Privilegios presidenciales

Ernesto Villanueva

Para nadie es un secreto que México es uno de los países con mayores desigualdades sociales y económicas en el mundo. El caso del presidente de la República es excepcional en el orbe por los privilegios que tiene, como ningún otro presidente del mundo. Una de las propuestas de campaña presidencial debería ser ajustar este altísimo sueldo en razón no tanto de montos, sino de número de salarios mínimos, para reducir la agudísima brecha entre quienes lo tienen todo y quienes nada poseen. Veamos la dimensión del problema, de acuerdo con datos oficiales.

Primero. Si se compara México con los países de América Latina y Brasil, los sueldos del presidente mexicano resultan una ofensa a la inteligencia de todos. En efecto, el presidente Felipe Calderón gana al año 140 salarios mínimos anuales de México. En los siguientes casos se compara el sueldo presidencial con los salarios mínimos vigentes en cada país: El presidente de Chile tiene un sueldo equivalente a 33 salarios mínimos anuales; el de Brasil, lo correspondiente a 21, mientras que la presidenta de Argentina gana 11 salarios mínimos anuales.

Como se puede observar, el presidente Calderón tiene un ingreso 300% mayor que el gobernante de Chile y más de ¡1000%! superior al de la presidenta de Argentina. Lo anterior, por supuesto, no incluye bonos por buen desempeño o deducciones por resultados. Calderón, a pesar de su fracasada guerra personal contra una parte del narcotráfico, ha generado muertes, migración, cierre de empresas y una alta tasa de desempleo. Es evidente que el responsable de semejante estrategia contra un sector del crimen organizado es el presidente Calderón, pero son los pobres, la casi totalidad de la población, los que libran la guerra en los distintos grupos en conflicto. Las ocurrencias de Calderón las pagamos todos y él no tiene sanción alguna.

Segundo. El presidente Calderón no se queda atrás si se comparan sus emolumentos con los que recibe una muestra representativa de los presidentes o primeros ministros de los países más ricos del mundo. Para no ir muy lejos, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, percibe un ingreso mensual de 29 salarios mínimos; el de Japón, de 24; el de Francia, 18, y el primer ministro del Reino Unido obtiene aproximadamente 13 veces el monto del salario mínimo. Proporcionalmente, Calderón tiene un ingreso superior en 400% al del presidente de Estados Unidos, lo que no es poca cosa. Peor todavía: Sólo Estados Unidos cuenta con más personal en la presidencia de la República que México, por si existiera alguna duda de la burocracia de privilegio que presenta nuestro país.

Tercero. Eso no es todo. En México el presidente de la República se sacó la lotería de por vida. No sucede lo mismo en los países en desarrollo ni en los más desarrollados del mundo. En México, el presidente Calderón, después de su salida del cargo, seguirá ganando de por vida los 140 sueldos mínimos, así como gastos de alimentación, hospedaje y apoyo secretarial. Eso no lo obtendrá su homólogo de Estados Unidos, Barack Obama, quien recibirá sólo un bono de marcha y un apoyo de por vida no superior a 50 % de su sueldo en funciones.

De la misma forma, Obama jamás podrá obtener el gran aparato de seguridad y apoyo administrativo que Calderón, quien aprobó un decreto para hacer pasar estos apoyos de 103 elementos del Estado Mayor Presidencial que existían hasta Vicente Fox como máximo (75 del Ejército y Fuerza Aérea y 28 civiles) a ¡425! Vamos, salvo prueba en contrario, eso no sucede en ninguna parte del planeta. Obama sólo dispondrá de dos secretarias y de apoyo según las necesidades reales justificadas del servicio secreto, por 10 años, a partir del término de su periodo presidencial.

Por supuesto, en América Latina sería un sueño contar con las facilidades que tiene un expresidente mexicano. En Costa Rica la pensión se reduce a la de un diputado con un asistente, sin seguridad. Sin nada se van los expresidentes de Argentina, Chile, Paraguay, Uruguay, Perú y Ecuador, de acuerdo con las leyes vigentes en esos países. Estas elecciones presidenciales de 2012 deberían dar una muestra –así sea sólo una– de dignidad y ética pública. Lo menos que puede hacerse es poner fin a los excesos de Calderón y reajustar todo el sistema de pensiones presidenciales; al menos, ajustarnos el cinturón para que nuestros expresidentes vivan como sus similares en Japón, Estados Unidos o Alemania, lo que paradójicamente ya sería un gran avance.

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