¡Adiós, Luis Javier!

Enseñanzas de un solitario
El teatro priísta

Miguel Ángel Velázquez / Ciudad Perdida


¿Cuántas veces habrá de necesitar este país a Luis Javier Garrido? ¡Ya basta!, concluía Luis Javier en su último artículo publicado en su espacio semanal de La Jornada, y con ello exigía frenar el continuo avance de los negocios –los únicos verdaderamente triunfantes– de la guerra de Calderón contra el crimen organizado.

Murió Luis Javier sin dejar espacio al devaneo, sin permitir que las falsas luces de la popularidad opacaran su sentido de justicia. Libre, y tal vez por eso un tanto solitario, no pertenecía a ningún coro que no fuera el de la razón, sostenida con argumentos imbatibles extraídos desde la reflexión teórica en la academia y el análisis severo de la cotidianidad.

Murió Luis Javier y no lo vamos a extrañar porque lo necesitamos. Porque siempre habrá en sus escritos algún pensamiento puntual que nos permita echar luz, sacar la cabeza del mar de sombras que inundan la vida política del país, y porque siempre habló en futuro, advirtiendo una y otra vez que el camino está equivocado y el horizonte sólo promete desastres si no hay cambios verdaderos.

Murió Luis Javier Garrido, pero sus letras no dejarán en paz a los que medran con el poder y olvidan las obligaciones que impone el voto, a los que pervierten las tareas e imponen la injusticia, la desigualdad, a los traidores.

Murió Luis Javier, pero aunque con otros nombres, con diferentes representantes, las mismas formas azules o tricolores campean amenazando con seguir en la ruta que ha postrado al país, que lo empapa de sangre y de pobreza, y por eso sus escritos siguen vivos y aún respiran desde la esperanza del cambio.

Murió Luis Javier y no hay cabida para el luto, porque sólo hay tiempo para seguir el camino de la lucha que nos enseñó. ¡Viva Luis Javier!

De pasadita

Alguien nos comentó, más alarmado que burlón, que lo más moderno que prometió el PRI a los citadinos en su acto del domingo pasado fue Beatriz Paredes.

La cosa es, también nos dijo, que no es posible creer ni en la señora Paredes, que con su sola presencia nos recuerda quién es el PRI, ni en Peña Nieto, que busca todos los errores del pasado y los nuevos para perfeccionarlos; por eso apoya la candidatura de la señora Paredes.

Sea como fuere, lo cierto es que el PRI mostró en esta capital el rostro que ha tratado de ocultar durante todo el año pasado y éste que avanza, y que no es otro que el de la fractura interna. La crítica que se levantó en el acto hacia la candidatura de la ex gobernadora de Tlaxcala fue muy en serio que en el DF lo que queda del priísmo difícilmente irá con ella.

Antes del acto, a Enrique Peña Nieto se le dijo que las cosas no estaban bien, cuando menos el llamado Movimiento Territorial se niega a complacer a sus líderes, que lo abandonaron en los pasados seis años, y que ahora lo buscan para evitar que la próxima elección se complique más de la cuenta.

El asunto es que eso parece casi imposible. Podría ser que los priístas del Distrito Federal no tuvieran memoria, que se dejaran llevar por la idea del triunfo, pero les queda claro, por el momento, que el eventual triunfo de Paredes Rangel a ellos no les serviría de nada.

Y es que en el Movimiento Territorial se sabe que en el Partido Revolucionario Institucional que la lideresa representa no hay cabida para ellos, es decir, su triunfo, el de la candidata de Peña Nieto, significaría la extinción del grupo que ha sabido sobrevivir aun sin el PRI. Ésa es la lección que no olvidan. Ésa es la verdad del teatro priísta que se montó el domingo y que no convenció a nadie.

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