidos. Y tienen 18 gobiernos estatales que también saben hacer política. Al tiempo.
EN EL CAMINO
Por cierto, Peña Nieto ya es candidato presidencial del Partido Verde. Durante su postulación dijo que su victoria será contundente, a pesar de la persecución oficial contra su partido. Sin embargo, por segunda ocasión puso distancia y aclara que no defenderá lo indefendible, en alusión a Tamaulipas. ¡Algo sabe!
En algunas de las recientes entrevistas que dio a medios nacionales, el presidente Felipe Calderón dijo que sería respetuoso del proceso electoral federal de julio de 2012 y que, conforme a derecho, se mantendría ajeno a la contienda.
Vale recordar que uno de los reclamos históricos del PAN fue —en sus tiempos de partido opositor y de apostolado de la democracia— que los gobiernos del PRI —en los órdenes municipal, estatal y federal— metían las manos en las elecciones y utilizaban a las instituciones del Estado como palanca de apoyo para ganar los comicios o, en su caso, como garrote persecutor contra sus adversarios políticos.
Lo cierto es que hoy abundan las evidencias de una participación cada vez más activa del primer mandatario en hechos que tienen un claro tinte político-electoral, si no es que se han convertido en abierta campaña a favor de la imagen de los gobiernos azules y, al mismo tiempo, persecución política, fiscal y penal contra gobiernos y ex mandatarios del PRI.
La historia empezó en Coahuila, en donde resultó indefendible el derrochador gobierno de Humberto Moreira, quien debió salir del PRI luego de un escándalo que pegó directamente en la línea de flotación de la imagen presidencial de su socio y promotor, Enrique Peña Nieto. Está claro que el gobierno de Moreira resultaba impresentable y que, por esa razón, se había convertido en un lastre para el mexiquense.
Sin embargo, también es cierto que Moreira fue víctima de una campaña con fines electorales. Se trataba de pegarle a Peña Nieto en las piernas políticas. Y lo consiguieron, al grado de que en cuestión de horas podría caer —en Estados Unidos— el que fue secretario de Finanzas de Moreira, con su respectivo escándalo a cuestas. Pero el gobierno de Calderón resultó más juarista que Juárez. Y es que, al PRI, justicia a secas. Y a los gobiernos del PAN y del PRD, justicia y gracia. Y si tienen dudas, basta echar una mirada a otros gobiernos del PAN o del PRD, para ver el cochinero que tienen en sus deudas y niveles de corrupción.
Luego apareció el escándalo de los gobernadores de Tamaulipas, Manuel Cavazos, Tomás Yarrington y Eugenio Hernández, a quienes la autoridad federal mexicana vigila, al tiempo que investiga la DEA, a partir de testigos protegidos. También en este caso existen muchas dudas, ya que nadie en su sano juicio metería las manos al fuego por alguno de esos mandatarios, pero es igualmente sospechoso que la indagatoria se produzca en plena temporada electoral, y cuando el partido a vencer es el PRI.
Se argumenta que en este caso no se trata de una persecución, porque quien empuja la investigación contra los ex mandatarios tamaulipecos es la DEA. Sin embargo, cualquiera con tres dedos de frente sabe que la DEA se mueve para donde se lo pidan sus socios. Claro, además de la montaña de corrupción sobre la que se mueve esa agencia. También en cuestión de horas podría caer un hombre clave, en Estados Unidos, para atizar ese escándalo.
Y apenas ayer, también por la vía de la PGR, el presidente Calderón corrió al fiscal electoral —para colocar en esa estratégica posición a una incondicional de la procuradora Marisela Morales—, sin más explicación que “el fortalecimiento y la consolidación institucional”. ¿Y qué quiere decir eso? Se puede interpretar lo que se quiera —luego de tres cambios al hilo—, pero lo cierto es que llega a la Fiscalía para Delitos Electorales una incondicional de las causas del PAN. Y punto.
Toda esa guerra sucia lleva como contraparte un notorio activismo del presidente Calderón, quien desde hace semanas parece que está en campaña, ya que recorre el país lo mismo repartiendo agua, que regalando dinero —literalmente, como lo hizo ayer en Aguascalientes—, al tiempo que anuncia miles de becas, inaugura hospitales, reparte ayuda a damnificados y anuncia millonarias inversiones en ramas industriales diversas, como la automotriz.
Está claro que Felipe Calderón no parece dispuesto a dejar el poder fácilmente; que hará todo lo que esté a su alcance para derrotar al PRI.
Sin embargo, en el otro extremo —en el del PRI—, no están mancos y menos tullidos. Y tienen 18 gobiernos estatales que también saben hacer política. Al tiempo.
EN EL CAMINO
Por cierto, Peña Nieto ya es candidato presidencial del Partido Verde. Durante su postulación dijo que su victoria será contundente, a pesar de la persecución oficial contra su partido. Sin embargo, por segunda ocasión puso distancia y aclara que no defenderá lo indefendible, en alusión a Tamaulipas. ¡Algo sabe!
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