Raymundo Riva Palacio
Gabriel Quadri es una bocanada de aire fresco en la carrera presidencial. O lo será hasta que, como ha sido la historia de su vida profesional, la soberbia lo lleve al conflicto. Que nadie se extrañe; es la historia de su vida. Y que nadie se extrañe tampoco, pues en esos raros caprichos de la vida, su déficit personal puede convertirse en un activo político.
Quadri fue nominado como candidato del Partido Nueva Alianza a la Presidencia, en una jugada de ajedrez para ser alfil en una lucha que iba a ser propiedad de un trío. No será un candidato de peligro para ninguno de sus adversarios, en términos de posibilidades reales de victoria, pero sí es, como no habían tenido, alguien que los podrá exhibir y cuestionar, desnudar y mediáticamente apalear. Nada malo para el cuarto candidato.
La historia comienza la noche del lunes pasado, cuando se dio el jaque de Nueva Alianza a la panista Josefina Vázquez Mota, al priista Enrique Peña Nieto y al izquierdista Andrés Manuel López Obrador. La candidatura se resolvió tras la declinación de un ex secretario de Gobernación en el último gobierno del PRI, y la admisión de una indígena, figura ascendente en el partido, que aún no estaba lista para esa batalla. El último en la terna apareció como el caballo negro en la nominación.
No era un hombre cercano al partido ni a su fundadora y líder vitalicia del sindicato de maestros, Elba Esther Gordillo, que sin ser miembro de Nueva Alianza, es factor real e indiscutible de poder. Ciertamente no la conoce, pero tampoco era necesario –la maestra ha llegado a colocar dirigentes de secciones de referencia y sin haber cruzado palabra con ellos-, pues contaba no sólo con el aval de Castro y la secretaria general del partido, Mónica Arriola, su hija, sino con la recomendación, según fuentes aliancistas, del jefe de Gobierno del Distrito Federal, Marcelo Ebrard.
La relación entre Ebrard y Quadri es de larga carrera, desde que el primero era secretario de Gobierno en el viejo Departamento del Distrito Federal, cuando Manuel Camacho fue regente, y más adelante a través de la secretaria de Medio Ambiente capitalina, Martha Delgado, muy cercana a él, y que inclusive lo propuso como procurador Ambiental y de Ordenamiento Territorial en la ciudad de México, al arrancar la actual gestión perredista, donde finalmente no quedó.
Quadri fue un golpe quirúrgico, podría decirse, por el perfil. Experto reconocido en temas ambientales, tiene como dos de sus líneas de mayor especialización y crítica pública la educación y el desarrollo sustentable, dos temas en donde puede cuestionar y descalificar a Vázquez Mota, secretaria de Desarrollo Social y Educación en los gobiernos panistas. Su carrera lo ubica como el único candidato realmente verde, y puede ejercer una crítica con plena autoridad moral a Peña Nieto, que se declaró verde al ser nominado también por el Partido Verde Ecologista de México, que fue expulsado de la organización mundial de esas instituciones por sus políticas antagónicas al movimiento, y que se caracteriza más por sus propuestas sobre la pena de muerte. Abiertamente anti López Obrador, tiene toda la información y conocimiento para aniquilar cualquier presunción del izquierdista sobre lo que hizo por la ciudad cuando fue jefe de Gobierno y desnudarlo ante sus clientelas.
El equipaje académico y su formación profesional lo hacen no sólo en el mejor preparado de todos los candidatos presidenciales sino, para quienes han hablado con todos los aspirantes a la Presidencia, probablemente el más culto e inteligente. Carece de lo que los otros tienen, oficio político, pero por lo mismo, paradójicamente, puede llegar a límites en debates y confrontaciones, que otros quizás no se atrevan. Quadri es un hombre tan profundamente articulado, como arrebatado; tan intensamente polémico, como un interlocutor inmanejable, que interrumpe, golpea, trata de humillar. Es peleonero, una característica que lo vuelve peligroso para todos cuando se complementa con otra de sus virtudes, la racionalidad.
Al mismo tiempo, esa personalidad sanguínea y mercurial le ha provocado problemas y caídas. La más dura, en el sector público, en el gobierno de Ernesto Zedillo, cuando como presidente del Instituto Nacional de Ecología se enfrentó con su jefa, la secretaria de Medio Ambiente, Julia Carabias. Quadri, insoportablemente arrogante y soberbio para muchos de sus interlocutores, actuó con rangos de autonomía que provocó más encontronazos que le harían daño transexenal a su carrera..
Uno de los más fuertes choques que tuvieron fue por el proyecto del Club de Golf El Tepozteco, donde persuadido por el entonces gobernador de Morelos, Jorge Carrillo Olea, que no impactaría al medio ambiente, otorgó una autorización parcial para que iniciara su construcción. Carabias argumentó que sí afectaba al medio ambiente y que no representaba ningún beneficio significativo para la comunidad de Tepoztlán, para ese momento levantada en machetes contra el proyecto, que finalmente no se hizo. Quadri perdió, pero siguió la ruta de colisión, que obligó a Carabias a crear una estructura paralela en el INE.
La diferencia entre ambos era de fondo. La secretaria tenía un enfoque más académico, mientras el presidente del INE estaba más orientado al sector privado. No obstante, Quadri, nunca dejó de ser reconocido por haber creado un lenguaje ecológico y modelos de operación que aún persisten. Tampoco desapareció el conflicto con Carabias, quien cuando declinó la invitación del presidente Felipe Calderón a ser directora de Conagua, vetó una propuesta para nombrar a Quadri en el cargo, quien por segunda vez consecutiva vio frustrado su intento de trabajar en gobiernos panistas. Antes, fracasó en ser secretario del Medio Ambiente con Vicente Fox.
Quadri nunca entendió ser funcionario público, de acuerdo con personas que lo conocen. “Creía que sabía todo, y que sabía más que todos”, recordó una ex funcionario que lo trató. “Se fue porque decía que no le hacían caso”, agregó.
La soberbia ha sido su compañera en la vida pública, y ahora tendrá que lidiar con ella en un ambiente que rechaza ese pecado capital, la política. Pero si la controla, tiene todo lo que se necesita para ser un candidato de contraste y que aporte a Nueva Alianza los votos por los cuales se decidieron por él. Sólo necesita ser humilde, que es lo que su gran inteligencia aún no termina de comprender.
Gabriel Quadri es una bocanada de aire fresco en la carrera presidencial. O lo será hasta que, como ha sido la historia de su vida profesional, la soberbia lo lleve al conflicto. Que nadie se extrañe; es la historia de su vida. Y que nadie se extrañe tampoco, pues en esos raros caprichos de la vida, su déficit personal puede convertirse en un activo político.
Quadri fue nominado como candidato del Partido Nueva Alianza a la Presidencia, en una jugada de ajedrez para ser alfil en una lucha que iba a ser propiedad de un trío. No será un candidato de peligro para ninguno de sus adversarios, en términos de posibilidades reales de victoria, pero sí es, como no habían tenido, alguien que los podrá exhibir y cuestionar, desnudar y mediáticamente apalear. Nada malo para el cuarto candidato.
La historia comienza la noche del lunes pasado, cuando se dio el jaque de Nueva Alianza a la panista Josefina Vázquez Mota, al priista Enrique Peña Nieto y al izquierdista Andrés Manuel López Obrador. La candidatura se resolvió tras la declinación de un ex secretario de Gobernación en el último gobierno del PRI, y la admisión de una indígena, figura ascendente en el partido, que aún no estaba lista para esa batalla. El último en la terna apareció como el caballo negro en la nominación.
No era un hombre cercano al partido ni a su fundadora y líder vitalicia del sindicato de maestros, Elba Esther Gordillo, que sin ser miembro de Nueva Alianza, es factor real e indiscutible de poder. Ciertamente no la conoce, pero tampoco era necesario –la maestra ha llegado a colocar dirigentes de secciones de referencia y sin haber cruzado palabra con ellos-, pues contaba no sólo con el aval de Castro y la secretaria general del partido, Mónica Arriola, su hija, sino con la recomendación, según fuentes aliancistas, del jefe de Gobierno del Distrito Federal, Marcelo Ebrard.
La relación entre Ebrard y Quadri es de larga carrera, desde que el primero era secretario de Gobierno en el viejo Departamento del Distrito Federal, cuando Manuel Camacho fue regente, y más adelante a través de la secretaria de Medio Ambiente capitalina, Martha Delgado, muy cercana a él, y que inclusive lo propuso como procurador Ambiental y de Ordenamiento Territorial en la ciudad de México, al arrancar la actual gestión perredista, donde finalmente no quedó.
Quadri fue un golpe quirúrgico, podría decirse, por el perfil. Experto reconocido en temas ambientales, tiene como dos de sus líneas de mayor especialización y crítica pública la educación y el desarrollo sustentable, dos temas en donde puede cuestionar y descalificar a Vázquez Mota, secretaria de Desarrollo Social y Educación en los gobiernos panistas. Su carrera lo ubica como el único candidato realmente verde, y puede ejercer una crítica con plena autoridad moral a Peña Nieto, que se declaró verde al ser nominado también por el Partido Verde Ecologista de México, que fue expulsado de la organización mundial de esas instituciones por sus políticas antagónicas al movimiento, y que se caracteriza más por sus propuestas sobre la pena de muerte. Abiertamente anti López Obrador, tiene toda la información y conocimiento para aniquilar cualquier presunción del izquierdista sobre lo que hizo por la ciudad cuando fue jefe de Gobierno y desnudarlo ante sus clientelas.
El equipaje académico y su formación profesional lo hacen no sólo en el mejor preparado de todos los candidatos presidenciales sino, para quienes han hablado con todos los aspirantes a la Presidencia, probablemente el más culto e inteligente. Carece de lo que los otros tienen, oficio político, pero por lo mismo, paradójicamente, puede llegar a límites en debates y confrontaciones, que otros quizás no se atrevan. Quadri es un hombre tan profundamente articulado, como arrebatado; tan intensamente polémico, como un interlocutor inmanejable, que interrumpe, golpea, trata de humillar. Es peleonero, una característica que lo vuelve peligroso para todos cuando se complementa con otra de sus virtudes, la racionalidad.
Al mismo tiempo, esa personalidad sanguínea y mercurial le ha provocado problemas y caídas. La más dura, en el sector público, en el gobierno de Ernesto Zedillo, cuando como presidente del Instituto Nacional de Ecología se enfrentó con su jefa, la secretaria de Medio Ambiente, Julia Carabias. Quadri, insoportablemente arrogante y soberbio para muchos de sus interlocutores, actuó con rangos de autonomía que provocó más encontronazos que le harían daño transexenal a su carrera..
Uno de los más fuertes choques que tuvieron fue por el proyecto del Club de Golf El Tepozteco, donde persuadido por el entonces gobernador de Morelos, Jorge Carrillo Olea, que no impactaría al medio ambiente, otorgó una autorización parcial para que iniciara su construcción. Carabias argumentó que sí afectaba al medio ambiente y que no representaba ningún beneficio significativo para la comunidad de Tepoztlán, para ese momento levantada en machetes contra el proyecto, que finalmente no se hizo. Quadri perdió, pero siguió la ruta de colisión, que obligó a Carabias a crear una estructura paralela en el INE.
La diferencia entre ambos era de fondo. La secretaria tenía un enfoque más académico, mientras el presidente del INE estaba más orientado al sector privado. No obstante, Quadri, nunca dejó de ser reconocido por haber creado un lenguaje ecológico y modelos de operación que aún persisten. Tampoco desapareció el conflicto con Carabias, quien cuando declinó la invitación del presidente Felipe Calderón a ser directora de Conagua, vetó una propuesta para nombrar a Quadri en el cargo, quien por segunda vez consecutiva vio frustrado su intento de trabajar en gobiernos panistas. Antes, fracasó en ser secretario del Medio Ambiente con Vicente Fox.
Quadri nunca entendió ser funcionario público, de acuerdo con personas que lo conocen. “Creía que sabía todo, y que sabía más que todos”, recordó una ex funcionario que lo trató. “Se fue porque decía que no le hacían caso”, agregó.
La soberbia ha sido su compañera en la vida pública, y ahora tendrá que lidiar con ella en un ambiente que rechaza ese pecado capital, la política. Pero si la controla, tiene todo lo que se necesita para ser un candidato de contraste y que aporte a Nueva Alianza los votos por los cuales se decidieron por él. Sólo necesita ser humilde, que es lo que su gran inteligencia aún no termina de comprender.
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