Ricardo Alemán
Todos saben que los políticos en general, y los políticos mexicanos en particular, no comen lumbre. También saben que son incapaces de llegar al suicidio político y, mucho menos, de prenderse fuego en la plaza pública, en defensa de sus principios.
Antes de llegar a esos extremos, los políticos mexicanos prefieren el acuerdo: pactar un mal arreglo, antes que aceptar un buen pleito. Claro, todo ello a pesar de que deban tragar sapos y serpientes.
Y viene a cuento porque, cuando no ha pasado una semana del choque formidable entre el gobierno de Felipe Calderón y el PRI —por la metida de pata de un Presidente que inició campaña abierta a favor de su candidata presidencial—, ya se produjo un encuentro privado entre Calderón y el líder del PRI, Pedro Joaquín Coldwell, del que salió perfume de rosas.
Y obliga la pregunta. ¿Qué pactaron los jefes del PAN y los del PRI? ¿A qué se comprometieron, como para convertir el azufre que despedía su relación, en perfume de rosas?
Nadie sabe lo que habrían acordado —salvo los primeros círculos de los partidos azul y tricolor—, pero lo que sí se sabe es que asistimos a un arreglo político que pudiera definir la contienda presidencial de 2012. ¿Y de qué estamos hablando? Casi nada, de una montaña de evidencias de que el PAN y el PRI habrían pactado una estrategia de elecciones tersas, sólo entre dos, que pudiera enviar a la lona a las llamadas izquierdas. Vamos por partes.
Primero, sorprendió a propios y extraños que, luego de que el gobierno federal había lanzado una feroz andanada contra todo lo que pareciera el PRI, y en especial contra el puntero de la contienda, el señor Enrique Peña Nieto, Felipe Calderón decidió rescatar del despeñadero al gobernador de Nuevo León, Rodrigo Medina, a quien las bandas criminales habían arrinconado hasta niveles de riesgo para todo el Estado mexicano.
Resulta que el Presidente envió a Nuevo León, como secretario de Seguridad Pública estatal, al número dos de la Secretaría de Seguridad Pública federal. Un gesto nada casual.
Segundo, que luego de que Calderón le jaló la cola al tigre —al decir ante banqueros que entre el PRI y el PAN había un virtual empate—, el PRI reaccionó con la intentona de robar de las filas del PAN al prestigiado doctor José Ángel Córdova, para convertirlo en candidato del PRI al gobierno de Guanajuato. Pero cuando todo estaba listo, el líder del PRI fue llamado a Los Pinos y Córdova siguió en el PAN, en tanto que el PRI tiró la toalla en Guanajuato. ¿A cambio de qué?
Tercero, de que el PRI olvidara la guerra contra el Presidente, al grado de que, en la Cámara de Diputados, legisladores de izquierda hicieron mofa de los priistas, porque de un momento a otro olvidaron la feroz persecución que habían emprendido contra el presidente Calderón; el azufre que desprendía la relación PRI-PAN se convirtió en perfume de rosas. ¿Qué pactaron Pedro Joaquín y Calderón?
Cuarto, que, en efecto, nadie lo sabe, pero lo que sí se sabe es que el gobierno federal —a través de la PGR— parece haber olvidado a los gobiernos del PRI y, en sentido contrario, emprendió una persecución del gobierno de Guerrero, afin a la izquierda en general, pero en especial al gobierno de Marcelo Ebrard. La PGR persigue al ex procurador estatal por el asesinato de dos estudiantes, pero todo indica que va por el gobernador perredista y ex priista Ángel Aguirre.
Y: quinto —y por si no fuera suficiente—, resulta que también han aparecido muchos indicios de que la candidata presidencial del PAN, la señora Josefina Vázquez Mota, no seguirá el camino que le han sugerido los genios de la ciencia política. Es decir, no va a hacer ninguna alianza con las izquierdas y, en cambio, parece decidida a convertir la candidatura del señor Andrés Manuel López Obrador en fuente de su imagen mediática. ¿Por qué decimos lo anterior?
Porque Josefina Vázquez Mota colocó una profunda banderilla a López Obrador, al burlarse de que los integrantes del gabinete de AMLO suman mil 500 años. Es decir, que la candidata del PAN hizo mofa de que el tabasqueño propuso sólo a integrantes de la tercera edad, como secretarios de Estado. ¿Y quién va a votar por un puñado de viejitos?, pareció preguntar la candidata del PAN.
Y vino la respuesta de López Obrador, quien se dijo lastimado. Y claro, olvida que él inauguró la estrategia de hacer mofa del adversario, para ganar popularidad. Y cuando el centro de la burla es él, ya no le gusta.
¿Hasta dónde llegará la alianza PRI-PAN? Por lo pronto, mandaron a la lona a la izquierda. ¿O no?
Todos saben que los políticos en general, y los políticos mexicanos en particular, no comen lumbre. También saben que son incapaces de llegar al suicidio político y, mucho menos, de prenderse fuego en la plaza pública, en defensa de sus principios.
Antes de llegar a esos extremos, los políticos mexicanos prefieren el acuerdo: pactar un mal arreglo, antes que aceptar un buen pleito. Claro, todo ello a pesar de que deban tragar sapos y serpientes.
Y viene a cuento porque, cuando no ha pasado una semana del choque formidable entre el gobierno de Felipe Calderón y el PRI —por la metida de pata de un Presidente que inició campaña abierta a favor de su candidata presidencial—, ya se produjo un encuentro privado entre Calderón y el líder del PRI, Pedro Joaquín Coldwell, del que salió perfume de rosas.
Y obliga la pregunta. ¿Qué pactaron los jefes del PAN y los del PRI? ¿A qué se comprometieron, como para convertir el azufre que despedía su relación, en perfume de rosas?
Nadie sabe lo que habrían acordado —salvo los primeros círculos de los partidos azul y tricolor—, pero lo que sí se sabe es que asistimos a un arreglo político que pudiera definir la contienda presidencial de 2012. ¿Y de qué estamos hablando? Casi nada, de una montaña de evidencias de que el PAN y el PRI habrían pactado una estrategia de elecciones tersas, sólo entre dos, que pudiera enviar a la lona a las llamadas izquierdas. Vamos por partes.
Primero, sorprendió a propios y extraños que, luego de que el gobierno federal había lanzado una feroz andanada contra todo lo que pareciera el PRI, y en especial contra el puntero de la contienda, el señor Enrique Peña Nieto, Felipe Calderón decidió rescatar del despeñadero al gobernador de Nuevo León, Rodrigo Medina, a quien las bandas criminales habían arrinconado hasta niveles de riesgo para todo el Estado mexicano.
Resulta que el Presidente envió a Nuevo León, como secretario de Seguridad Pública estatal, al número dos de la Secretaría de Seguridad Pública federal. Un gesto nada casual.
Segundo, que luego de que Calderón le jaló la cola al tigre —al decir ante banqueros que entre el PRI y el PAN había un virtual empate—, el PRI reaccionó con la intentona de robar de las filas del PAN al prestigiado doctor José Ángel Córdova, para convertirlo en candidato del PRI al gobierno de Guanajuato. Pero cuando todo estaba listo, el líder del PRI fue llamado a Los Pinos y Córdova siguió en el PAN, en tanto que el PRI tiró la toalla en Guanajuato. ¿A cambio de qué?
Tercero, de que el PRI olvidara la guerra contra el Presidente, al grado de que, en la Cámara de Diputados, legisladores de izquierda hicieron mofa de los priistas, porque de un momento a otro olvidaron la feroz persecución que habían emprendido contra el presidente Calderón; el azufre que desprendía la relación PRI-PAN se convirtió en perfume de rosas. ¿Qué pactaron Pedro Joaquín y Calderón?
Cuarto, que, en efecto, nadie lo sabe, pero lo que sí se sabe es que el gobierno federal —a través de la PGR— parece haber olvidado a los gobiernos del PRI y, en sentido contrario, emprendió una persecución del gobierno de Guerrero, afin a la izquierda en general, pero en especial al gobierno de Marcelo Ebrard. La PGR persigue al ex procurador estatal por el asesinato de dos estudiantes, pero todo indica que va por el gobernador perredista y ex priista Ángel Aguirre.
Y: quinto —y por si no fuera suficiente—, resulta que también han aparecido muchos indicios de que la candidata presidencial del PAN, la señora Josefina Vázquez Mota, no seguirá el camino que le han sugerido los genios de la ciencia política. Es decir, no va a hacer ninguna alianza con las izquierdas y, en cambio, parece decidida a convertir la candidatura del señor Andrés Manuel López Obrador en fuente de su imagen mediática. ¿Por qué decimos lo anterior?
Porque Josefina Vázquez Mota colocó una profunda banderilla a López Obrador, al burlarse de que los integrantes del gabinete de AMLO suman mil 500 años. Es decir, que la candidata del PAN hizo mofa de que el tabasqueño propuso sólo a integrantes de la tercera edad, como secretarios de Estado. ¿Y quién va a votar por un puñado de viejitos?, pareció preguntar la candidata del PAN.
Y vino la respuesta de López Obrador, quien se dijo lastimado. Y claro, olvida que él inauguró la estrategia de hacer mofa del adversario, para ganar popularidad. Y cuando el centro de la burla es él, ya no le gusta.
¿Hasta dónde llegará la alianza PRI-PAN? Por lo pronto, mandaron a la lona a la izquierda. ¿O no?
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