Eduardo Ibarra Aguirre
Por enésima ocasión discursiva, sólo que ahora en voz de la secretaria de Relaciones Exteriores, el gobierno jura que “México está dispuesto a participar y abrirse a un debate sobre la legalización de las drogas aunque con ello no se terminaría el problema del narcotráfico y el crimen organizado en el país”.
Patricia Espinosa lo dijo sin ruborizarse ante parlamentarios de la Asamblea Euro-Latinoamericana, expertos de la Organización de las Naciones Unidas y de los observatorios Interamericano sobre Drogas y Europeo de las Drogas y las Toxicomanías, pero como se trata de la cara tarea de defender los dogmas de Felipe Calderón, cuando le faltan nueve meses para que parta no sólo de Los Pinos sino del país, entonces la funcionaria repitió el casete sobre abrir el debate en torno a regular o no la producción, distribución, comercialización y consumo de las drogas, mientras no hacen nada para que se produzca, como bien registró Leo Zuckermann (Excélsior, 22-II-12, p. 4).
No se necesita formar parte del gobierno del general de cinco estrellas para entender que el problema de la creciente producción de estupefacientes y la multiplicación de los consumidores a edades cada vez más tempranas, es un problema tan antiguo como la humanidad, complejo y multifactorial, pero sólo en la cabeza de Espinosa caben expresiones para de antemano descalificar posibles vías que abran paso a soluciones, igual que como confundió a este gran y vigoroso país con el grupo gobernante.
Recientemente, México Unido Contra la Delincuencia organizó un encuentro internacional con ponentes diversos, entre ellos Margarita Zavala, acaso en su calidad de “esposa del Presidente de México Felipe Calderón”, como dice que le gusta la llamen, para defender la moralija con la que el michoacano de Morelia mal envuelve su fracasada estrategia punitiva y militarista. Los medios electrónicos y varios impresos, privilegiaron el discurso oficial y los argumentos prohibicionistas, pese a que en la aldea se relativizan cada día más.
De esa manera ningún debate se abre paso. Es solamente para aparentar que la ilegal estrategia que Calderón Hinojosa, y por su conducto la Casa Blanca, impuso al país hace casi seis años, es democráticamente debatible.
Tan no es así que Vicente Fox, el entonces presidente que hizo lo indecible para imponer a Calderón como sucesor, ahora lo acusa de “intolerante por rechazar opiniones” opuestas en materia de seguridad, además denunció “la cancelación de libertades”.
En la perspectiva del marido de Martha Sahagún, candidato o candidata que no presente “nuevas propuestas” para resolver el problema de la violencia y las drogas, perderá la elección presidencial de julio próximo, “pues esto no puede seguir así”.
Por si lo anterior no fuera suficiente, Fox Quesada ofreció respaldar al candidato presidencial “del partido que sea”, siempre y cuando “le entre al toro de la violencia” y proponga nuevas ideas para “acabar con el miedo, la pérdi`a de turismo, empleos e inversiones, así como el aumento de la violencia, muertes y pobreza registrada en el actual sexenio”, también panista.
Sin recato defendió a su gobierno: “No veo de dónde está funcionando; era mucho mejor la paz, la tranquilidad que teníamos antes y nadie nos estábamos haciendo tontos, estábamos persiguiendo el crimen, la droga; logramos muchos más decomisos de droga, particularmente de mariguana de lo que se ha logrado ahorita”.
A pesar de las cuentas alegres de las encuestas, remató: “La presencia del Ejército en qué ha servido, es tiempo de recapacitar”. Nuevo deslinde que pareciera trascender a los intereses en pugna en el establecimiento panista.
Por enésima ocasión discursiva, sólo que ahora en voz de la secretaria de Relaciones Exteriores, el gobierno jura que “México está dispuesto a participar y abrirse a un debate sobre la legalización de las drogas aunque con ello no se terminaría el problema del narcotráfico y el crimen organizado en el país”.
Patricia Espinosa lo dijo sin ruborizarse ante parlamentarios de la Asamblea Euro-Latinoamericana, expertos de la Organización de las Naciones Unidas y de los observatorios Interamericano sobre Drogas y Europeo de las Drogas y las Toxicomanías, pero como se trata de la cara tarea de defender los dogmas de Felipe Calderón, cuando le faltan nueve meses para que parta no sólo de Los Pinos sino del país, entonces la funcionaria repitió el casete sobre abrir el debate en torno a regular o no la producción, distribución, comercialización y consumo de las drogas, mientras no hacen nada para que se produzca, como bien registró Leo Zuckermann (Excélsior, 22-II-12, p. 4).
No se necesita formar parte del gobierno del general de cinco estrellas para entender que el problema de la creciente producción de estupefacientes y la multiplicación de los consumidores a edades cada vez más tempranas, es un problema tan antiguo como la humanidad, complejo y multifactorial, pero sólo en la cabeza de Espinosa caben expresiones para de antemano descalificar posibles vías que abran paso a soluciones, igual que como confundió a este gran y vigoroso país con el grupo gobernante.
Recientemente, México Unido Contra la Delincuencia organizó un encuentro internacional con ponentes diversos, entre ellos Margarita Zavala, acaso en su calidad de “esposa del Presidente de México Felipe Calderón”, como dice que le gusta la llamen, para defender la moralija con la que el michoacano de Morelia mal envuelve su fracasada estrategia punitiva y militarista. Los medios electrónicos y varios impresos, privilegiaron el discurso oficial y los argumentos prohibicionistas, pese a que en la aldea se relativizan cada día más.
De esa manera ningún debate se abre paso. Es solamente para aparentar que la ilegal estrategia que Calderón Hinojosa, y por su conducto la Casa Blanca, impuso al país hace casi seis años, es democráticamente debatible.
Tan no es así que Vicente Fox, el entonces presidente que hizo lo indecible para imponer a Calderón como sucesor, ahora lo acusa de “intolerante por rechazar opiniones” opuestas en materia de seguridad, además denunció “la cancelación de libertades”.
En la perspectiva del marido de Martha Sahagún, candidato o candidata que no presente “nuevas propuestas” para resolver el problema de la violencia y las drogas, perderá la elección presidencial de julio próximo, “pues esto no puede seguir así”.
Por si lo anterior no fuera suficiente, Fox Quesada ofreció respaldar al candidato presidencial “del partido que sea”, siempre y cuando “le entre al toro de la violencia” y proponga nuevas ideas para “acabar con el miedo, la pérdi`a de turismo, empleos e inversiones, así como el aumento de la violencia, muertes y pobreza registrada en el actual sexenio”, también panista.
Sin recato defendió a su gobierno: “No veo de dónde está funcionando; era mucho mejor la paz, la tranquilidad que teníamos antes y nadie nos estábamos haciendo tontos, estábamos persiguiendo el crimen, la droga; logramos muchos más decomisos de droga, particularmente de mariguana de lo que se ha logrado ahorita”.
A pesar de las cuentas alegres de las encuestas, remató: “La presencia del Ejército en qué ha servido, es tiempo de recapacitar”. Nuevo deslinde que pareciera trascender a los intereses en pugna en el establecimiento panista.
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