Un tema para las campañas

Jorge Diaz

En México normalmente las campañas se centran en discursos añejos, promesas imposibles de alcanzar y frases mercadológicas baratas; pero sobre todo, miran siempre hacia adentro. Se enfocan a conseguir votos para ganar las elecciones y punto, no hay posturas reales de lo que será su estilo político dentro y fuera de nuestras fronteras.

El objetivo es ganar pero no darse a conocer, algunos practican la compra directa del voto, otros ejercen presión a través de la amenaza y otros más, “haiga sido como haiga sido” pero ganan.

Ningún candidato se preocupa realmente por ponerse serio y plantear temas que revistan importancia, que proyecten la imagen de un político comprometido, informado, valiente y sobre todo que anteponga los intereses de México frente a amenazas o críticas de cualquier tipo.

En contraste, tenemos las campañas en los Estados Unidos, los candidatos del partido republicano centran sus discursos en el problema que según ellos representa la mayor amenaza en estos momentos: México y sus indocumentados, además de la hipócrita preocupación por el tráfico de drogas hacia ese país.

En sus argumentos uno encuentra una cantidad de patrañas imposibles de cumplir por parte de los candidatos, sólo recurren a ellas para encender al electorado, pero también hay cuestiones de fondo que evidencian su forma de pensar y nos dan una idea clara de lo que serían las relaciones con ese país de darse el caso de un triunfo republicano. A ellos les encanta someter y los mexicanos ahí vamos, sometidos.

Me pregunto qué pasaría, si alguno de nuestros candidatos adopta una postura contestataria sobre lo que allá se comenta, respecto de los temas tan delicados en la dinámica de vida de los dos países, y presenta la óptica de los mexicanos y la suya propia, a la hora de los mítines de su campaña.

No sugiero para nada la construcción de un discurso anti yanqui, sólo subrayo la necesidad de ver candidatos más involucrados en lo que se dice y se decide sobre nosotros en otros lados, candidatos muy comprometidos por hacer de México un país más independiente, con voz propia y con dignidad.

Sé que lo anterior puede ser tomado como ingenuo, debido a lo delicado de lo que podrían ser las consecuencias de enfrentar (al menos en el discurso) a las voces del norte, pero estoy convencido que en la medida en que nuestros políticos dejen de hacer cálculos y esperen siempre a ver qué pasa allá con sus elecciones; para no estropear las relaciones con un posible nuevo presidente norteamericano agraviado, empezaríamos a ser una nación menos sometida a sus designios.

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