Carlos Ramírez / Indicador Político
Con un precandidato priísta posicionado en las encuestas y un precandidato perredista atrincherado en su voto duro, el PAN tenía en la competencia interna un espacio para fortalecer el saldo sexenal del gobierno actual. Sin embargo, el proceso panista se desvió hacia la lucha por el poder.
La alianza Ernesto Cordero-Santiago Creel contra Josefina Vázquez Mota en el último debate convirtió al sexenio del presidente Calderón en una víctima colateral. Ahí el PAN gastó capital político sin obtener ninguna utilidad a cambio; al contrario, el partido y el gobierno del presidente Calderón salieron mal parados con las críticas a la ex coordinadora de la bancada panista en la Cámara.
La elección interna del PAN el próximo domingo será decisiva para saber si el partido va a llegar con fortaleza a la elección constitucional o si el saldo final -la elección o la imposición- va a operar en contra de las expectativas. Lo peor que le puede ocurrir al PAN es la falta de un ganador por mayoría absoluta y llevar el proceso a una segunda vuelta.
La verdadera lucha por la candidatura presidencial se da entre Ernesto Codero como el candidato designado del presidente Calderón y Josefina Vázquez Mota como posición política sin preferencias de grupo. Si finalmente se impone Cordero por la capacidad de acarreo de voto, el presidente Calderón se va a ver obligado a profundizar su participación directa en la campaña presidencial pero a costa de descomponer la competencia democrática y darle elementos de crítica a la oposición. Y si Vázquez Mota se alza con la victoria interna, el PAN tendrá que ofrecer una unidad sin fisuras si realmente quiere hacer un buen papel.
La competencia interna por la candidatura presidencial en el PAN va más allá de la disputa entre dedazo o elección democrática y también más allá de enfrentamiento entre grupos de poder. En la elección interna el PAN enfrenta cuando menos cinco opciones en dilemas vitales:
1.- El dilema entre neoliberalismo o política social. Cordero como secretario de Hacienda fue el encargado de mantener la política neoliberal definida por Salinas y mantenida a lo largo no sólo de tres sexenios priístas sino de dos administraciones panistas. En el 2000, el PAN tuvo la oportunidad de redefinir la política económica para sacarla de los compromisos internacionales del salinismo, pero las gestiones de Francisco Gil Díaz y Agustín Carstens-Ernesto Cordero mantuvieron el modelo del Consenso de Washington que no ha hecho más que perpetuar el alto costo social y alejarse de la doctrina social del PAN.
2.- El dilema entre continuismo o continuidad. En su discurso de definición, Cordero ofreció lo mismo de los dos sexenios panistas que no lograron quebrar la estructura de desigualdad social; asimismo, en su condición de candidato oficial, se quedó con la etiqueta del continuismo de un grupo panista. Vázquez Mota, en cambio, ha reconocido los sexenios de Fox y Calderón, pero ha dejado entrever que puede haber continuidad de proyecto panista pero no de grupo; y ha esbozado con timidez la necesidad de reconstruir la política del desarrollo como prioridad y no el sometimiento a la dictadura de las cifras de estabilidad macroeconómica.
3.- El dilema entre restauración o transición. Los sexenios de Fox y Calderón decidieron, por la falta de mayoría en el Congreso, pactar las reformas estructurales con el PRI y con ello disminuir su efecto; de hecho, se trató de un modelo de restauración del sistema productivo priísta basado en la doctrina neoliberal de la estabilidad macroeconómica; por su formación en la Secretaría de Desarrollo Social, Vázquez Mota también tímidamente ha dejado entrever la necesidad de superar el falso dilema de estabilidad-costo social y de regresar a la doctrina social original del PAN de equidad. Si se revisan las propuestas no existe diferencia entre las políticas económicas de Cordero y las de Peña Nieto.
4.- El dilema entre neopopulismo o política social. Los gobiernos de Fox y Calderón entendieron la lógica electoral de la política social y en el fondo no ha existido diferencia alguna con el viejo PRI, el PRI de Peña Nieto y el neopopulismo de López Obrador: la política social no produce ascenso social sino que, como el Pronasol de Salinas, sólo atiende necesidades básicas a cambio de lealtad electoral. El PAN no ha podido construir base social porque su gasto social es electoral y no de búsqueda de la igualdad real de oportunidades. La estabilidad macroeconómica de Cordero, como en la época de Salinas, sólo se mitiga con gasto asistencialista que no modifica la estructura de clases sociales.
5.- El dilema el panismo como un priísmo sin PRI o el panismo como verdadera alternativa La clave de las posibilidades de desarrollo del próximo sexenio depende del mantenimiento o redefinición de la política económica. A lo largo de sus presentaciones, Cordero definió la estabilidad macroeconómica como su oferta de definición de su candidatura y gobierno -si gana las dos elecciones, la interna y la constitucional- y con ello sólo dejó la sensación pesimista de que la prioridad -objetivo del priísmo neoliberal salinista que encarna Peña y su asesor Guillermo Ortiz- será el equilibrio y no el bienestar, con lo que el tercer gobierno panista sería igual al periodo neoliberal priísta 1982-2000.
Frente la candidatura mediática del PRI y el regreso del salinismo neoliberal y al fundamentalismo lumpen de López Obrador basado también en el mantenimiento de la estabilidad macroeconómica y el acarreo social, el PAN tiene la oportunidad de ofrecer ahora sí una alternativa de gobierno, de modelo de desarrollo y de prácticas políticas para cumplir con el compromiso del 2000 de terminar con el reinado político, ideológica y de proyecto de nación del PRI.
La candidatura panista a la presidencia para el 2006 definirá el futuro político del PAN en el poder. La votación del domingo se dará entre proyectos panistas pero también entre capacidades operativas para comprar votos. Así, el PAN podrá a ofrecer la imagen de un PRI en acto y potencia o un PAN histórico.
Con un precandidato priísta posicionado en las encuestas y un precandidato perredista atrincherado en su voto duro, el PAN tenía en la competencia interna un espacio para fortalecer el saldo sexenal del gobierno actual. Sin embargo, el proceso panista se desvió hacia la lucha por el poder.
La alianza Ernesto Cordero-Santiago Creel contra Josefina Vázquez Mota en el último debate convirtió al sexenio del presidente Calderón en una víctima colateral. Ahí el PAN gastó capital político sin obtener ninguna utilidad a cambio; al contrario, el partido y el gobierno del presidente Calderón salieron mal parados con las críticas a la ex coordinadora de la bancada panista en la Cámara.
La elección interna del PAN el próximo domingo será decisiva para saber si el partido va a llegar con fortaleza a la elección constitucional o si el saldo final -la elección o la imposición- va a operar en contra de las expectativas. Lo peor que le puede ocurrir al PAN es la falta de un ganador por mayoría absoluta y llevar el proceso a una segunda vuelta.
La verdadera lucha por la candidatura presidencial se da entre Ernesto Codero como el candidato designado del presidente Calderón y Josefina Vázquez Mota como posición política sin preferencias de grupo. Si finalmente se impone Cordero por la capacidad de acarreo de voto, el presidente Calderón se va a ver obligado a profundizar su participación directa en la campaña presidencial pero a costa de descomponer la competencia democrática y darle elementos de crítica a la oposición. Y si Vázquez Mota se alza con la victoria interna, el PAN tendrá que ofrecer una unidad sin fisuras si realmente quiere hacer un buen papel.
La competencia interna por la candidatura presidencial en el PAN va más allá de la disputa entre dedazo o elección democrática y también más allá de enfrentamiento entre grupos de poder. En la elección interna el PAN enfrenta cuando menos cinco opciones en dilemas vitales:
1.- El dilema entre neoliberalismo o política social. Cordero como secretario de Hacienda fue el encargado de mantener la política neoliberal definida por Salinas y mantenida a lo largo no sólo de tres sexenios priístas sino de dos administraciones panistas. En el 2000, el PAN tuvo la oportunidad de redefinir la política económica para sacarla de los compromisos internacionales del salinismo, pero las gestiones de Francisco Gil Díaz y Agustín Carstens-Ernesto Cordero mantuvieron el modelo del Consenso de Washington que no ha hecho más que perpetuar el alto costo social y alejarse de la doctrina social del PAN.
2.- El dilema entre continuismo o continuidad. En su discurso de definición, Cordero ofreció lo mismo de los dos sexenios panistas que no lograron quebrar la estructura de desigualdad social; asimismo, en su condición de candidato oficial, se quedó con la etiqueta del continuismo de un grupo panista. Vázquez Mota, en cambio, ha reconocido los sexenios de Fox y Calderón, pero ha dejado entrever que puede haber continuidad de proyecto panista pero no de grupo; y ha esbozado con timidez la necesidad de reconstruir la política del desarrollo como prioridad y no el sometimiento a la dictadura de las cifras de estabilidad macroeconómica.
3.- El dilema entre restauración o transición. Los sexenios de Fox y Calderón decidieron, por la falta de mayoría en el Congreso, pactar las reformas estructurales con el PRI y con ello disminuir su efecto; de hecho, se trató de un modelo de restauración del sistema productivo priísta basado en la doctrina neoliberal de la estabilidad macroeconómica; por su formación en la Secretaría de Desarrollo Social, Vázquez Mota también tímidamente ha dejado entrever la necesidad de superar el falso dilema de estabilidad-costo social y de regresar a la doctrina social original del PAN de equidad. Si se revisan las propuestas no existe diferencia entre las políticas económicas de Cordero y las de Peña Nieto.
4.- El dilema entre neopopulismo o política social. Los gobiernos de Fox y Calderón entendieron la lógica electoral de la política social y en el fondo no ha existido diferencia alguna con el viejo PRI, el PRI de Peña Nieto y el neopopulismo de López Obrador: la política social no produce ascenso social sino que, como el Pronasol de Salinas, sólo atiende necesidades básicas a cambio de lealtad electoral. El PAN no ha podido construir base social porque su gasto social es electoral y no de búsqueda de la igualdad real de oportunidades. La estabilidad macroeconómica de Cordero, como en la época de Salinas, sólo se mitiga con gasto asistencialista que no modifica la estructura de clases sociales.
5.- El dilema el panismo como un priísmo sin PRI o el panismo como verdadera alternativa La clave de las posibilidades de desarrollo del próximo sexenio depende del mantenimiento o redefinición de la política económica. A lo largo de sus presentaciones, Cordero definió la estabilidad macroeconómica como su oferta de definición de su candidatura y gobierno -si gana las dos elecciones, la interna y la constitucional- y con ello sólo dejó la sensación pesimista de que la prioridad -objetivo del priísmo neoliberal salinista que encarna Peña y su asesor Guillermo Ortiz- será el equilibrio y no el bienestar, con lo que el tercer gobierno panista sería igual al periodo neoliberal priísta 1982-2000.
Frente la candidatura mediática del PRI y el regreso del salinismo neoliberal y al fundamentalismo lumpen de López Obrador basado también en el mantenimiento de la estabilidad macroeconómica y el acarreo social, el PAN tiene la oportunidad de ofrecer ahora sí una alternativa de gobierno, de modelo de desarrollo y de prácticas políticas para cumplir con el compromiso del 2000 de terminar con el reinado político, ideológica y de proyecto de nación del PRI.
La candidatura panista a la presidencia para el 2006 definirá el futuro político del PAN en el poder. La votación del domingo se dará entre proyectos panistas pero también entre capacidades operativas para comprar votos. Así, el PAN podrá a ofrecer la imagen de un PRI en acto y potencia o un PAN histórico.
Comentarios