Carlos Ramírez / Indicador Político
Como personaje del cuento de la lechera de Esopo, Andrés Manuel López Obrador ha hecho sus cuentas y dice que con el 26% de los votos del total del padrón electoral ganaría las elecciones con 20 millones de sufragios.
Sólo que la realidad es diferente a las fábulas y las moralejas electorales tropicales siempre acaban en conflictos y plantones que sólo conducen a la frustración para ocultar los fracasos.
Los cálculos de López Obrador señalan su victoria con el 26% del total del padrón de 75.2 millones de votantes; sólo que en la realidad nunca votan todos los registrados con credencial vigente. En los años de los cambios políticos, el punto máximo de votación fue en 1994 -el año del colapso salinista que comenzó con el alzamiento zapatista y terminó con la devaluación heredada- con el 75% de votación; y el año más bajo fue curiosamente 1988 con el 52.01% de votación.
Por tanto, las cuentas no le salen al tabasqueño. Pero no debe ser extraño que las matemáticas no sean lo suyo porque su hoja académica señala que el examen de matemáticas lo pudo pasar muchos años después de terminar sus estudios y con calificaciones mínimas. Eso sí, deja mala impresión que quien aspira a dirigir la nación y conducir la política económica sea tan malo para los cálculos matemáticos.
Las cifras del 2006 rompen con la ilusión de las malas matemáticas de López Obrador: El padrón fue de 71.4 millones de mexicanos, pero votó sólo el 58.5% o 41.8 millones; de ellos, López Obrador obtuvo el 35.3% o 14.7 millones de votos, frente al 35.9% de Calderón y sus 15 millones de votos.
Sobre una votación promedio de 62% en las últimas cuatro elecciones presidenciales, el número efectivo de votantes potenciales sería de 46.6 millones sobre el padrón efectivo de 75.1 millones. Sobre esa posible votación, el 26% de López Obrador representaría apenas 9.3 millones de votos, una pérdida de alrededor 5.4 millones de votos.
Si el techo electoral de López Obrador es de 26%, entonces desde ahora se tendrán las estimaciones de su derrota. Para ser competitivo, el tabasqueño necesitaría el 35% de su votación de 2006, lo que en el padrón del 2012 significarían, en el escenario de votación promedio de 62%, 16.3 millones de votos. Sólo que en el 2006 el PRD había logrado una alta votación de voto útil que hoy regresará al PAN y al PRI.
De acuerdo con el promedio de las encuestas, López Obrador tendría hoy en día alrededor del 18% de la votación, algo así como 8.3 millones de votos, cifra lógica en la tendencia de votos del PRD en las elecciones anteriores: 6 millones con Cárdenas en 1988 como Frente Democrático nacional, 5.8 con Cárdenas en 1994 ya como PRD, 6.2 con Cárdenas en el 2000. Las encuestas hasta ahora parecen registrar la peor realidad del PRD: La pérdida de votos útiles que llevaron la votación a 14.7 millones de sufragios en el 2006.
El problema de López Obrador son las cuentas alegres; en las elecciones del 2006 mantuvo su argumento, hasta el día de las elecciones, de que estaba diez puntos porcentuales arriba del candidato panista Felipe Calderón Hinojosa, aunque sin dar a conocer la casa encuestadora y pese a que la encuestadora del PRD Covarrubias señalaba empate técnico. Peor aún, atropellando al IFE y antes de terminar el conteo preliminar, López Obrador anunció en el zócalo que había ganado por 500 mil votos de ventaja que nunca acreditó.
La declaración de López Obrador de que ganará las elecciones con el 26% del voto sobre el total del padrón electoral no es otra cosa que estar sentando las bases de su argumentación para el conflicto poselectoral previsible; es decir, el candidato perredista no va a reconocer las cifras oficiales porque nunca aceptara que el IFE diga que votó un porcentaje de los electores y no el 100% de la lista electoral. Y como será de esperar, nuevamente saldrá el grito de guerra de “voto por voto, casilla por casilla” porque también de nueva cuenta el tabasqueño no reconocerá su derrota aún por un voto; en el 2006 juró en medios que reconocería las cifras oficiales y a la hora de la verdad no sólo renegó de las instituciones electorales sino que se plantó en el corredor zócalo-Juárez-Reforma no para contener la violencia sino para amenazar con el alzamiento popular si no le daban la presidencia de la República.
Por tanto, López Obrador ya está asentado en el lunes 2 de julio de 2012 con sus pancartas del 26%. En el sueño tropical de López Obrador, México hará el milagro el domingo primero de julio de este año de llevar a las urnas a la totalidad de los electores registrados, el 100% de la lista electoral, algo que sólo se ha visto en las elecciones arregladas en Cuba y Corea del Norte.
Las cifras electorales de las elecciones presidenciales de 1988, 1994, 2000 y 2006 aclaran los escenarios de las votaciones del 2006. Los cálculos más serenos prevén una votación del 55% de los electores, aproximadamente 40 millones de ciudadanos. Y lo que importa en realidad es el número de votantes y no el porcentaje y ahí el desafío de López Obrador estriba en mantener los 14.7 millones de votantes del 2006 con el 36% de los votos del 2012, pero con una candidata panista más atractiva que Calderón y un Peña Nieto colocado en la punta de la encuestas y recuperando los votos perdidos por Labastida en el 2000 y Madrazo en el 2006.
La tendencia de votos del PRD para el 2012, si carece de una oferta que reproduzca el ánimo del 2006, oscilará entre 20% y 22%, entre 8-9 millones de votos. La clave de este cálculo es que los votos útiles de panistas y priístas retornarán a sus respectivos partidos o se cruzarán entre ellos porque la elección del 2006 se dará entre el partido en el poder presidencial y el partido que quiere regresar a Los Pinos.
Eso sí, el discurso del 26% de López Obrador está preparando el terreno para la protesta de conflicto poselectoral del 2 de julio. Otra vez.
Como personaje del cuento de la lechera de Esopo, Andrés Manuel López Obrador ha hecho sus cuentas y dice que con el 26% de los votos del total del padrón electoral ganaría las elecciones con 20 millones de sufragios.
Sólo que la realidad es diferente a las fábulas y las moralejas electorales tropicales siempre acaban en conflictos y plantones que sólo conducen a la frustración para ocultar los fracasos.
Los cálculos de López Obrador señalan su victoria con el 26% del total del padrón de 75.2 millones de votantes; sólo que en la realidad nunca votan todos los registrados con credencial vigente. En los años de los cambios políticos, el punto máximo de votación fue en 1994 -el año del colapso salinista que comenzó con el alzamiento zapatista y terminó con la devaluación heredada- con el 75% de votación; y el año más bajo fue curiosamente 1988 con el 52.01% de votación.
Por tanto, las cuentas no le salen al tabasqueño. Pero no debe ser extraño que las matemáticas no sean lo suyo porque su hoja académica señala que el examen de matemáticas lo pudo pasar muchos años después de terminar sus estudios y con calificaciones mínimas. Eso sí, deja mala impresión que quien aspira a dirigir la nación y conducir la política económica sea tan malo para los cálculos matemáticos.
Las cifras del 2006 rompen con la ilusión de las malas matemáticas de López Obrador: El padrón fue de 71.4 millones de mexicanos, pero votó sólo el 58.5% o 41.8 millones; de ellos, López Obrador obtuvo el 35.3% o 14.7 millones de votos, frente al 35.9% de Calderón y sus 15 millones de votos.
Sobre una votación promedio de 62% en las últimas cuatro elecciones presidenciales, el número efectivo de votantes potenciales sería de 46.6 millones sobre el padrón efectivo de 75.1 millones. Sobre esa posible votación, el 26% de López Obrador representaría apenas 9.3 millones de votos, una pérdida de alrededor 5.4 millones de votos.
Si el techo electoral de López Obrador es de 26%, entonces desde ahora se tendrán las estimaciones de su derrota. Para ser competitivo, el tabasqueño necesitaría el 35% de su votación de 2006, lo que en el padrón del 2012 significarían, en el escenario de votación promedio de 62%, 16.3 millones de votos. Sólo que en el 2006 el PRD había logrado una alta votación de voto útil que hoy regresará al PAN y al PRI.
De acuerdo con el promedio de las encuestas, López Obrador tendría hoy en día alrededor del 18% de la votación, algo así como 8.3 millones de votos, cifra lógica en la tendencia de votos del PRD en las elecciones anteriores: 6 millones con Cárdenas en 1988 como Frente Democrático nacional, 5.8 con Cárdenas en 1994 ya como PRD, 6.2 con Cárdenas en el 2000. Las encuestas hasta ahora parecen registrar la peor realidad del PRD: La pérdida de votos útiles que llevaron la votación a 14.7 millones de sufragios en el 2006.
El problema de López Obrador son las cuentas alegres; en las elecciones del 2006 mantuvo su argumento, hasta el día de las elecciones, de que estaba diez puntos porcentuales arriba del candidato panista Felipe Calderón Hinojosa, aunque sin dar a conocer la casa encuestadora y pese a que la encuestadora del PRD Covarrubias señalaba empate técnico. Peor aún, atropellando al IFE y antes de terminar el conteo preliminar, López Obrador anunció en el zócalo que había ganado por 500 mil votos de ventaja que nunca acreditó.
La declaración de López Obrador de que ganará las elecciones con el 26% del voto sobre el total del padrón electoral no es otra cosa que estar sentando las bases de su argumentación para el conflicto poselectoral previsible; es decir, el candidato perredista no va a reconocer las cifras oficiales porque nunca aceptara que el IFE diga que votó un porcentaje de los electores y no el 100% de la lista electoral. Y como será de esperar, nuevamente saldrá el grito de guerra de “voto por voto, casilla por casilla” porque también de nueva cuenta el tabasqueño no reconocerá su derrota aún por un voto; en el 2006 juró en medios que reconocería las cifras oficiales y a la hora de la verdad no sólo renegó de las instituciones electorales sino que se plantó en el corredor zócalo-Juárez-Reforma no para contener la violencia sino para amenazar con el alzamiento popular si no le daban la presidencia de la República.
Por tanto, López Obrador ya está asentado en el lunes 2 de julio de 2012 con sus pancartas del 26%. En el sueño tropical de López Obrador, México hará el milagro el domingo primero de julio de este año de llevar a las urnas a la totalidad de los electores registrados, el 100% de la lista electoral, algo que sólo se ha visto en las elecciones arregladas en Cuba y Corea del Norte.
Las cifras electorales de las elecciones presidenciales de 1988, 1994, 2000 y 2006 aclaran los escenarios de las votaciones del 2006. Los cálculos más serenos prevén una votación del 55% de los electores, aproximadamente 40 millones de ciudadanos. Y lo que importa en realidad es el número de votantes y no el porcentaje y ahí el desafío de López Obrador estriba en mantener los 14.7 millones de votantes del 2006 con el 36% de los votos del 2012, pero con una candidata panista más atractiva que Calderón y un Peña Nieto colocado en la punta de la encuestas y recuperando los votos perdidos por Labastida en el 2000 y Madrazo en el 2006.
La tendencia de votos del PRD para el 2012, si carece de una oferta que reproduzca el ánimo del 2006, oscilará entre 20% y 22%, entre 8-9 millones de votos. La clave de este cálculo es que los votos útiles de panistas y priístas retornarán a sus respectivos partidos o se cruzarán entre ellos porque la elección del 2006 se dará entre el partido en el poder presidencial y el partido que quiere regresar a Los Pinos.
Eso sí, el discurso del 26% de López Obrador está preparando el terreno para la protesta de conflicto poselectoral del 2 de julio. Otra vez.
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