Ricardo Rocha / Detrás de la Noticia
Si se queda uno nada más con la cabeza periodística de la primera plana parece inevitable y recontraconfirmado: Enrique Peña Nieto será el próximo presidente de México con 48% de los votos, Josefina Vázquez Mota dará la pelea con 32 y Andrés Manuel López Obrador terminará muy rezagado en el tercer lugar con 20. No hay de otra.
Sólo que en segunda, tercera y cuarta lecturas sí hay de otras. Para empezar, recuérdese que las encuestas son un retrato instantáneo y esta foto se tomó entre el 8 y el 13 de febrero, faltando 138 días para el domingo 1 de julio. Que no es una eternidad, pero tampoco un suspiro. Y que más allá de la frase hecha de que cualquier cosa puede pasar, lo cierto es que partidos y candidatos todavía tienen tiempo de hacer que algunas cosas pasen. Agregue usted las circunstancias y los tropiezos y se verá que nadie tiene el destino comprado.
Por lo pronto, en un primer acercamiento, la propia encuesta establece que los porcentajes referidos se dan eliminando 20% que no respondió. Si este se considera, los porcentajes varían a 39, 25 y 16 respectivamente. Alguien dirá que la proporción de diferencias es la misma y es cierto. Pero tanto, como que los indecisos pueden jugar un papel decisorio en el resultado final.
Otros elementos muy importantes a considerar son tendencias y consistencias. En este sentido, el promedio de las encuestas indican que en el caso de Peña Nieto a pesar de la considerable ventaja que aún mantiene, hay una tendencia a la baja –aunque se trate de una todavía muy suave pendiente– empujada en alguna medida por sus dislates de sobra conocidos.
En el caso de Josefina Vázquez Mota hay que reconocer un notable incremento en las preferencias. Pero, mal harían ella misma y su equipo en sobredimensionar su ascenso. Está claro que doña Jose ha sido la principal beneficiaria del relativo boom mediático que significó la contienda interna del PAN lo que la ha inerciado hacia adelante. Pero habrá que ver qué tanto le dura el gas y si se trata de una burbuja o una escalada realmente consistente.
Hablando de López Obrador, hay varias interrogantes: primero, si se estancó prácticamente en su voto duro o si todavía tiene tiempo de acelerar el proceso de un incremento de tan sólo dos o tres puntos en los tres o cuatro meses recientes; en su equipo insisten en que las encuestas no suelen llegar a las zonas marginadas donde le atribuyen a su candidato una importante reserva de votos.
En los tres casos habrá que reconocer la importancia de la cuarentena que empieza y qué harán cada uno del los candidatos, sus partidos y equipos. En el exterior, con qué grado de habilidad tomarán la calle y sobre todo los medios de comunicación para aprovecharlos al máximo a pesar de las absurdas disposiciones y numerosas indefiniciones de la legislación electoral que ahora padecemos.
Paradójicamente, en este lapso, quien parece tenerla más difícil es el candidato priísta. Algo van a tener que inventar sus asesores para mantenerlo en el foco de la atención sin contravenir las disposiciones legales en materia de mítines y actos públicos. Porque lo que es en las entrevistas, su equipo cercano ha de ser cuidadoso hasta el extremo para evitar algún resbalón a los que es tan propenso aun en preguntas elementales y relativamente cómodas.
Si se queda uno nada más con la cabeza periodística de la primera plana parece inevitable y recontraconfirmado: Enrique Peña Nieto será el próximo presidente de México con 48% de los votos, Josefina Vázquez Mota dará la pelea con 32 y Andrés Manuel López Obrador terminará muy rezagado en el tercer lugar con 20. No hay de otra.
Sólo que en segunda, tercera y cuarta lecturas sí hay de otras. Para empezar, recuérdese que las encuestas son un retrato instantáneo y esta foto se tomó entre el 8 y el 13 de febrero, faltando 138 días para el domingo 1 de julio. Que no es una eternidad, pero tampoco un suspiro. Y que más allá de la frase hecha de que cualquier cosa puede pasar, lo cierto es que partidos y candidatos todavía tienen tiempo de hacer que algunas cosas pasen. Agregue usted las circunstancias y los tropiezos y se verá que nadie tiene el destino comprado.
Por lo pronto, en un primer acercamiento, la propia encuesta establece que los porcentajes referidos se dan eliminando 20% que no respondió. Si este se considera, los porcentajes varían a 39, 25 y 16 respectivamente. Alguien dirá que la proporción de diferencias es la misma y es cierto. Pero tanto, como que los indecisos pueden jugar un papel decisorio en el resultado final.
Otros elementos muy importantes a considerar son tendencias y consistencias. En este sentido, el promedio de las encuestas indican que en el caso de Peña Nieto a pesar de la considerable ventaja que aún mantiene, hay una tendencia a la baja –aunque se trate de una todavía muy suave pendiente– empujada en alguna medida por sus dislates de sobra conocidos.
En el caso de Josefina Vázquez Mota hay que reconocer un notable incremento en las preferencias. Pero, mal harían ella misma y su equipo en sobredimensionar su ascenso. Está claro que doña Jose ha sido la principal beneficiaria del relativo boom mediático que significó la contienda interna del PAN lo que la ha inerciado hacia adelante. Pero habrá que ver qué tanto le dura el gas y si se trata de una burbuja o una escalada realmente consistente.
Hablando de López Obrador, hay varias interrogantes: primero, si se estancó prácticamente en su voto duro o si todavía tiene tiempo de acelerar el proceso de un incremento de tan sólo dos o tres puntos en los tres o cuatro meses recientes; en su equipo insisten en que las encuestas no suelen llegar a las zonas marginadas donde le atribuyen a su candidato una importante reserva de votos.
En los tres casos habrá que reconocer la importancia de la cuarentena que empieza y qué harán cada uno del los candidatos, sus partidos y equipos. En el exterior, con qué grado de habilidad tomarán la calle y sobre todo los medios de comunicación para aprovecharlos al máximo a pesar de las absurdas disposiciones y numerosas indefiniciones de la legislación electoral que ahora padecemos.
Paradójicamente, en este lapso, quien parece tenerla más difícil es el candidato priísta. Algo van a tener que inventar sus asesores para mantenerlo en el foco de la atención sin contravenir las disposiciones legales en materia de mítines y actos públicos. Porque lo que es en las entrevistas, su equipo cercano ha de ser cuidadoso hasta el extremo para evitar algún resbalón a los que es tan propenso aun en preguntas elementales y relativamente cómodas.
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