Gregorio Ortega Molina / La Costumbre Del Poder
Ninguno de los precandidatos a la Presidencia de la República vive su tiempo. Ante nuevas leyes y desafíos inéditos se azoran; mientras unos protestan, otros pretenden agandallarse de una supuesta preeminencia en imagen, pero los cinco sin beneficio alguno para la sociedad, sin mostrar imaginación creadora, nuevas ideas sobre lo que debiera ser el ejercicio del poder.
EPN y AMLO se comportan equívocamente al estar rebasados por la realidad. Ante las resoluciones del TRIFE y del IFE parecen no comprender cómo se les ensancha la posibilidad de conquistar el poder de manera distinta, ajustados a la observancia de la ley y convirtiendo el silencio que les es impuesto en instrumento político, arma de doble filo contra sus contrincantes y contra el Poder Ejecutivo, puesto que si tienen equipos creativos muy bien podrían proceder como en el teatro, la novela, el cine, para con el mutismo crear expectación, necesidad, ansia, urgencia por la presencia y las palabras del precandidato ausente por fuerza de la ley.
Los políticos, todos, creen, están seguros de que si no hablan tampoco existen. ¡Craso error! El mutismo, si se conoce de su uso literario, es más poderoso que la verbalización. Allí están los pasajes bíblicos, las reflexiones de los místicos en torno el silencio de Dios. Es en la ausencia donde radica la fuerza, donde se hace presente la necesidad de lo que no se puede acceder o escuchar.
¿Qué gana EPN con pedir igualdad de circunstancias para todos? Cuando parecen iguales, los políticos no llaman la atención. Está ante la oportunidad única, irrepetible de ser distinto, diferente, innovador, presentarse ante los electores envuelto en un aura de misterio mediático, tanto entre los usuarios de las redes sociales como entre los adictos de Internet o los que todavía leen prensa escrita o escuchan o ven noticieros. Pero no, siente que necesita tener presencia y hablar, como si la sociedad estuviese deseosa de zambullirse en quién sabe cuántos millones de espots que nada dicen. No se ha detenido a pensar que los precandidatos del PAN pueden, seguramente hartarán a los potenciales electores.
EPN y AMLO tendrán por delante tres meses de campaña, intensa, entre el 1° de abril y el día de la elección. ¿Necesitan más?
Quien lea o haya acudido al teatro, quien sea asiduo al cine o a la televisión, podrá dar su justo valor a la pausa, al silencio en el diálogo, a la expectación creada cuando alguien es esperado o un mensaje es necesitado, pero tarda en hacerse presente o en llegar. La fuerza de las grandes novelas no radica sólo en la historia y la manera de narrarla, sino también en los silencios implícitos que el autor necesita para que el lector no despegue los ojos del texto.
¿Habrá uno de los precandidatos diferente a los demás, y hará del silencio un arma política, o todos se sumarán a la verborrea electoral sin mensaje, sin contenido, sin nada nuevo?
El silencio es un poder que desconocen, por consiguiente no saben usarlo.
Ninguno de los precandidatos a la Presidencia de la República vive su tiempo. Ante nuevas leyes y desafíos inéditos se azoran; mientras unos protestan, otros pretenden agandallarse de una supuesta preeminencia en imagen, pero los cinco sin beneficio alguno para la sociedad, sin mostrar imaginación creadora, nuevas ideas sobre lo que debiera ser el ejercicio del poder.
EPN y AMLO se comportan equívocamente al estar rebasados por la realidad. Ante las resoluciones del TRIFE y del IFE parecen no comprender cómo se les ensancha la posibilidad de conquistar el poder de manera distinta, ajustados a la observancia de la ley y convirtiendo el silencio que les es impuesto en instrumento político, arma de doble filo contra sus contrincantes y contra el Poder Ejecutivo, puesto que si tienen equipos creativos muy bien podrían proceder como en el teatro, la novela, el cine, para con el mutismo crear expectación, necesidad, ansia, urgencia por la presencia y las palabras del precandidato ausente por fuerza de la ley.
Los políticos, todos, creen, están seguros de que si no hablan tampoco existen. ¡Craso error! El mutismo, si se conoce de su uso literario, es más poderoso que la verbalización. Allí están los pasajes bíblicos, las reflexiones de los místicos en torno el silencio de Dios. Es en la ausencia donde radica la fuerza, donde se hace presente la necesidad de lo que no se puede acceder o escuchar.
¿Qué gana EPN con pedir igualdad de circunstancias para todos? Cuando parecen iguales, los políticos no llaman la atención. Está ante la oportunidad única, irrepetible de ser distinto, diferente, innovador, presentarse ante los electores envuelto en un aura de misterio mediático, tanto entre los usuarios de las redes sociales como entre los adictos de Internet o los que todavía leen prensa escrita o escuchan o ven noticieros. Pero no, siente que necesita tener presencia y hablar, como si la sociedad estuviese deseosa de zambullirse en quién sabe cuántos millones de espots que nada dicen. No se ha detenido a pensar que los precandidatos del PAN pueden, seguramente hartarán a los potenciales electores.
EPN y AMLO tendrán por delante tres meses de campaña, intensa, entre el 1° de abril y el día de la elección. ¿Necesitan más?
Quien lea o haya acudido al teatro, quien sea asiduo al cine o a la televisión, podrá dar su justo valor a la pausa, al silencio en el diálogo, a la expectación creada cuando alguien es esperado o un mensaje es necesitado, pero tarda en hacerse presente o en llegar. La fuerza de las grandes novelas no radica sólo en la historia y la manera de narrarla, sino también en los silencios implícitos que el autor necesita para que el lector no despegue los ojos del texto.
¿Habrá uno de los precandidatos diferente a los demás, y hará del silencio un arma política, o todos se sumarán a la verborrea electoral sin mensaje, sin contenido, sin nada nuevo?
El silencio es un poder que desconocen, por consiguiente no saben usarlo.
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