Adiós, Elba Esther

Axel Didraksson

El declive del grupo que encabeza Elba Esther Gordillo está siendo aún más pronunciado ante la proximidad de la elección federal. Rechazado por el PRI, desairado por dos de los precandidatos del PAN y vilipendiado por Andrés Manuel López Obrador, este grupo compacto que lleva más de dos décadas enquistado en el SNTE –dos sexenios gozando de las alianzas con los gobiernos del PAN, que le facilitaron y entregaron recursos millonarios, cargos de alto nivel a lo largo y ancho del país y la mitad de la SEP– está en sus peores momentos.

La dirigente de este grupo se ha convertido en el ícono de lo más aberrante y corrupto de la política mexicana –habiendo tanta tela de dónde cortar–, en objeto de rechazo multitudinario por parte de miles de maestros –como se pudo observar durante las manifestaciones que ocurrieron hace unos días–, y ahora en un personaje despreciado por sus otrora aliados. La fortaleza que antes podía esgrimir para negociar puestos y canonjías ha ido disminuyendo y apenas puede acomodarse a la sombra de su inefable protector, Felipe Calderón –al que le quedan pocos meses para continuar con su farsa de combate al crimen y a la delincuencia–, y de su precandidato que no levanta, Ernesto Cordero.

Y es que las cosas no le han salido bien a ese grupo. Las denuncias por abuso ilegal del poder y de corrupción sindical y electoral se le han venido acumulando, y sus irregularidades son tan evidentes que se han convertido en una papa caliente para este régimen panista. El partido que controla el grupo enquistado en el SNTE, el Panal, no pudo maniobrar electoralmente a favor de la hermana de Calderón en Michoacán, y en el mismo sindicato los tiempos se están apretando peligrosamente, porque el próximo 16 de marzo se vence la toma de nota que de manera ilegal le entregó el presidente del Tribunal Federal de Conciliación y Arbitraje en 2008, y se tendrá que emitir la convocatoria (que debería de haberse conocido desde diciembre de 2011) al congreso nacional para renovar el Comité Ejecutivo Nacional. Si todo se presenta formal y legalmente, este grupo tendría que dejar el poder que se ha adjudicado de manera fraudulenta durante tanto tiempo.

Desde sus puestos en la SEP, este grupo y su dirigente no han hecho sino refrendar la total incoherencia y burocratización que han mostrado los gobiernos panistas en el ámbito educativo, y en sus secretarías estatales, federales y del Distrito Federal han dado muestras de que operan para su beneficio particular, no para mejorar el de por sí desastroso sistema educativo que, como nunca antes, existe en el país.

Por ejemplo, con la suscripción de la denominada Alianza por la Calidad de la Educación (suscrita el 15 de mayo de 2008) se puso en marcha un mecanismo excluyente del resto de los maestros, justificado a partir de metas abstractas y deseos que no han redundado en ningún cambio a favor de la educación, y las evidencias son harto conocidas. Esta alianza entre Calderón y el grupo que comanda Elba Esther Gordillo fue el motivo, además, de constantes desatinos de la entonces secretaria de Educación, Josefina Vázquez Mota, quien tuvo que sufrir la pena de su extravío cuando el mismo Calderón la llamó a rendir cuentas “mes tras mes” al SNTE, y después enfrentar reclamos de que desatendía los acuerdos de la Alianza en la búsqueda de su candidatura por el PAN.

La denominada “evaluación universal del magisterio”, que nunca fue discutida con expertos, secciones sindicales o algún grupo de maestros –ahora se ha limitado sólo a los afiliados al SNTE–, se impuso sólo con el aval del grupo gordillista, pero ha tenido tan malos resultados que de ninguna manera puede aseverarse que ha impactado en la calidad de la educación, en ningún sentido. El mecanismo ha servido, otra vez, para el beneficio del grupo cerrado del SNTE, y no para los miles de maestros que con todas las buenas intenciones acuden a evaluarse. El hecho es que su rechazo crece y crece. Y el mismo destino ha tenido la supuesta reforma a la educación básica, que ha pretendido poner en marcha un modelo educativo basado en competencias, porque se tenía planeada su generalización en el ciclo escolar 2010-2011, y esto no ha ocurrido ni en la imaginación, pues ha quedado en puro rollo.

El grupo de Elba Esther ya no puede garantizar votos, pero sí marrullerías, y habrá que ver quién se atreve a recurrir a ellas para atraer sufragios. Tampoco da imagen política, sino todo lo contrario, y lo peor es que, por donde se le vea, ha demostrado ser el obstáculo más grande para mejorar nuestra educación. Sin embargo, no olvidemos que este grupo y su dirigente no van solitos, pues han sido arropados para evitar que ocurra una verdadera reforma educativa. Sería verdaderamente cínico quien adujera lo contrario.

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