Otto Schober / La Línea del Tiempo
Este evento se celebra 40 días después de la Navidad, el 2 de febrero, esta fiesta marca el final del periodo navideño y se conmemora el día en que el niño Jesús fue presentado en el templo por sus padres, según la costumbre judía.
Ese día se levanta el nacimiento, se llevan candelas o velas a bendecir, se hace la presentación del Niño Dios en el templo. Se busca un padrino para que vista al niño, que será para el año siguiente.
Ser padrino o madrina del niño de la rosca implica cuidar de él como lo hace cualquier padrino con su ahijado y esa obligación comienza por vestirlo. En la mayoría de los mercados del sur del país se encuentran los atuendos para vestirlo.
Los atuendos que con mayor frecuencia se usan para vestir al niño Dios son el del Santo Niño de Atocha, con su báculo y sentado en una sillita; el Niño de las Palomas, con un ropón blanco y una paloma entre las manos; de San Francisco, con sandalias y hábito café, abrazando un animalito; el niño de las Azucenas, túnica blanca, deteniendo entre las manos una vara de azucenas, etc.
Estando ya el niño engalanado, se le deposita en una canasta con flores y es llevado por el padrino y sus compadres, que generalmente son los dueños de la casa en donde se partió la rosca, a la iglesia en la que en una misa solemne recibirá la bendición.
Después de la misa se retorna a la casa del “niño”, donde se partió la rosca para celebrar el acontecimiento con tamales y atole, obviamente los gastos corren por cuenta del padrino, levantando y guardando las figurillas del nacimiento hasta el siguiente año.
En este día, en algunos lugares como en Xochimilco, se realiza el cambio de mayordomía, hay música de banda acompañando la danza de los chinelos, estudiantinas, cohetes, etc.
Para algunos grupos indígenas, este día se bendicen las mazorcas que van a servir de semillas para la próxima temporada de siembra.
Para varios pueblos indígenas en esta fiesta todo se purifica, desde la conmemoración del fin de la cuarentena de María y la presentación de Jesús en el templo, hasta las semillas del maíz, frijol, trigo y otros cereales que serán sembrados ese año; todo esto, pasando por la bendición de las velas que serán usadas para que el alma de algún difunto tenga una luz que lo acompañe en su camino al más allá.
Turok señala que esta fiesta coincide con las celebraciones a Tláloc y su hermana Chalchiuhtlicue (dioses del agua), donde se realizaban sacrificios de niños, incluso nos habla de un posible vínculo con la tradición de los compadres de rosca de reyes, los cuales este día ofrecen tamales y atole, con la fiesta Huauhquiltamalqualiztli, que se realizaba a la mitad del decimoctavo y último mes del año Izcalli, donde se comían tamales por todos.
En la actualidad lo más importante es la celebración, buscar la manera de que cumplan quienes encontraron “monito” el pasado 6 de enero y disfrutar la tamalada, pues al mexicano común le encantan las fiestas y el Día de la Candelaria es un muy buen pretexto.
Este evento se celebra 40 días después de la Navidad, el 2 de febrero, esta fiesta marca el final del periodo navideño y se conmemora el día en que el niño Jesús fue presentado en el templo por sus padres, según la costumbre judía.
Ese día se levanta el nacimiento, se llevan candelas o velas a bendecir, se hace la presentación del Niño Dios en el templo. Se busca un padrino para que vista al niño, que será para el año siguiente.
Ser padrino o madrina del niño de la rosca implica cuidar de él como lo hace cualquier padrino con su ahijado y esa obligación comienza por vestirlo. En la mayoría de los mercados del sur del país se encuentran los atuendos para vestirlo.
Los atuendos que con mayor frecuencia se usan para vestir al niño Dios son el del Santo Niño de Atocha, con su báculo y sentado en una sillita; el Niño de las Palomas, con un ropón blanco y una paloma entre las manos; de San Francisco, con sandalias y hábito café, abrazando un animalito; el niño de las Azucenas, túnica blanca, deteniendo entre las manos una vara de azucenas, etc.
Estando ya el niño engalanado, se le deposita en una canasta con flores y es llevado por el padrino y sus compadres, que generalmente son los dueños de la casa en donde se partió la rosca, a la iglesia en la que en una misa solemne recibirá la bendición.
Después de la misa se retorna a la casa del “niño”, donde se partió la rosca para celebrar el acontecimiento con tamales y atole, obviamente los gastos corren por cuenta del padrino, levantando y guardando las figurillas del nacimiento hasta el siguiente año.
En este día, en algunos lugares como en Xochimilco, se realiza el cambio de mayordomía, hay música de banda acompañando la danza de los chinelos, estudiantinas, cohetes, etc.
Para algunos grupos indígenas, este día se bendicen las mazorcas que van a servir de semillas para la próxima temporada de siembra.
Para varios pueblos indígenas en esta fiesta todo se purifica, desde la conmemoración del fin de la cuarentena de María y la presentación de Jesús en el templo, hasta las semillas del maíz, frijol, trigo y otros cereales que serán sembrados ese año; todo esto, pasando por la bendición de las velas que serán usadas para que el alma de algún difunto tenga una luz que lo acompañe en su camino al más allá.
Turok señala que esta fiesta coincide con las celebraciones a Tláloc y su hermana Chalchiuhtlicue (dioses del agua), donde se realizaban sacrificios de niños, incluso nos habla de un posible vínculo con la tradición de los compadres de rosca de reyes, los cuales este día ofrecen tamales y atole, con la fiesta Huauhquiltamalqualiztli, que se realizaba a la mitad del decimoctavo y último mes del año Izcalli, donde se comían tamales por todos.
En la actualidad lo más importante es la celebración, buscar la manera de que cumplan quienes encontraron “monito” el pasado 6 de enero y disfrutar la tamalada, pues al mexicano común le encantan las fiestas y el Día de la Candelaria es un muy buen pretexto.
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