Francisco Rodríguez / Índice Político
No todo está perdido para Felipe Calderón. Su “delfín” Ernesto Cordero queda como segunda opción, cual candidato sustituto de Josefina Vázquez Mota, en caso de que por cualquier razón ella no llegue como abanderada del PAN a las justas electorales del primer día de julio.
Acción Nacional es así el único partido que está en posibilidades reales de sustituir a su candidato con uno de sus militantes “de nivel”, que no esté constitucionalmente impedido –seis meses de separación de un cargo público en la Administración o uno de elección popular, previo a la fecha comicial– para ser votado.
No sucedió así en el PRD. Ahí en el partido del sol azteca Marcelo Ebrard continuó desempeñándose como jefe de gobierno del Distrito Federal, tras que las encuestas empleadas como método decisorio de la candidatura favorecieron a Andrés Manuel López Obrador.
Ebrard, generoso o ambicioso, prefirió mantenerse como “sucesor” –no como sustituto– para el relevo de 2018.
Tampoco hay sustituto en el PRI, pero por razones diametralmente opuestas. Sucedió, cual usted seguro sabe, que en la convocatoria que el tricolor lanzó en noviembre, se condicionaba la participación de Manlio Fabio Beltrones a que éste solicitara licencia al Senado de la República, con el objetivo de que además perdiera la coordinación de la bancada priísta. Algo así como lo sucedido con el perredista Alejandro Encinas, quien perdió el liderato de su fracción parlamentaria cuando regresó a San Lázaro tras su derrota en los comicios estatales mexiquenses.
No hay en el PRD y tampoco en el PRI un militante que, habiendo disputado la candidatura a quienes finalmente resultaron “ungidos” pueda entrar en su relevo, ante cualquier circunstancia fortuita o predeterminada.
Y en el PAN, en cambio, quedan no sólo “el favorito” Ernesto Cordero –en caso de que su patrocinador Felipe Calderón no le dé un premio de consolación dentro de la Administración Pública–, también Santiago Creel, quien se licenció de la llamada Cámara Alta desde el último trimestre del año próximo pasado.
La regla no escrita de que debe haber una suerte de candidato sustituto adquirió relevancia en la campaña priísta de Luis Echeverría Álvarez en el ya remoto 1970. Dos años después de la matanza de Tlatelolco, el entonces abanderado del PRI, a su paso por la Universidad Nicolaíta, en Morelia, fue prácticamente obligado a guardar un minuto de silencio por los estudiantes asesinados por las fuerzas públicas la noche del 2 de octubre, lo que de inmediato provocó que el alto mando de las Fuerzas Armadas presentara algo más que una queja al inquilino de Los Pinos Gustavo Díaz Ordaz, por haber omitido que en esa misma jornada también habían caído efectivos militares, por lo que nadie se condolía.
Díaz Ordaz, quien tenía ya un cúmulo de quejas sobre la heterodoxia de quien sin duda sería su sucesor, pensó junto con el entonces líder priísta Alfonso Martínez Domínguez en relevar a LEA. Pero no encontraron con quién hacerlo.
Consciente de ello, Echeverría si tuvo un puñado de personajes para, en caso necesario, sustituir la candidatura de José López Portillo: Augusto Gómez, Porfirio Muñoz Ledo, Hugo Cervantes… Cada mandatario priísta, desde entonces, mantuvo su as bajo la manga.
Hasta que llegó el momento, en marzo de 1994, en que hubo necesidad de emplearlo, tras el asesinato de Luis Donaldo Colosio.
Practicante de la liturgia priísta, Felipe Calderón pone en práctica todos sus “misterios”, así e involuntariamente.
Ayer que amaneció cargando una nueva derrota –que se suma a la familiar, en la persona de su hermana Luisa María quien, pese a todos los apoyos y ayudas con el erario federal– debió pensar que lo más conveniente es mantener a Ernesto Cordero sin un cargo público.
Dejarlo a la espera de cualquier cosa que pudiera suceder de aquí al cada vez más cercano mes de julio.
Como sustituto, pues.
Índice Flamígero: La otra derrota de Calderón, sin duda, se la propinaron los ultraderechistas guanajuatenses al desdeñar al ex secretario de Salud, Miguel Ángel Córdoba Villalobos como abanderado a la gubernatura. Esto demuestra, además, que el excesivo gasto en publicidad y propaganda desplegado los últimos años por los voceros de éste no rinden los frutos prometidos. Si acaso, como ha sucedido siempre, el único beneficiado es quien reparte a discreción, pero eso sí con prodigalidad, los recursos públicos. El vocero hace campaña pero para él mismo, pues.
No todo está perdido para Felipe Calderón. Su “delfín” Ernesto Cordero queda como segunda opción, cual candidato sustituto de Josefina Vázquez Mota, en caso de que por cualquier razón ella no llegue como abanderada del PAN a las justas electorales del primer día de julio.
Acción Nacional es así el único partido que está en posibilidades reales de sustituir a su candidato con uno de sus militantes “de nivel”, que no esté constitucionalmente impedido –seis meses de separación de un cargo público en la Administración o uno de elección popular, previo a la fecha comicial– para ser votado.
No sucedió así en el PRD. Ahí en el partido del sol azteca Marcelo Ebrard continuó desempeñándose como jefe de gobierno del Distrito Federal, tras que las encuestas empleadas como método decisorio de la candidatura favorecieron a Andrés Manuel López Obrador.
Ebrard, generoso o ambicioso, prefirió mantenerse como “sucesor” –no como sustituto– para el relevo de 2018.
Tampoco hay sustituto en el PRI, pero por razones diametralmente opuestas. Sucedió, cual usted seguro sabe, que en la convocatoria que el tricolor lanzó en noviembre, se condicionaba la participación de Manlio Fabio Beltrones a que éste solicitara licencia al Senado de la República, con el objetivo de que además perdiera la coordinación de la bancada priísta. Algo así como lo sucedido con el perredista Alejandro Encinas, quien perdió el liderato de su fracción parlamentaria cuando regresó a San Lázaro tras su derrota en los comicios estatales mexiquenses.
No hay en el PRD y tampoco en el PRI un militante que, habiendo disputado la candidatura a quienes finalmente resultaron “ungidos” pueda entrar en su relevo, ante cualquier circunstancia fortuita o predeterminada.
Y en el PAN, en cambio, quedan no sólo “el favorito” Ernesto Cordero –en caso de que su patrocinador Felipe Calderón no le dé un premio de consolación dentro de la Administración Pública–, también Santiago Creel, quien se licenció de la llamada Cámara Alta desde el último trimestre del año próximo pasado.
La regla no escrita de que debe haber una suerte de candidato sustituto adquirió relevancia en la campaña priísta de Luis Echeverría Álvarez en el ya remoto 1970. Dos años después de la matanza de Tlatelolco, el entonces abanderado del PRI, a su paso por la Universidad Nicolaíta, en Morelia, fue prácticamente obligado a guardar un minuto de silencio por los estudiantes asesinados por las fuerzas públicas la noche del 2 de octubre, lo que de inmediato provocó que el alto mando de las Fuerzas Armadas presentara algo más que una queja al inquilino de Los Pinos Gustavo Díaz Ordaz, por haber omitido que en esa misma jornada también habían caído efectivos militares, por lo que nadie se condolía.
Díaz Ordaz, quien tenía ya un cúmulo de quejas sobre la heterodoxia de quien sin duda sería su sucesor, pensó junto con el entonces líder priísta Alfonso Martínez Domínguez en relevar a LEA. Pero no encontraron con quién hacerlo.
Consciente de ello, Echeverría si tuvo un puñado de personajes para, en caso necesario, sustituir la candidatura de José López Portillo: Augusto Gómez, Porfirio Muñoz Ledo, Hugo Cervantes… Cada mandatario priísta, desde entonces, mantuvo su as bajo la manga.
Hasta que llegó el momento, en marzo de 1994, en que hubo necesidad de emplearlo, tras el asesinato de Luis Donaldo Colosio.
Practicante de la liturgia priísta, Felipe Calderón pone en práctica todos sus “misterios”, así e involuntariamente.
Ayer que amaneció cargando una nueva derrota –que se suma a la familiar, en la persona de su hermana Luisa María quien, pese a todos los apoyos y ayudas con el erario federal– debió pensar que lo más conveniente es mantener a Ernesto Cordero sin un cargo público.
Dejarlo a la espera de cualquier cosa que pudiera suceder de aquí al cada vez más cercano mes de julio.
Como sustituto, pues.
Índice Flamígero: La otra derrota de Calderón, sin duda, se la propinaron los ultraderechistas guanajuatenses al desdeñar al ex secretario de Salud, Miguel Ángel Córdoba Villalobos como abanderado a la gubernatura. Esto demuestra, además, que el excesivo gasto en publicidad y propaganda desplegado los últimos años por los voceros de éste no rinden los frutos prometidos. Si acaso, como ha sucedido siempre, el único beneficiado es quien reparte a discreción, pero eso sí con prodigalidad, los recursos públicos. El vocero hace campaña pero para él mismo, pues.
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