Carlos Ramírez / Indicador Político
El presidente Calderón anunció que en 2011 se crearon 600 mil nuevos empleos, con una tasa de producto interno bruto de 3.8%. Lo malo fue que el año pasado hubo un aumento de la población económicamente activa de 830 mil personas, de las cuales 28% no pudo encontrar trabajo en el sector formal.
Las cifras indican la realidad del sistema productivo: la tasa promedio de PIB que debe lograrse para no generar desequilibrios es de 3.5% y la tasa de PIB que necesita la demanda de empleo es de 6%; por tanto, la economía mexicana sólo puede atender las necesidades de 70% de la población. Para crear posibilidades de crecimiento del PIB sin generar problemas se requiere de una gran reforma estructural que liquide las regulaciones a las inversiones privadas.
Los saldos sexenales en materia de PIB-empleo serán bajos: un promedio de crecimiento económico anual sexenal de 1.8%, contra un aumento de la población económicamente activa de 3.5 millones de personas, según cifras del Consejo Nacional de Población. Es decir, la inconsistencia en el ritmo de crecimiento económico, con la repercusión de crisis internacionales, siempre dañan al empleo en el sector formal.
Según cifras de la Conapo, el empleo en el sector formal en el periodo 2007-2011 aumentó 10.2%, contra un alza de 33.6% en el sector informal; ello quiere decir que el aparato productivo actual es incapaz de absorber a los mexicanos que se incorporan anualmente a la labor productiva. La severa crisis de 2009, que hundió al PIB en la cifra de -6%, hizo perder empleo formal a 441.5 mil personas, cifra que no cuadra con el tropiezo del PIB.
De acuerdo con las cifras de la Conapo, la población económicamente activa creció en 2 millones 679 mil 039 personas en el periodo 2007-2011; y de acuerdo con las cifras de la Secretaría del Trabajo, en ese mismo lapso el empleo total aumentó en un millón 776 mil 658 empleos, lo que arrojó un déficit en la creación de empleos de 902 mil 381 personas que no encontraron trabajo.
La otra parte de las cifras oficiales también exhibe las limitaciones del sistema productivo: en el periodo 2007-2011 el empleo permanente en el sector formal aumentó menos que en el sector informal; es decir, por los cuellos de botella de los salarios, las prestaciones y la formalidad es más fácil que los trabajadores se vayan a la informalidad, además, esconde una economía negra de evasión de impuestos y de prestaciones a los trabajadores.
la economía mexicana debería de tener un ritmo consistente de crecimiento anual de 6% o más para atender las demandas de empleo de la población económicamente activa que se incorpora cada año al trabajo; el promedio sexenal de crecimiento económico en el Gobierno calderonista sería de 1.8% promedio anual, pero con los datos de que en el pasado las cifras oscilaron entre 2% y 2.5%. En el horizonte histórico, la economía no alcanza a atender la demanda de empleo de los mexicanos.
Estas cifras revelan el punto central de la crisis mexicana: el sistema productivo del actual modelo de desarrollo se ha convertido en un cuello de botella para la actividad económica; la economía no puede crecer más de 3% sin enfrentar el riesgo de desequilibrios de oferta y demanda de bienes, servicios y salarios. Es decir, la economía mexicana es demasiado chica para una sociedad que llega ya a 110 millones de mexicanos. En términos históricos el crecimiento de la PEA le ganó la carrera a la actividad económica creadora de empleos.
La crisis en el empleo tiene sólo dos enfoques: o el Estado obliga a los empresarios a pagar un modelo de prestaciones que repercuten en las finanzas de las empresas o el Estado tendrá que asumir la actividad productiva. El camino tiene pocas salidas: la inversión privada ocurre sólo cuando hay expectativas de utilidades; la inversión directa pública sacrifica utilidades, se convierte en subsidio improductivo y suele terminar en déficit de las finanzas públicas. Por tanto, el dilema de la economía mexicana es seguir por el mismo camino y buscar formas de atender el rezago en el empleo formal.
La crisis es de modelo productivo; es decir, de modelo de desarrollo. Los sectores de bienes que pueden ayudar a ampliar la capacidad productiva están atados a controles estatales del Estado priísta hegemónico y las bancadas priístas en las dos cámaras han impedido las reformas necesarias.
La reforma del modelo de desarrollo era una tarea de la oposición en el poder presidencial, pero la falta de una mayoría legislativa llevó al PAN en el sexenio de Fox al camino fácil de pactar con el PRI la viabilidad de su gobierno a cambio de no reformar el Estado productivo priísta dominado por la doctrina del sector público por encima del sector privado; los espacios de Calderón fueron mucho menores.
El desafío para el próximo gobierno es decidir si continuará por el camino de la administración del viejo modelo estatista priísta con las limitaciones en la oferta de empleo como esencia del bienestar social o si le apostará a la reforma del Estado priísta para pasar del Estado dominante en lo productivo al Estado regulador de una mayor economía privada con controles estrictos.
El problema de México ya no es político o de democracia sino económico y de bienestar como parte fundamental del bienestar social de los mexicanos.
El presidente Calderón anunció que en 2011 se crearon 600 mil nuevos empleos, con una tasa de producto interno bruto de 3.8%. Lo malo fue que el año pasado hubo un aumento de la población económicamente activa de 830 mil personas, de las cuales 28% no pudo encontrar trabajo en el sector formal.
Las cifras indican la realidad del sistema productivo: la tasa promedio de PIB que debe lograrse para no generar desequilibrios es de 3.5% y la tasa de PIB que necesita la demanda de empleo es de 6%; por tanto, la economía mexicana sólo puede atender las necesidades de 70% de la población. Para crear posibilidades de crecimiento del PIB sin generar problemas se requiere de una gran reforma estructural que liquide las regulaciones a las inversiones privadas.
Los saldos sexenales en materia de PIB-empleo serán bajos: un promedio de crecimiento económico anual sexenal de 1.8%, contra un aumento de la población económicamente activa de 3.5 millones de personas, según cifras del Consejo Nacional de Población. Es decir, la inconsistencia en el ritmo de crecimiento económico, con la repercusión de crisis internacionales, siempre dañan al empleo en el sector formal.
Según cifras de la Conapo, el empleo en el sector formal en el periodo 2007-2011 aumentó 10.2%, contra un alza de 33.6% en el sector informal; ello quiere decir que el aparato productivo actual es incapaz de absorber a los mexicanos que se incorporan anualmente a la labor productiva. La severa crisis de 2009, que hundió al PIB en la cifra de -6%, hizo perder empleo formal a 441.5 mil personas, cifra que no cuadra con el tropiezo del PIB.
De acuerdo con las cifras de la Conapo, la población económicamente activa creció en 2 millones 679 mil 039 personas en el periodo 2007-2011; y de acuerdo con las cifras de la Secretaría del Trabajo, en ese mismo lapso el empleo total aumentó en un millón 776 mil 658 empleos, lo que arrojó un déficit en la creación de empleos de 902 mil 381 personas que no encontraron trabajo.
La otra parte de las cifras oficiales también exhibe las limitaciones del sistema productivo: en el periodo 2007-2011 el empleo permanente en el sector formal aumentó menos que en el sector informal; es decir, por los cuellos de botella de los salarios, las prestaciones y la formalidad es más fácil que los trabajadores se vayan a la informalidad, además, esconde una economía negra de evasión de impuestos y de prestaciones a los trabajadores.
la economía mexicana debería de tener un ritmo consistente de crecimiento anual de 6% o más para atender las demandas de empleo de la población económicamente activa que se incorpora cada año al trabajo; el promedio sexenal de crecimiento económico en el Gobierno calderonista sería de 1.8% promedio anual, pero con los datos de que en el pasado las cifras oscilaron entre 2% y 2.5%. En el horizonte histórico, la economía no alcanza a atender la demanda de empleo de los mexicanos.
Estas cifras revelan el punto central de la crisis mexicana: el sistema productivo del actual modelo de desarrollo se ha convertido en un cuello de botella para la actividad económica; la economía no puede crecer más de 3% sin enfrentar el riesgo de desequilibrios de oferta y demanda de bienes, servicios y salarios. Es decir, la economía mexicana es demasiado chica para una sociedad que llega ya a 110 millones de mexicanos. En términos históricos el crecimiento de la PEA le ganó la carrera a la actividad económica creadora de empleos.
La crisis en el empleo tiene sólo dos enfoques: o el Estado obliga a los empresarios a pagar un modelo de prestaciones que repercuten en las finanzas de las empresas o el Estado tendrá que asumir la actividad productiva. El camino tiene pocas salidas: la inversión privada ocurre sólo cuando hay expectativas de utilidades; la inversión directa pública sacrifica utilidades, se convierte en subsidio improductivo y suele terminar en déficit de las finanzas públicas. Por tanto, el dilema de la economía mexicana es seguir por el mismo camino y buscar formas de atender el rezago en el empleo formal.
La crisis es de modelo productivo; es decir, de modelo de desarrollo. Los sectores de bienes que pueden ayudar a ampliar la capacidad productiva están atados a controles estatales del Estado priísta hegemónico y las bancadas priístas en las dos cámaras han impedido las reformas necesarias.
La reforma del modelo de desarrollo era una tarea de la oposición en el poder presidencial, pero la falta de una mayoría legislativa llevó al PAN en el sexenio de Fox al camino fácil de pactar con el PRI la viabilidad de su gobierno a cambio de no reformar el Estado productivo priísta dominado por la doctrina del sector público por encima del sector privado; los espacios de Calderón fueron mucho menores.
El desafío para el próximo gobierno es decidir si continuará por el camino de la administración del viejo modelo estatista priísta con las limitaciones en la oferta de empleo como esencia del bienestar social o si le apostará a la reforma del Estado priísta para pasar del Estado dominante en lo productivo al Estado regulador de una mayor economía privada con controles estrictos.
El problema de México ya no es político o de democracia sino económico y de bienestar como parte fundamental del bienestar social de los mexicanos.
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