Lucha de gigantes

Ricardo Alemán

La madre de todas las batallas se inicia cuando Carlos Slim se empeñó en participar en el negocio de la televisión abierta...

La nota de ayer fue —aparentemente— un tema empresarial. La Comisión Federal de Competencia (CFC) negó la alianza entre Televisa y Azteca, en el negocio de la telefonía, a través de Iusacell. Por el momento el ganador resultó, otra vez, Carlos Slim.

Sin embargo, el fondo del asunto parece político. Y más aún, electoral. Y es que la batalla entre el gigante de la telefonía y los gigantes de la televisión se da en medio de la sucesión presidencial. Y depende de qué lado se colocará cada uno. Y claro, de qué partido y qué candidato ganen el primero el 1 de julio.

Por lo pronto, asistimos a una disputa histórica: de un lado aparece el magnate de la telefonía, Carlos Slim, el hombre más acaudalado del planeta y, del otro, las dos grandes televisoras privadas mexicanas, Televisa y Televisión Azteca: dos de las ramas empresariales más rentables en el mundo.

La madre de todas las batallas se inicia cuando Slim se empeñó —por todos los medios posibles— en participar en el negocio de la televisión abierta, industria que, a su vez, es el negocio central de las empresas de las familias Azcárraga y Salinas. Al mismo tiempo, todos saben que Televisa y Azteca se han empeñado —también por todos los medios— en impedir que la autoridad del ramo le entregue a Slim la concesión para prestar el servicio de televisión abierta.

¿Por qué los señores Azcárraga y Salinas han hecho todo por impedir el ingreso del magnate de la telefonía en el negocio de la televisión?

Por una razón elemental: porque el poderío económico de Slim —en el negocio de la televisión— significaría una competencia más que desleal para dos empresas que, a su vez, son parte del duopolio de la televisión abierta: Televisa y Televisión Azteca.

De hecho, es fácil entender que la competencia en la televisión abierta, con un tercero en la pantalla del tamaño de Slim, sería lo más cercano a la muerte para las televisoras. ¿Por qué? Porque la fuerza económica de las empresas de Slim es muchas veces mayor que la de las televisoras juntas. Además, si el magnate de la telefonía es uno de los más poderosos monopolios globales del ramo, su poder en la televisión se convertiría, no en una suma aritmética a ese monopolio, sino una escala geométrica.

Y un ejemplo de ese poder está a la vista de todos. Resulta que Slim se alió con la empresa de televisión de paga MVS, con la que ha inundado ese mercado, a base de fórmulas dirigidas a ciudadanos de recursos limitados. En realidad se trata de una competencia, no sólo desleal, sino con tintes de ilegal.

Por eso, es fácil imaginar lo que podría ocurrir en el caso de la televisión abierta: asistiríamos a la madre de todas las batallas por las pantallas de esa modalidad de televisión. Y si bien algunos dicen que esa competencia resultaría benéfica para los usuarios, otros sostienen que sería la coronación de un monopolio como el de Slim, que además es el hombre más acaudalado del mundo.

Pero, en el otro extremo, tampoco hablamos de hermanas de la caridad. Resulta que las dos grandes televisoras —cuyo tamaño empresarial es muchas veces menor que el de las empresas de Slim— han intentado incursionar en el negocio de la telefonía que, a su vez, es el mercado predominante de los gigantes propiedad de Carlos Slim: Telmex y Telcel.

En realidad, ayer la CFC negó la alianza de Televisa e Iusacell —la división telefónica de Ricardo Salinas—, con lo que le propinó un severo revés a los intereses de las televisoras —Televisa y Azteca— y ratificó lo que es un secreto a voces: que el de Carlos Slim parece un monopolio invencible.

La resolución de la Comisión Federal de Competencia (CFC) se produjo luego de que, desde la OCDE, se exhibió —con algunas exageraciones— que el monopolio de la telefonía en manos de Slim es un freno para el desarrollo del país y que las elevadas tarifas provocan un importante daño a la sociedad en general.

Lo curioso del asunto, sin embargo, es que, si hasta una organización global como la OCDE propone la competencia en la telefonía en México, a un organismo regulador —del Estado mexicano— como la CFC, le importa un pito cerrar la puerta a la competencia en telefonía y prefiere ofrecer un blindaje institucional a Carlos Slim y a sus gigantes de ese ámbito.

¿Qué hay detrás? La respuesta es elemental: está en juego la sucesión presidencial.

¿De qué lado está el hombre más acaudalado del mundo y con quién están las televisoras? Esa es la cuestión. Y eso lo sabremos en pocos meses. Al tiempo.

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