Jorge Zepeda Patterson
Es como un partido de futbol entre el Barcelona con todas sus estrellas y las Chivas de Quirarte, con la particularidad de que el público acude al estadio esperando un match parejo e incluso alguna sorpresa. ¿Por qué? Porque todos saben que Jorge Vergara, dueño de las Chivas, habría comprado al árbitro y a los abanderados.
Una sensación similar me inspira la jornada de hoy, en que Josefina Vázquez Mota y Ernesto Cordero se disputan la candidatura presidencial por el PAN (además de Santiago Creel, quien carece de posibilidades reales). Alrededor de 1.8 millones de adherentes y militantes activos panistas han sido convocados para resolver la enconada disputa entre rivales que se han pegado con todo.
Josefina, como el Barcelona, puede tener una ventaja abrumadora en términos en cuanto a sus probabilidades de triunfo aparentes, pero poco importa. Y eso a pesar de contar con 60% de la intención de voto de los simpatizantes del blanquiazul, contra apenas 17% de Cordero, según encuestas recientes. Pero sucede que en ese 17% se encuentran los panistas que trabajan para el Gobierno. Y lo están usando.
A lo largo de toda la semana han surgido evidencias de que la administración panista ha orquestado una operación en contra de otra panista. Desde grabaciones ilegales hasta compra de voto, en la peor tradición mapache del priísmo de antaño.
En muchos círculos políticos se afirma que la maquinaria que el gobierno calderonista ha puesto en marcha hará triunfar a su gallo. Bajo la consigna “haiga sido como haiga sido”, que tan buenos resultados arrojó en el pasado, los operadores de Los Pinos machacan el padrón electoral, presionan a los empleados federales y fatigan todo el inventario de argumentos que el presupuesto puede ofrecer.
Pero por las mismas razones que me gusta el futbol y preferiría que ganara el Barcelona en la cancha y no las Chivas desde el manchón de penaltis inventados, desearía que el día de hoy triunfaran los panistas de a pie y nos los operadores que están haciendo lo imposible para corromperlos.
Primero, por el fair play político. No podemos ir de elección en elección escudándonos en el “haiga sido como haiga sido”. No es el mejor camino para construir la alternancia, y mucho menos la democracia. Y segundo, y más importante, por el futuro del PAN.
La derrota del 60% a manos del 17% a la vista de todo el país, gracias a una maquinación, dejaría a este partido absolutamente vaciado de autoridad moral, ya de por sí bastante menguada. Me parece que un despojo de esta naturaleza dejaría seriamente fracturado al PAN.
La razón por la que muchas personas votan por el PAN es que no es el PRI. Es un partido que se hizo del gusto del votante urbano y de clases medias por su crítica a la corrupción y al control que el tricolor ejercía sobre los procesos políticos a partir de los recursos gubernamentales. ¿Cuántas de estas personas seguirían votando por el PAN de Calderón y Cordero, el del “haiga sido como haiga sido”? Salvo los aficionados chiva recalcitrantes, ¿cuántos regresarían al estadio para ver un triunfo con goles inventados y expulsiones fabricadas?
Los términos de la competencia establecen que se requiere 50% más uno de los votos para ganar en primera ronda, o lograr más de 37% con una ventaja de 5% sobre el segundo. De no ser así, se irán a segunda vuelta. La estrategia de los corderistas es justamente lograr una segunda ronda. Ello les permitiría decir que la simpatía hacia Josefina se había exagerado en las encuestas. Y, posteriormente, al derrotarla en la segunda ronda, cuando sólo dos contendientes sigan vivos, se explicaría que los simpatizantes de Creel apoyaron a Cordero (aunque las encuestas dicen lo contrario).
Pero es tal la operación mapache que se ha puesto en marcha, que un miembro del equipo corderista externó la preocupación de que se les hubiese pasado la mano y llegasen a ganar en la primera ronda.
Más allá de especulaciones políticas, me pregunto qué harán los panistas de base. ¿Permitirán ser despojados de un partido que creían suyo? A lo largo de los años he disentido en diversos temas, pero siempre he respetado la convicción de muchas personas que al votar por el panismo creían hacer moralmente lo correcto. Por el bien del país, que no necesita dos PRIs, espero que pueda mantenerse ese respeto a partir de la próxima semana.
Es como un partido de futbol entre el Barcelona con todas sus estrellas y las Chivas de Quirarte, con la particularidad de que el público acude al estadio esperando un match parejo e incluso alguna sorpresa. ¿Por qué? Porque todos saben que Jorge Vergara, dueño de las Chivas, habría comprado al árbitro y a los abanderados.
Una sensación similar me inspira la jornada de hoy, en que Josefina Vázquez Mota y Ernesto Cordero se disputan la candidatura presidencial por el PAN (además de Santiago Creel, quien carece de posibilidades reales). Alrededor de 1.8 millones de adherentes y militantes activos panistas han sido convocados para resolver la enconada disputa entre rivales que se han pegado con todo.
Josefina, como el Barcelona, puede tener una ventaja abrumadora en términos en cuanto a sus probabilidades de triunfo aparentes, pero poco importa. Y eso a pesar de contar con 60% de la intención de voto de los simpatizantes del blanquiazul, contra apenas 17% de Cordero, según encuestas recientes. Pero sucede que en ese 17% se encuentran los panistas que trabajan para el Gobierno. Y lo están usando.
A lo largo de toda la semana han surgido evidencias de que la administración panista ha orquestado una operación en contra de otra panista. Desde grabaciones ilegales hasta compra de voto, en la peor tradición mapache del priísmo de antaño.
En muchos círculos políticos se afirma que la maquinaria que el gobierno calderonista ha puesto en marcha hará triunfar a su gallo. Bajo la consigna “haiga sido como haiga sido”, que tan buenos resultados arrojó en el pasado, los operadores de Los Pinos machacan el padrón electoral, presionan a los empleados federales y fatigan todo el inventario de argumentos que el presupuesto puede ofrecer.
Pero por las mismas razones que me gusta el futbol y preferiría que ganara el Barcelona en la cancha y no las Chivas desde el manchón de penaltis inventados, desearía que el día de hoy triunfaran los panistas de a pie y nos los operadores que están haciendo lo imposible para corromperlos.
Primero, por el fair play político. No podemos ir de elección en elección escudándonos en el “haiga sido como haiga sido”. No es el mejor camino para construir la alternancia, y mucho menos la democracia. Y segundo, y más importante, por el futuro del PAN.
La derrota del 60% a manos del 17% a la vista de todo el país, gracias a una maquinación, dejaría a este partido absolutamente vaciado de autoridad moral, ya de por sí bastante menguada. Me parece que un despojo de esta naturaleza dejaría seriamente fracturado al PAN.
La razón por la que muchas personas votan por el PAN es que no es el PRI. Es un partido que se hizo del gusto del votante urbano y de clases medias por su crítica a la corrupción y al control que el tricolor ejercía sobre los procesos políticos a partir de los recursos gubernamentales. ¿Cuántas de estas personas seguirían votando por el PAN de Calderón y Cordero, el del “haiga sido como haiga sido”? Salvo los aficionados chiva recalcitrantes, ¿cuántos regresarían al estadio para ver un triunfo con goles inventados y expulsiones fabricadas?
Los términos de la competencia establecen que se requiere 50% más uno de los votos para ganar en primera ronda, o lograr más de 37% con una ventaja de 5% sobre el segundo. De no ser así, se irán a segunda vuelta. La estrategia de los corderistas es justamente lograr una segunda ronda. Ello les permitiría decir que la simpatía hacia Josefina se había exagerado en las encuestas. Y, posteriormente, al derrotarla en la segunda ronda, cuando sólo dos contendientes sigan vivos, se explicaría que los simpatizantes de Creel apoyaron a Cordero (aunque las encuestas dicen lo contrario).
Pero es tal la operación mapache que se ha puesto en marcha, que un miembro del equipo corderista externó la preocupación de que se les hubiese pasado la mano y llegasen a ganar en la primera ronda.
Más allá de especulaciones políticas, me pregunto qué harán los panistas de base. ¿Permitirán ser despojados de un partido que creían suyo? A lo largo de los años he disentido en diversos temas, pero siempre he respetado la convicción de muchas personas que al votar por el panismo creían hacer moralmente lo correcto. Por el bien del país, que no necesita dos PRIs, espero que pueda mantenerse ese respeto a partir de la próxima semana.
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