Raymundo Riva Palacio
Al mejor postor. La maquinaria de maestros, a quien más dé. No es para beneficio personal, sino para el bien de la educación. No son sólo palabras de Elba Esther Gordillo, la presidente vitalicia del sindicato de maestros, sino su filosofía. “El poder es el poder”, dice, “lo que tenemos (que hacer) es ponderar qué nos da mas y quién da más, pero no en razón de compra-venta, sino en razón de proyecto y de fuerza política”.
La maestra, ese cuasi prefijo a su nombre arrastrado desde los 12 años cuando empezó a dar clases en su natal Comitán, la colonial ciudad chiapaneca cerca de Guatemala, siempre habla de proyecto, y siempre transpira poder. Es de los políticos que nunca cae, que siempre se revigoriza y, generalmente, cuando emerge lo hace con mayor fuerza. Es astuta, pragmática, fría, los componentes indispensables de un buen político.
Nació en 1945 y se afilió al PRI tardíamente, a los 25 años. Fue querubín del que parecía eterno líder magisterial, Carlos Jongitud, quien fue su mentor, y cuando Carlos Salinas llegó a la Presidencia y sus primeros pasos fueron desmantelar a los sindicatos para poner liderazgos a modo, fue la maestra a quien Manuel Camacho, en ese entonces uno de sus principales asesores políticos, recomendó como reemplazo.
En 1989, el secretario de Gobernación de Salinas, Fernando Gutiérrez Barrios, habló con ella del plan: cortarle la cabeza al rey Jongitud y elegir a una nueva reina. Aceptó. Gordillo fue llevada de la mano a Los Pinos por su ahora enemigo político, Manlio Fabio Beltrones, quien era subsecretario en Bucareli. Beltrones la metió por la puerta de atrás al despacho presidencial, del cual ya no volvería a salir. O sea, desde Salinas, sus negociaciones con el poder fueron en el despacho presidencial.
Gordillo se acomodó con todos los presidentes. Inclusive, cuando el ex presidente Salinas negociaba con el presidente Vicente Fox la libertad de su hermano Raúl, la divisa de cambio, que el PRI respaldara un aumento al IVA, fue operada por ella. No fructificó porque el entonces líder del PRI, Roberto Madrazo, que se comprometió en la casa de Salinas a respaldarla, lo saboteó. Gordillo rompió con Madrazo y lo acusó de traición. Años después, cuando Madrazo atacó a Salinas, el ex presidente la llamó por teléfono y le dijo: “Cuánta razón tenía de Madrazo”.
Para esa elección, Gordillo buscó a López Obrador y le pidió una cita a través de Camacho. El candidato presidencial siempre rechazó hablar con ella y forjar un pacto con los maestros. Nunca con la maestra, a quien desprecia, y quizás la única política que al escuchar su nombre le desencaja el rostro. Como López Obrador no quiso, se fue con otro postor, Calderón, quien encargó a su operador Juan Camilo Mouriño pactar los términos de la alianza electoral.
La maestra se despachó en grande: la Lotería Nacional, el ISSSTE, la secretaría ejecutiva del Consejo de Seguridad Pública y la subsecretaría de Educación Básica. Dentro de Los Pinos le dijeron varias veces al Presidente que esa alianza era demasiado cara, pero la mantuvo hasta finales del año pasado, cuando, en la búsqueda de 32 diputados, dos senadores y quizás un gobernador para su partido Nueva Alianza, se fue con otro postor, el PRI. Calderón enfrió la relación y le cambió la ventanilla: ya no habría ni hablaría de posiciones políticas con él, sino con el entonces secretario de Gobernación, José Francisco Blake. Las cosas no volvieron a ser iguales. Cada petición en ese sentido, Blake la rechazó por los apoyos que le daba al PRI.
La negociación, no con el PRI sino con el desde entonces puntero en la carrera presidencial Enrique Peña Nieto, era la entrada del gobernador de Coahuila y maestro Humberto Moreira, a dirigir el partido, desde donde construiría la coalición en esos términos, a cambio de poner toda la maquinaria magisterial a su servicio. Peña Nieto, que tenía una larga relación con ella, aceptó y se pactó el acuerdo.
Duró poco. Una embestida del Gobierno federal en contra de Moreira lo hizo pieza desechable para el PRI. Salió de la presidencia del partido y los frágiles acuerdos que mantenían viva la coalición se rompieron a su salida. Hace unas semanas, Nueva Alianza terminó la negociación y comenzó a buscar candidatos para puestos de elección popular en todo el país, bajo su tutela y dirección.
Conseguir candidatos a diputados, sostiene el presidente de Nueva Alianza, Luis Castro, no es problema, porque tienen maestros competitivos en todo el país. Tener candidatos al Senado, tampoco. Con la estructura política que tienen en el país, les alcanza para mantener el registro, aunque no tendrán la bancada que hubieran alcanzado de mantenerse en la coalición. Lo que necesitan ahora es el perfil ideal para la Presidencia, que se buscará fuera del partido, para que le sume a Nueva Alianza.
Gordillo está revisando los nombres de probables. En lo alto de la lista para la Presidencia está Rosario Robles, la ex líder del PRD, pero no ha dado el brazo a torcer. Para la jefatura al gobierno del Distrito Federal, buscaron a la perredista Alejandra Barrales, pero tampoco hay nada seguro. Sus operadores no sólo piensan en drenar los cuadros de la izquierda, sino ya reclutaron a priístas a los que su partido ya no les dio oportunidad.
La maestra se está apertrechando en el cálculo que la elección presidencial volverá a ser de tercios, y que el poco valor porcentual de los maestros en un plano nacional, en condiciones de elección cerrada, vuelve a tener un elevado costo para el mejor postor, cuya maquinaria magisterial tendrá si, parafraseando a Gordillo, le llegan al precio.
Al mejor postor. La maquinaria de maestros, a quien más dé. No es para beneficio personal, sino para el bien de la educación. No son sólo palabras de Elba Esther Gordillo, la presidente vitalicia del sindicato de maestros, sino su filosofía. “El poder es el poder”, dice, “lo que tenemos (que hacer) es ponderar qué nos da mas y quién da más, pero no en razón de compra-venta, sino en razón de proyecto y de fuerza política”.
La maestra, ese cuasi prefijo a su nombre arrastrado desde los 12 años cuando empezó a dar clases en su natal Comitán, la colonial ciudad chiapaneca cerca de Guatemala, siempre habla de proyecto, y siempre transpira poder. Es de los políticos que nunca cae, que siempre se revigoriza y, generalmente, cuando emerge lo hace con mayor fuerza. Es astuta, pragmática, fría, los componentes indispensables de un buen político.
Nació en 1945 y se afilió al PRI tardíamente, a los 25 años. Fue querubín del que parecía eterno líder magisterial, Carlos Jongitud, quien fue su mentor, y cuando Carlos Salinas llegó a la Presidencia y sus primeros pasos fueron desmantelar a los sindicatos para poner liderazgos a modo, fue la maestra a quien Manuel Camacho, en ese entonces uno de sus principales asesores políticos, recomendó como reemplazo.
En 1989, el secretario de Gobernación de Salinas, Fernando Gutiérrez Barrios, habló con ella del plan: cortarle la cabeza al rey Jongitud y elegir a una nueva reina. Aceptó. Gordillo fue llevada de la mano a Los Pinos por su ahora enemigo político, Manlio Fabio Beltrones, quien era subsecretario en Bucareli. Beltrones la metió por la puerta de atrás al despacho presidencial, del cual ya no volvería a salir. O sea, desde Salinas, sus negociaciones con el poder fueron en el despacho presidencial.
Gordillo se acomodó con todos los presidentes. Inclusive, cuando el ex presidente Salinas negociaba con el presidente Vicente Fox la libertad de su hermano Raúl, la divisa de cambio, que el PRI respaldara un aumento al IVA, fue operada por ella. No fructificó porque el entonces líder del PRI, Roberto Madrazo, que se comprometió en la casa de Salinas a respaldarla, lo saboteó. Gordillo rompió con Madrazo y lo acusó de traición. Años después, cuando Madrazo atacó a Salinas, el ex presidente la llamó por teléfono y le dijo: “Cuánta razón tenía de Madrazo”.
Para esa elección, Gordillo buscó a López Obrador y le pidió una cita a través de Camacho. El candidato presidencial siempre rechazó hablar con ella y forjar un pacto con los maestros. Nunca con la maestra, a quien desprecia, y quizás la única política que al escuchar su nombre le desencaja el rostro. Como López Obrador no quiso, se fue con otro postor, Calderón, quien encargó a su operador Juan Camilo Mouriño pactar los términos de la alianza electoral.
La maestra se despachó en grande: la Lotería Nacional, el ISSSTE, la secretaría ejecutiva del Consejo de Seguridad Pública y la subsecretaría de Educación Básica. Dentro de Los Pinos le dijeron varias veces al Presidente que esa alianza era demasiado cara, pero la mantuvo hasta finales del año pasado, cuando, en la búsqueda de 32 diputados, dos senadores y quizás un gobernador para su partido Nueva Alianza, se fue con otro postor, el PRI. Calderón enfrió la relación y le cambió la ventanilla: ya no habría ni hablaría de posiciones políticas con él, sino con el entonces secretario de Gobernación, José Francisco Blake. Las cosas no volvieron a ser iguales. Cada petición en ese sentido, Blake la rechazó por los apoyos que le daba al PRI.
La negociación, no con el PRI sino con el desde entonces puntero en la carrera presidencial Enrique Peña Nieto, era la entrada del gobernador de Coahuila y maestro Humberto Moreira, a dirigir el partido, desde donde construiría la coalición en esos términos, a cambio de poner toda la maquinaria magisterial a su servicio. Peña Nieto, que tenía una larga relación con ella, aceptó y se pactó el acuerdo.
Duró poco. Una embestida del Gobierno federal en contra de Moreira lo hizo pieza desechable para el PRI. Salió de la presidencia del partido y los frágiles acuerdos que mantenían viva la coalición se rompieron a su salida. Hace unas semanas, Nueva Alianza terminó la negociación y comenzó a buscar candidatos para puestos de elección popular en todo el país, bajo su tutela y dirección.
Conseguir candidatos a diputados, sostiene el presidente de Nueva Alianza, Luis Castro, no es problema, porque tienen maestros competitivos en todo el país. Tener candidatos al Senado, tampoco. Con la estructura política que tienen en el país, les alcanza para mantener el registro, aunque no tendrán la bancada que hubieran alcanzado de mantenerse en la coalición. Lo que necesitan ahora es el perfil ideal para la Presidencia, que se buscará fuera del partido, para que le sume a Nueva Alianza.
Gordillo está revisando los nombres de probables. En lo alto de la lista para la Presidencia está Rosario Robles, la ex líder del PRD, pero no ha dado el brazo a torcer. Para la jefatura al gobierno del Distrito Federal, buscaron a la perredista Alejandra Barrales, pero tampoco hay nada seguro. Sus operadores no sólo piensan en drenar los cuadros de la izquierda, sino ya reclutaron a priístas a los que su partido ya no les dio oportunidad.
La maestra se está apertrechando en el cálculo que la elección presidencial volverá a ser de tercios, y que el poco valor porcentual de los maestros en un plano nacional, en condiciones de elección cerrada, vuelve a tener un elevado costo para el mejor postor, cuya maquinaria magisterial tendrá si, parafraseando a Gordillo, le llegan al precio.
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