Cerrar a dos la pelea
Desplazar a AMLO
Cómicas correcciones
Julio Hernández López / Astillero
Desesperado e imprudente, Felipe Calderón confirmó ayer de manera escandalosa su plena disposición intervencionista a favor de la candidata presidencial de su partido. Aun cuando es ampliamente aceptado en estos momentos que el aspirante priista, Enrique Peña Nieto, lleva una cómoda delantera, según diversas encuestas de opinión (aunque igualmente se establece en esos estudios que la diferencia respecto a sus competidores se va reduciendo), el presidente nacional del PAN, el mencionado Calderón, consideró necesario empeñar las prendas de equilibrio institucional que deberían acompañar a la institución presidencial y convertirse en un activista sin límites que en un lance descuadrado trató de colocar en lo alto la cartulina con el nombre de la representante de su bandería durante un encuentro con ejecutivos bancarios.
Aun cuando en términos jurídicos pudiera eludirse la aplicación de un castigo a tales palabras impropias de un presunto representante general de todos los mexicanos, el episodio de los increíbles cuatro puntos de diferencia entre Vázquez Mota y Peña Nieto exhibe al militante Calderón en una suerte de fotografía de combate que ayuda a suponer el grado de involucramiento ilegítimo al que está decidido a llegar quien hoy detenta el beligerante aparato federal de poder. Legalidad tragicómica: los candidatos deben guardar silencio en este lapso llamado entrecampañas, mientras el gobierno federal josefinista inunda espacios mediáticos con propaganda que a fin de cuentas apoya la continuidad del panismo y mientras el propio Felipe anuncia hipotéticos resultados de encuestas electorales facciosas y proclama con un golpe de saliva el crecimiento descomunal de su Chepina un tanto pasmada.
Como era de preverse, los priístas aprovecharon el regalo en bandeja de plata que con su torpeza declarativa les regaló el jefe de campaña de Chepina. De inmediato exploraban la posibilidad de hacer ruido jurídico, presentando alguna denuncia ante fiscalías, institutos y tribunales electorales, según fuera el caso, y trataron de convertir el tema en materia de debate en la Cámara de Diputados aunque los panistas hicieron el vacío a la sesión de ayer para impedir que el grave desliz felipista fuera debatido en esa tribuna legislativa. López Obrador se lanzó contra la mayoría de esos sondeos que, dijo sin morderse la lengua, suelen ser orientados en función del interés de quienes los pagan (el tabasqueño es candidato gracias a una presunta encuesta de opinión de la que no se supo más, arreglado más bien el asunto en términos políticos entre los dos contendientes finales, AMLO y Ebrard, y a partir de ese milagro sin metodología reconocida se instauró en las izquierdas electoreras el reino de las santificadas encuestas para decidir candidaturas a otros cargos, siempre bajo la confiable supervisión de la mano santa del arcángel Camacho).
Enredo y escándalo políticos que alcanzaron niveles de comicidad cuando Los Pinos hizo saber que no era cierto lo que decían que había dicho Felipe Calderón. Redacción ambigua al decir que Calderón en ningún momento opinó ni mencionó a los aspirantes presidenciales en contienda, sus partidos o sus propuestas programáticas. ¡Pero la acusación no era por haber opinado o mencionado genéricamente esos puntos, sino por decir que su candidata, Chepina, estaba a cuatro puntos de alcanzar a Quique! Respecto a este tema concreto, Los Pinos dijo que Felipe Comentó, también, información que muestra una elección presidencial muy competitiva. Qué duda cabe, tenemos una democracia muy vigorosa, un electorado muy responsable. Y que va a haber una elección competida. Redacción intencionalmente elaborada para dejar las puertas abiertas para acomodos de última hora, aceptando sin aceptar, precisando sin precisar.
Las andanzas intervencionistas de Calderón recuerdan los ánimos desbordados de Vicente Fox en 2006, cuando utilizó todo cuanto le fue posible para apoyar a su ahora adelantado alumno. Los abusos del ex gobernador de Guanajuato motivaron reformas electorales que ahora son calificadas por él mismo de marranadas, según mencionaron ayer diversos consejeros electorales, entre ellos Leonardo Valdés Zurita. El uso del aparato gubernamental a favor de un aspirante ya fue puntualizado jurídicamente por el tribunal electoral en 2006 aunque no hubo mayor sanción. Ahora, Calderón apuesta a la posibilidad de transgredir las normas que sea necesario, con tal de apuntalar al josefinismo desvaído. La misma historia, en dos versiones.
Por lo pronto, FC ha consolidado la aspiración de centrar el debate entre PAN y PRI al asegurar que conforme a sus encuestas particulares la yegua de blanco y azul va alcanzando al cuaco copetón de tres colores. Eso es, a fin de cuentas, lo importante para el proyecto bipartidista: instalar en la opinión pública la percepción de que la pelea verdadera será entre Peña Nieto y Vázquez Mota, desplazando a López Obrador a un tercer lugar y golpeándolo incluso con la especie de presuntas enfermedades, en lo que sería una forma de intento de desafuero médico, según señaló ayer el coordinador de la campaña del tabasqueño, Ricardo Monreal.
Por otro lado, el acelere felipista opacó el tema de los negocios petroleros compartidos con la potencia vecina. Primero fírmenlos y después virigüen, ha sido la consigna que ha mantenido respecto a los Tratados Clinton el hermano de la futura senadora Cocoa. Palo mediático dado, ni el Senado lo quita, aun cuando algunos legisladores federales anuncian que investigarán a fondo las implicaciones del gran negocio de este sexenio y otros más.
Y, mientras la periodista Olga Wornat ha denunciado que la editorial Planeta le canceló un contrato para publicar un libro de 500 páginas sobre el sexenio en curso, entre amenazas a la propia editorial y a la escritora, en el contexto de una mafia calderonista y bajo presiones desde el poder, ¡fehiz fin de semana, con Humberto Moreira anunciando que no buscará candidatura a diputado o senador!
Desplazar a AMLO
Cómicas correcciones
Julio Hernández López / Astillero
Desesperado e imprudente, Felipe Calderón confirmó ayer de manera escandalosa su plena disposición intervencionista a favor de la candidata presidencial de su partido. Aun cuando es ampliamente aceptado en estos momentos que el aspirante priista, Enrique Peña Nieto, lleva una cómoda delantera, según diversas encuestas de opinión (aunque igualmente se establece en esos estudios que la diferencia respecto a sus competidores se va reduciendo), el presidente nacional del PAN, el mencionado Calderón, consideró necesario empeñar las prendas de equilibrio institucional que deberían acompañar a la institución presidencial y convertirse en un activista sin límites que en un lance descuadrado trató de colocar en lo alto la cartulina con el nombre de la representante de su bandería durante un encuentro con ejecutivos bancarios.
Aun cuando en términos jurídicos pudiera eludirse la aplicación de un castigo a tales palabras impropias de un presunto representante general de todos los mexicanos, el episodio de los increíbles cuatro puntos de diferencia entre Vázquez Mota y Peña Nieto exhibe al militante Calderón en una suerte de fotografía de combate que ayuda a suponer el grado de involucramiento ilegítimo al que está decidido a llegar quien hoy detenta el beligerante aparato federal de poder. Legalidad tragicómica: los candidatos deben guardar silencio en este lapso llamado entrecampañas, mientras el gobierno federal josefinista inunda espacios mediáticos con propaganda que a fin de cuentas apoya la continuidad del panismo y mientras el propio Felipe anuncia hipotéticos resultados de encuestas electorales facciosas y proclama con un golpe de saliva el crecimiento descomunal de su Chepina un tanto pasmada.
Como era de preverse, los priístas aprovecharon el regalo en bandeja de plata que con su torpeza declarativa les regaló el jefe de campaña de Chepina. De inmediato exploraban la posibilidad de hacer ruido jurídico, presentando alguna denuncia ante fiscalías, institutos y tribunales electorales, según fuera el caso, y trataron de convertir el tema en materia de debate en la Cámara de Diputados aunque los panistas hicieron el vacío a la sesión de ayer para impedir que el grave desliz felipista fuera debatido en esa tribuna legislativa. López Obrador se lanzó contra la mayoría de esos sondeos que, dijo sin morderse la lengua, suelen ser orientados en función del interés de quienes los pagan (el tabasqueño es candidato gracias a una presunta encuesta de opinión de la que no se supo más, arreglado más bien el asunto en términos políticos entre los dos contendientes finales, AMLO y Ebrard, y a partir de ese milagro sin metodología reconocida se instauró en las izquierdas electoreras el reino de las santificadas encuestas para decidir candidaturas a otros cargos, siempre bajo la confiable supervisión de la mano santa del arcángel Camacho).
Enredo y escándalo políticos que alcanzaron niveles de comicidad cuando Los Pinos hizo saber que no era cierto lo que decían que había dicho Felipe Calderón. Redacción ambigua al decir que Calderón en ningún momento opinó ni mencionó a los aspirantes presidenciales en contienda, sus partidos o sus propuestas programáticas. ¡Pero la acusación no era por haber opinado o mencionado genéricamente esos puntos, sino por decir que su candidata, Chepina, estaba a cuatro puntos de alcanzar a Quique! Respecto a este tema concreto, Los Pinos dijo que Felipe Comentó, también, información que muestra una elección presidencial muy competitiva. Qué duda cabe, tenemos una democracia muy vigorosa, un electorado muy responsable. Y que va a haber una elección competida. Redacción intencionalmente elaborada para dejar las puertas abiertas para acomodos de última hora, aceptando sin aceptar, precisando sin precisar.
Las andanzas intervencionistas de Calderón recuerdan los ánimos desbordados de Vicente Fox en 2006, cuando utilizó todo cuanto le fue posible para apoyar a su ahora adelantado alumno. Los abusos del ex gobernador de Guanajuato motivaron reformas electorales que ahora son calificadas por él mismo de marranadas, según mencionaron ayer diversos consejeros electorales, entre ellos Leonardo Valdés Zurita. El uso del aparato gubernamental a favor de un aspirante ya fue puntualizado jurídicamente por el tribunal electoral en 2006 aunque no hubo mayor sanción. Ahora, Calderón apuesta a la posibilidad de transgredir las normas que sea necesario, con tal de apuntalar al josefinismo desvaído. La misma historia, en dos versiones.
Por lo pronto, FC ha consolidado la aspiración de centrar el debate entre PAN y PRI al asegurar que conforme a sus encuestas particulares la yegua de blanco y azul va alcanzando al cuaco copetón de tres colores. Eso es, a fin de cuentas, lo importante para el proyecto bipartidista: instalar en la opinión pública la percepción de que la pelea verdadera será entre Peña Nieto y Vázquez Mota, desplazando a López Obrador a un tercer lugar y golpeándolo incluso con la especie de presuntas enfermedades, en lo que sería una forma de intento de desafuero médico, según señaló ayer el coordinador de la campaña del tabasqueño, Ricardo Monreal.
Por otro lado, el acelere felipista opacó el tema de los negocios petroleros compartidos con la potencia vecina. Primero fírmenlos y después virigüen, ha sido la consigna que ha mantenido respecto a los Tratados Clinton el hermano de la futura senadora Cocoa. Palo mediático dado, ni el Senado lo quita, aun cuando algunos legisladores federales anuncian que investigarán a fondo las implicaciones del gran negocio de este sexenio y otros más.
Y, mientras la periodista Olga Wornat ha denunciado que la editorial Planeta le canceló un contrato para publicar un libro de 500 páginas sobre el sexenio en curso, entre amenazas a la propia editorial y a la escritora, en el contexto de una mafia calderonista y bajo presiones desde el poder, ¡fehiz fin de semana, con Humberto Moreira anunciando que no buscará candidatura a diputado o senador!
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