La meritocracia

Marco A. Flota / Grillotina

No alude el título “la meritocracia” al predominio del mérito, sino de los ya meritos. O sea, el 99.9 por ciento de los mexicanos.

Y es que se quedaron a un paso de ganar el célebre premio Óscar de Hollywood los paisanos Demian Bichir, enorme actor, y Emmanuel Lubezki, excelente fotógrafo de cine. Debe haber sido fuerte golpe para ambos, pero especialmente para Lubezki, a quien sus amigos apodan “El Chivo”, pero que cayó derrotado como el Cordero.

Verá usted:

Pocas posibilidades se concedían a Demián Bichir, porque el actor francés Jean Dujardin llevaba mayor ventaja que la de Peña Nieto y, además, protagonizó una película en la que no habló, lo que le garantizaría la victoria a Peña Nieto. Llevaba, además, de rivales a otros señorones: Brad Pitt, güero como Santiago Creel, pero Pitt sí casado con la aventurera Angelina Jolie, y George Clooney, no tan inteligente, pero un poquito más guapo de Gabriel Quadri, candidato del Panal.

No obstante, Bichir no hizo coraje por el revés de ésta su primera candidatura al Óscar ni capitalizará la derrota declarándose “ganador del Óscar Legítimo”, porque es gente seria. Tiene chance de competir nuevamente el próximo año -no hasta el próximo sexenio- y si hace campaña amorosa, puede levantar la estatuilla.

Más lamentable es el caso de Emmanuel Lubezky. Era su quinta oportunidad para obtener el Óscar, pero recibió la derrota con la misma resignación que el ingeniero Cárdenas. Sin embargo, es lamentable, decíamos, porque le ganó Robert Richardson, por menos de los cuatro puntos de ventaja que se han hecho famosos en los últimos días.

Pese a todo, Demián Bichir y el “Chivo” Lubezki no tienen porque sentirse mal. Eso de quedarse en el “ya merito”, ahogarse en la orilla que dicen los cronistas deportivos, es costumbre mexicana.

Quizá hasta fueron afortunados nuestros dos artistas. Porque era muy probable que, de recibir el Óscar, el genial Bichir hubiera sufrido un infarto como el que padecerán miles de fanáticos el día que México gane la Copa del Mundo. O el Cruz Azul obtenga el título de campeón de México. O las Chivas de Guadalajara ganen dos partidos seguidos.

Igualmente, Emmanuel LubeZki pudo haber caído conmocionado, de habérsele otorgado la estatuilla, como le ocurrirá a Carlos Fuentes el día que se anuncie que, ¡por fin!, le concedieron el Premio Nobel de Literatura. Distinción menos importante, porque hasta la “Maistra” Gordillo sabe qué cosa es el Óscar, pero nunca ha escuchado hablar del Nobel, premio que fue obtenido hace muchos años por la maestra Gabriela Mistral quien, aunque nació en Chile, sí dio clases en muchas escuelas rurales de México.

Es muy importante el Óscar, pero poco hubiera aportado a la gloria nacional, después de los cinco Pichichis de Hugo Sánchez. O los lauros de Ana Gabriela Guevara, quien no tiene Pichichis, pero sí muchas medallas, incluyendo una olímpica de plata.

Los Óscares tienen su mérito, pero no impactan tanto como la medalla de oro que Roberto Madrazo ganó en el Maratón de Berlín, aunque fue despojado de ella por el detalle insignificante de que hizo el 90 por ciento del recorrido en un automóvil.

Tranquilos, pues, no se achicopalen Bichir y Lubezki. Lo importante no es ganar, sino competir. Pregúntele a Ernesto Cordero.


¡RRIINNGG!

-Bueno, el PAN..
-¿Es cierto que la candidata Josefina fue el domingo al supermercado?
-Efectivamente... es que el domingo es el día de descanso de su esposo.


EPIGRILLO

Ganó el francés Dujardin
-pronúnciese Duyardán-
Óscar a Bichir. “En fin,
los mexicanos están
-dijo un gringo muy patán-
para podar el jardín”.

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