¿Y el milagro mexicano?

Tortuguismo económico
Pulgas contra transistores

Carlos Fernández-Vega / México SA


¿Qué fue de aquel milagro mexicano, del cuerno de la abundancia, de la prometida potencia industrial en que se convertiría el país a mediano plazo? Se fue por el caño, y hoy la realidad ubica a México no sólo entre las naciones más desiguales del planeta, sino entre las grandes perdedoras en materia de crecimiento económico y desarrollo social. En los años 50 y 60 era catalogada como una de las principales promesas, y se codeaba con los países de mayor empuje y aceleración económica; ahora, cuando bien va, crece a un ritmo cuatro veces inferior al reportado en aquellos tiempos.

El modelo económico dio de sí, y el desarrollo estabilizador fue sustituido por un breve periodo de estatismo a ultranza (en el que mucho tuvo que ver el abultado rescate de empresas privadas –con el pretexto de mantener la planta laboral– cuyos dueños eran amigos del régimen), para dar un giro de 180 grados y entrar de lleno, en la década de los 80, al neoliberalismo a ultranza. En los años 50 y 60 el potencial económico mexicano se equiparaba con el de países como Corea del Sur, Japón, Irlanda, Portugal, España y Chile; en los 80 la diferencia y distancia ya eran notorias, y a estas alturas resultan abismales.

Si a finales de los 40 y principios de los 50 el empresario-presidente Miguel Alemán visualizaba el crecimiento económico y el desarrollo social del país en forma de Cadillacs para todos, hoy, en el mejor de los casos, Felipe Calderón lo visualiza como Programa Oportunidades para todos. A seis décadas de distancia, México se mantiene en el último lugar de aquel grupo de naciones con el que era comparada en los años 50 y 60; todas las demás despegaron, y fuerte; todas empezaron desde la misma posición, y sólo México quedó en el sótano.

De acuerdo con información del Fondo Monetario Internacional (Historical Statistics of the World Economy, cortesía del Coneval), México se estancó a partir de los años 70, y allí se quedó. El cambio de modelo económico impuesto en los 80 sólo empeoró la circunstancia. Un comparativo espeluznante es Corea del Sur, cuya economía en aquellos tiempos representaba la mitad de la mexicana. Seis décadas después esta nación asiática es una gran potencia industrial, tecnológica y comercial, y con elevadísimo índice de desarrollo humano. México, mientras tanto, siguió vistiendo pulgas (al mismo tiempo que otros construían transistores) y se dedicó a maquilar, a importar todo lo que antes producía, a ofrecer servicios por doquier, a expulsar mano de obra y a exportar acelgas, no sin antes privatizar, para extranjerizar, toda la riqueza nacional.

En los años 50 y 60 la economía española intentó despegar por la vía turística y logró reposicionarse entre las naciones con cierto potencial. Por aquellos tiempos no estaba muy alejada de la mexicana, aunque ésta tenía un modelo más sólido, con mayor valor agregado y contenido social. Para la primera década del siglo XXI, España supera con creces a México, con todo y el desbarajuste que traen por aquellos lares. La misma comparación negativa para nuestro país puede hacerse con Irlanda, Japón y Portugal. El único más cercano a la realidad mexicana es Chile, y aun así está por arriba.

Entonces, como advierte el propio Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), para comprender cabalmente la evolución de las condiciones económicas en México debe considerarse también el panorama a largo plazo. En esta perspectiva el crecimiento del PIB per cápita promedio del país de 1990 a la fecha fue de sólo 1.2 por ciento, lo cual corresponde a un crecimiento muy lento de la economía; además, de acuerdo con la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENGH), el ingreso laboral promedio real en el país no ha crecido entre 1992 y 2010.

Si se toma en cuenta el periodo 1950-2010 y, además, el contraste se realiza con otros países que tenían un PIB similar al de México en 1950, lo que se observa es que la economía mexicana tampoco ha tenido un buen desempeño en comparación con éstos ni ha mejorado suficientemente en el largo plazo. Durante este periodo el crecimiento anual promedio del PIB per cápita fue de sólo 2 por ciento, lo cual contrasta con tasas claramente mayores de países como Chile, España, Corea del Sur, Japón, Portugal o Irlanda. Si en vez de 2 por ciento, el crecimiento hubiera sido de 3 por ciento en este mismo periodo, en 2010 el PIB per cápita de México sería de 25 mil 219 dólares en vez de los 14 mil 151 dólares que tuvimos ese año. Estas cifras se refieren a dólares convertidos a la paridad del poder de compra. Sin este ajuste, el PIB per cápita mexicano en dólares fue de 9 mil 522 en 2010.

El Coneval indica que en 2010 “el nivel de vida promedio de los mexicanos hubiera sido 78 por ciento más alto al que tuvimos y seguramente la pobreza sería mucho menor a la que hoy padecemos. No sólo la crisis financiera coyuntural o el incremento en el precio de los alimentos han sido los responsables de que el ingreso real no sea mayor en México (y de que la pobreza sea elevada), también lo es el lento crecimiento económico de largo plazo. Las condiciones de México no podrán mejorarse si no se realizan cambios económicos profundos que propicien el incremento de la productividad, la inversión, la generación de más empleos formales y de mejor calidad, así como el aumento del salario real de manera sistemática y sostenida. De la misma manera, la mejora en otras variables, como la estabilidad de los precios –particularmente de los alimentos– podría redundar en un incremento sostenido del poder adquisitivo del ingreso, al suponer también un mayor dinamismo de los salarios nominales”.

Comparado con nuestro país, Japón está en las nubes, al lado de Corea del Sur; más abajo, y con muchas dificultades, se encuentran España, Portugal e Irlanda. Más cerca de nosotros Chile, pero indudablemente nadie le disputa el último sitio a México. Por ello, el tema económico y el cambio de modelo son asuntos de seguridad nacional que los candidatos al hueso mayor no pueden evadir, ni salvar con promesas fatuas ni frases huecas. O le entran, o le entran. Como dicen los clásicos, urge de urgir.

Las rebanadas del pastel

Dice José Angel Gurría, ahora secretario de la OCDE, que en fechas recientes (léase con el PAN en Los Pinos) volvió a subir la pobreza en México. ¿Cuándo bajó? En 1992 el número oficial de mexicanos en pobreza fue de 46 millones; cuando este personaje ocupó la Secretaría de Hacienda con Ernesto Zedillo, ascendió a 52.7 millones, y al cierre de 2010 se contabilizaron 57.7 millones. Entonces, bajar, lo que llama bajar, pues no precisamente.

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