EPN y BPR

Gregorio Ortega Molina / La Costumbre Del Poder

Hipótesis de orden político perdieron su validez al consolidarse el reordenamiento en los factores reales de poder, primero, y después la entronización de los poderes fácticos como determinantes de lo que sí y no puede hacerse en los gobiernos de la globalización. ¿En qué medida los Estados nacionales ya no lo son? De igual manera el presidencialismo mexicano dejó de serlo. El poder, hoy, sí se comparte.

Cuando Carlos Salinas requirió del “Quinazo” para legitimarse, las modificaciones en el quehacer político se manifestaron, como lo confirman la aparición del EZLN, los crímenes políticos, el error de diciembre y la necesidad urgente de encarcelar a Raúl Salinas sin tener pruebas, o el fallido esfuerzo de Fox de iniciar la transición y el fracaso en detener la impunidad y la corrupción, o el hecho de declarar una guerra a todas luces innecesaria. Los sufragios dejaron de ser legitimadores, hoy se requiere de una acción contundente, definitiva y definitoria del cambio de modelo político, posiblemente incluso antes del primero de julio.

Las encuestas indican que EPN está llamado a ser presidente de México, con los bemoles que la realidad impone. No tendrá un Congreso a modo, el PRI no logrará carro completo, las propuestas del candidato no están del todo acabadas. De lograrlo, no podrá gobernar sustentado en compromisos cumplidos, porque el pasado ya no es y el futuro es mucho más complejo de lo que pudo ser el Estado de México, pues esta nación está inmersa en la globalización y regresa de una guerra estúpida. Necesitará algo más que buenos propósitos y detenciones para reconciliar una patria dividida y tener el respaldo para el proyecto de la tan pospuesta transición.

Tiene muy pocas opciones para lograrlo, porque el PRI puede regresar del descrédito siempre y cuando su candidato demuestre que no son los mismos de ayer, que en su apuesta por legitimarse está inmersa la mejor voluntad de cambio que pueda manifestarse en la búsqueda del poder, que no sea una impostura, que en ella vaya implícita la transición que se requiere por sobre todo, el combate a la corrupción y el fin de la impunidad, sin importar que los sancionados vengan del mismo partido, para que encarcelar al de enfrente sea creíble.

No puede repetir lo hecho por sus antecesores, porque su situación es inequívoca: no es el enemigo a vencer, es el pasado que no puede regresar y es necesario borrar de la historia.

Su compañera de fórmula para buscar el gobierno del DF en nada podrá ayudarlo, porque para Beatriz Paredes pasó su mejor momento, porque esta ciudad continuará siendo administrada por el PRD, que con todos los métodos priistas tiene establecida y absolutamente controlada a su clientela política. A eso se reduce la contienda local.

Pero la realidad avasalla. Dejó anotado Salvador Elizondo: “A veces resulta ineluctable pensar que el ideal humano es la disolución, la obliteración de todos los llamados ‘valores’. La libertad sólo cobra realidad mediante la aceptación de nuestra condenación”.

EPN puede tener la oportunidad de desmentirlo.

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