La vitrina tuitera

Fausto Pretelín

Observo los efectos de la cultura contemporánea, mejor conocida como Globalización, desde las gradas de un estadio de futbol. Lo mismo el de las Chivas que el Camp Nou. Me entero que la convergencia comercial intenta convertir al mundo en una zona ...
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En los últimos años del siglo pasado Jeremy Rif- kin escribió La era del acceso, un ensayo sobre el trasvase de la econo- mía sólida a la ingrávida. Los sistemas de producción industrial comenzaron a desfallecer bajo el yugo de los servicios. Las empresas encargadas de pasear a perros o de regar los jardines de manera remota, entre muchas otras, contribuyeron a crear una economía proclive a crear placer en los consumidores. La publicidad se convirtió en una especie de filosofía comercial. Naomi Klein y su biblia iconoclasta No logo, centró sus dardos sobre el brazo armado del marketing, la publicidad.

Decía Klein que el cierre de fábricas se aceleraría durante las próximas dos décadas debido a que la competencia entre las marcas ocurre en el cerebro de los consumidores. Es decir, entrar al cerebro humano es el objetivo toral de cualquier marca porque una vez conquistado un espacio en él, el dominio sobre las decisiones ocurriría sin mayor problema.

El eje central que utilizó Klein fue la marca Nike. Ella aseguraba que en la marca de la palomita, cruzan los deseos de millones de personas sin importar su respectivo nivel de ingreso. Un inquilino de un penthouse de Manhattan podría estar a lado de un inquilino de un diminuto departamento del Bronx en una fila de espera a las afueras de una de las tiendas emblemáticas de Nike en Nueva York, durante el lanzamiento de algún modelo de producción “limitada”, todo claro, para comprar unos tenis. Posteriormente, Thomas Friedman (La tierra es plana) comprobó que la crisis de las empresas puntocom no tendrían que asustar a los profetas gadgeteros, en realidad, la inversión de la banda ancha transoceánica se comenzaría a recuperar algunos lustros más tarde. Y sí, los códigos binarios comenzaron a desmaterializar a los costos transaccionales gracias a la inmediatez.

La inmediatez como filosofía de vida. Pocos como Jeff Bezos, creador de amazon.com, para confirmar que el comercio electrónico incentiva al consumo inmediato (conocimiento universal). Si Google democratizó a la globalización (del conocimiento) Amazon le colocó una especie de taquilla, a la tienda más grande del mundo virtual. Más allá de la taquilla, Steve Jobs innovó en su boutique lúdica, el soporte en el que convergen la música, los amigos y los productos editoriales (iPod, iPhone y iPad, respectivamente), y al mismo tiempo, enloqueció a HP, Samsung, Google, Nokia, Microsoft y a los tribunales. Si los nuevos incentivos hacia el consumo provienen de la naturaleza ingrávida (mundo web), las redes sociales revelan algunas mutaciones antropológicas en el interior de la sociedad global. Todo inició, quizá, con la enfermedad Crackberry, la obsesión de enviar o recibir más de 400 veces mensajes a través de los smartphones. La entropía Crackberry puede llevar a algunos alumnos a ser expulsados de la universidad o perder el componente gregario que, supuestamente, tiene el hombre global desde que fue primate. Utilizar el sistema de mensajería de palabras a través de los teléfonos Blackberry fue la aportación cuasi mágica de la inmediatez.

Ahora ya es historia. Twitter tomó la estafeta de la inmediatez sabiendo que Facebook seduce a la nostalgia antes que al hiperpresente. Uno de lo efectos positivos de Twitter lo acabamos de observar hace algunos días: las trampas de Sealtiel Alatriste, un escritor supongo, con aspiraciones (cantinflescas) al Nobel, fue exhibido en la vitrina tuitera bajo el perfil de estafador. La sentencia fue clara, un ladrón de palabras concatenadas por la imaginación no podía dirigir un área cultural, ni obtener un premio literario. La miel de cinismo que dejaron sus palabras, “es plagio no copia”, es la prueba más dulce con la que se puede comprobar los niveles de tolerancia a la piratería que existe en México. Sin embargo, en la vitrina tuitera se pueden observar algunas propuestas esquizoides. Sobresalen las siguientes: Gimnasio del morbo: espejo del que sale la imagen de la guapa Nada; ingresar a Twitter para leer los hábitos de la vecina. Con quién se escribe. Quiénes la siguen. ¿Posibles fans? ¿Con quién se acostará? (Currículum Twitter)

Espejo de analfabetismo tolerado y celebrado: las deformaciones del pensamiento se hacen explícitas a través de la red social. Oooola. Yla yegue. Nuevo género publicitario soft: cursos de escritura; clases de inglés; soy diseñador gráfico; requiero un analista con doctorado, pago tres mil pesos al mes con prestaciones de ley, escribir a yanilafriegas@hotmail.com. Promesas de campaña cumplidas: “Estoy entregando diplomas a los alumnos más aplicados del municipio como lo prometí durante mi campaña”. Se banaliza al aforismo: En el pasado comprendimos que el aforismo fue una chispa literaria con la que ardía la creatividad. Twitter puede representar al basurero donde se arrojan todo tipo de frases sin sentido. “Les aviso que realizaré copy paste de las siguientes frases”. Asilo de jóvenes: en la oclocracia lúdica los minutos que pasan los jóvenes tuiteando se convierten en los policías del entretenimiento.

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