Axel Didraksson
Con las elecciones en puerta, el tema educativo vuelve a cobrar notoriedad en los discursos gubernamentales y de los candidatos, que suman iniciativas e intenciones en cascada para mostrar que, con todo, hay algún interés en los jóvenes, en la reforma de los contenidos educativos y en los docentes.
Pero lo que menos pueden presumir el gobierno actual o los candidatos que han sido cómplices de la barbarie que se ha dado en el país se encuentra en este sector, el cual ha sufrido más la falta de proyectos, de avances y reformas sustanciales, así como de mayores sangrías presupuestales, que han ido a parar a los bolsillos de quienes se han beneficiado de la simbiótica y perversa relación entre el PAN y el SNTE (10 mil 676 millones de pesos en pagos irregulares para agentes del SNTE, de acuerdo con el Informe del Resultado de la Fiscalización Superior de la Cuenta Pública 2010).
El hecho es que se han soltado varias propuestas e iniciativas que vuelven a convertir a la educación en materia de demagogia electoral, en programas para captar votos por la vía del más pernicioso asistencialismo y en planes que, por los tiempos, ya no tienen otra razón que ser parte de la retórica partidaria y gubernamental a favor de algún candidato o candidata.
Véase si no el caudal de ofertas educativas que han salido en el lapso de algunos meses, los más aciagos de este gobierno: comenzó con el Programa Nacional de Financiamiento a la Educación Superior, a través del cual se prometen créditos bancarios para un grupo selecto de instituciones de educación superior, creyendo que así comprarán intereses de algunos sectores de la clase media.
Siguió el anuncio de 600 mil becas para estudiantes pobres en bachillerato y de 400 mil para universitarios. También pura demagogia porque las becas apenas alcanzarán para pagar el transporte o una precaria comida de quienes las obtengan, y porque el país, como nunca antes, se ha inundado de becas que si bien son propicias para mantener a los alumnos en la escuela, no han logrado elevar los niveles de aprendizaje ni la calidad de la escolaridad.
En algún momento habrá que preguntarse por qué siendo este sexenio el de las becas sin ton ni son, se siguen ocupando los peores lugares en rendimiento escolar y en las pruebas internacionales, además de alcanzar el mayor nivel de deserción precisamente en los niveles educativos en donde se otorgan más becas: medio superior y superior.
Y también se ha lanzado el sistema de una preparatoria a distancia, para captar, dicen, a un millón 800 mil estudiantes. Se orienta a los desertores del nivel, cuando se sabe que no se han adquirido los aprendizajes significativos para organizar de manera individual procesos cognitivos desde ambientes a distancia o en línea. De nuevo pura retórica.
Y luego la obligatoriedad del bachillerato, que alcanzará a ser universal … en 2022. Puro rollo, porque debiera haberse implantado desde el inicio del sexenio, y no ahora, cuando éste se halla en los límites de su penosa existencia. Además, habrá que ver en los hechos cuántos recursos se le otorgan para hacerlo viable y si se articula de manera exitosa durante el actual periodo escolar.
Para que no quede duda de las intenciones electoreras con el sector educativo, se ha anunciado la revitalización del programa Enciclomedia –todo un fracaso y una tremenda transa aún no ventilada públicamente– y de un proyecto pomposamente denominado “Aula Base Telemática”, que es como el remedo del anterior sin que se haya transparentado la licitación correspondiente.
Y para los profesores, se ha decretado la Evaluación Universal para el Desempeño Docente desde finales del año anterior, la cual ha provocado más controversia y rechazo (ya se ha suspendido por completo en Quintana Roo) que la misma Alianza para la Calidad de la Educación, porque ambas se manejan bajo los intereses que benefician enteramente al SNTE y no a los docentes de la educación básica.
Del mismo modo, ya se anunció, sin pena ni gloria, el Acuerdo 592 para avanzar en la articulación de 12 años de educación básica (Diario Oficial del 19 de agosto de 2011), asegurando que esto se logrará con un currículum por competencias y estándares de logros, con el aprendizaje del inglés desde preescolar, con una educación en la lengua materna y con el manejo de las tecnologías de la información, para llegar a ser una sociedad del conocimiento. Pura abstracción.
Ya veremos en los meses por venir cómo la educación será motivo de un más alto nivel de alarde de propuestas y de engaños. Todos los candidatos prometerán ser los “benefactores” de la educación nacional para hacer realidad lo que nunca se ha alcanzado. Habrá materia para la retórica y los grandes planes inalcanzables, mientras que millones de niños y jóvenes padecen del abandono y de la ignorancia, precisamente faltos de las alternativas que les ofrecerán por montones.
Con las elecciones en puerta, el tema educativo vuelve a cobrar notoriedad en los discursos gubernamentales y de los candidatos, que suman iniciativas e intenciones en cascada para mostrar que, con todo, hay algún interés en los jóvenes, en la reforma de los contenidos educativos y en los docentes.
Pero lo que menos pueden presumir el gobierno actual o los candidatos que han sido cómplices de la barbarie que se ha dado en el país se encuentra en este sector, el cual ha sufrido más la falta de proyectos, de avances y reformas sustanciales, así como de mayores sangrías presupuestales, que han ido a parar a los bolsillos de quienes se han beneficiado de la simbiótica y perversa relación entre el PAN y el SNTE (10 mil 676 millones de pesos en pagos irregulares para agentes del SNTE, de acuerdo con el Informe del Resultado de la Fiscalización Superior de la Cuenta Pública 2010).
El hecho es que se han soltado varias propuestas e iniciativas que vuelven a convertir a la educación en materia de demagogia electoral, en programas para captar votos por la vía del más pernicioso asistencialismo y en planes que, por los tiempos, ya no tienen otra razón que ser parte de la retórica partidaria y gubernamental a favor de algún candidato o candidata.
Véase si no el caudal de ofertas educativas que han salido en el lapso de algunos meses, los más aciagos de este gobierno: comenzó con el Programa Nacional de Financiamiento a la Educación Superior, a través del cual se prometen créditos bancarios para un grupo selecto de instituciones de educación superior, creyendo que así comprarán intereses de algunos sectores de la clase media.
Siguió el anuncio de 600 mil becas para estudiantes pobres en bachillerato y de 400 mil para universitarios. También pura demagogia porque las becas apenas alcanzarán para pagar el transporte o una precaria comida de quienes las obtengan, y porque el país, como nunca antes, se ha inundado de becas que si bien son propicias para mantener a los alumnos en la escuela, no han logrado elevar los niveles de aprendizaje ni la calidad de la escolaridad.
En algún momento habrá que preguntarse por qué siendo este sexenio el de las becas sin ton ni son, se siguen ocupando los peores lugares en rendimiento escolar y en las pruebas internacionales, además de alcanzar el mayor nivel de deserción precisamente en los niveles educativos en donde se otorgan más becas: medio superior y superior.
Y también se ha lanzado el sistema de una preparatoria a distancia, para captar, dicen, a un millón 800 mil estudiantes. Se orienta a los desertores del nivel, cuando se sabe que no se han adquirido los aprendizajes significativos para organizar de manera individual procesos cognitivos desde ambientes a distancia o en línea. De nuevo pura retórica.
Y luego la obligatoriedad del bachillerato, que alcanzará a ser universal … en 2022. Puro rollo, porque debiera haberse implantado desde el inicio del sexenio, y no ahora, cuando éste se halla en los límites de su penosa existencia. Además, habrá que ver en los hechos cuántos recursos se le otorgan para hacerlo viable y si se articula de manera exitosa durante el actual periodo escolar.
Para que no quede duda de las intenciones electoreras con el sector educativo, se ha anunciado la revitalización del programa Enciclomedia –todo un fracaso y una tremenda transa aún no ventilada públicamente– y de un proyecto pomposamente denominado “Aula Base Telemática”, que es como el remedo del anterior sin que se haya transparentado la licitación correspondiente.
Y para los profesores, se ha decretado la Evaluación Universal para el Desempeño Docente desde finales del año anterior, la cual ha provocado más controversia y rechazo (ya se ha suspendido por completo en Quintana Roo) que la misma Alianza para la Calidad de la Educación, porque ambas se manejan bajo los intereses que benefician enteramente al SNTE y no a los docentes de la educación básica.
Del mismo modo, ya se anunció, sin pena ni gloria, el Acuerdo 592 para avanzar en la articulación de 12 años de educación básica (Diario Oficial del 19 de agosto de 2011), asegurando que esto se logrará con un currículum por competencias y estándares de logros, con el aprendizaje del inglés desde preescolar, con una educación en la lengua materna y con el manejo de las tecnologías de la información, para llegar a ser una sociedad del conocimiento. Pura abstracción.
Ya veremos en los meses por venir cómo la educación será motivo de un más alto nivel de alarde de propuestas y de engaños. Todos los candidatos prometerán ser los “benefactores” de la educación nacional para hacer realidad lo que nunca se ha alcanzado. Habrá materia para la retórica y los grandes planes inalcanzables, mientras que millones de niños y jóvenes padecen del abandono y de la ignorancia, precisamente faltos de las alternativas que les ofrecerán por montones.
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