Jorge Diaz
Pues “haiga sido como haiga sido”, pero el premio es mío. El querido lector deberá sentir; más que desconfianza, miedo por el reconocimiento que recibió Felipe Calderón en Davos, Suiza, con motivo del Foro Económico Mundial. Lo declararon “Estadista Global”.
¿Y eso que’s? Dirían en la Tarahumara y en los barrios pobres, qué digo pobres, miserables de nuestra entrañable patria. Mejor que no lo sepan, porque entonces sí se le andaba armando al que dentro de poco se va ¿A dónde? quién sabe, pero se va.
Y es que lejos del significado que el premio en sí pudiera tener, por la percepción que tengan los dueños de los dineros sobre el manejo de los mismos que ha realizado Calderón durante su gestión, procurándoles siempre hartas ganancias y garantías para que sus capitales crezcan y estén seguros, mientras los bolsillos de los mexicanos (la mayoría) siguen vacíos, está el escandaloso aval que le dan a su gobierno en lo general. La forma es fondo y en el fondo, a los reunidos en Davos no les importa la sangría, hambruna, desempleo, sequía e ingobernabilidad que sufre el país y que en el mejor de los casos no atendió eficazmente el presidente y en el peor de los escenarios, los ha provocado.
El mensaje para los mexicanos desde Suiza: ¡Púdranse!
Imagínese, el poder económico en acuerdo y concordancia con los estados más fuertes del orbe y la bendición gringa, no ven otra cosa que no sea quizá, un rubro (el económico) en el actuar del presidente de México, pero ignoran o pretenden ignorar el resto de las circunstancias que golpean la nación, o por lo menos, no lo hacen responsable del cada vez mayor resentimiento y descontento social que impera entre los que también (creo) formamos parte de esta sociedad.
Este premio da miedo, porque si alguna vez pasó por nuestras mentes la idea de que desde el extranjero se levantaría la ceja para advertir que en México las cosas en lo general no están siendo del todo bien manejadas y; por tanto, intentaran influir para que la presidencia, autoridades, partidos políticos y demás actores corrigieran el rumbo hacia actitudes más sensibles y de mayor preocupación para quienes menos tienen, la esperanza se esfuma.
Para ellos, todo está bien. Premiaron a un señor que para cualquier tema utiliza metáforas bélicas, no hubo otra cosa en su sexenio más que horribles historias que fue incapaz de manejar de forma estratégica; para él todo fue responder fuego con fuego, sin imaginación y sin importarle la consecuencia del terror sembrado entre los que día a día, salen a ganarse el pan.
El Foro Económico Mundial, debería saber que para declarar estadista a alguien, por lo menos ese alguien, debe ser un líder carismático, que mantenga a la nación cohesionada y no polarizada, que mantenga los índices de violencia en los márgenes aceptables y de acuerdo al tamaño de las ciudades, que logre (por acción directa con los involucrados) que el poder adquisitivo de las familias sea suficiente y estimule el ahorro familiar, que exija a los empresarios que los empleos sean dignos, que se preocupe de que los servicios e infraestructura que ofrece el Estado sean los que, de acuerdo a sus posibilidades reales, le den a la gente una sensación de bienestar. Un estadista es aquél, que con sólo abrir la boca en un acto público, genera un animo efervescente entre la población y provoca un sentimiento de orgullo, amor y solidaridad hacia la patria, uno que sepa transmitir la idea de que vamos bien y por buen rumbo.
Pero no, para los dueños del dinero México está ¡de pelos!
Estadista… ¡ay…!
Pues “haiga sido como haiga sido”, pero el premio es mío. El querido lector deberá sentir; más que desconfianza, miedo por el reconocimiento que recibió Felipe Calderón en Davos, Suiza, con motivo del Foro Económico Mundial. Lo declararon “Estadista Global”.
¿Y eso que’s? Dirían en la Tarahumara y en los barrios pobres, qué digo pobres, miserables de nuestra entrañable patria. Mejor que no lo sepan, porque entonces sí se le andaba armando al que dentro de poco se va ¿A dónde? quién sabe, pero se va.
Y es que lejos del significado que el premio en sí pudiera tener, por la percepción que tengan los dueños de los dineros sobre el manejo de los mismos que ha realizado Calderón durante su gestión, procurándoles siempre hartas ganancias y garantías para que sus capitales crezcan y estén seguros, mientras los bolsillos de los mexicanos (la mayoría) siguen vacíos, está el escandaloso aval que le dan a su gobierno en lo general. La forma es fondo y en el fondo, a los reunidos en Davos no les importa la sangría, hambruna, desempleo, sequía e ingobernabilidad que sufre el país y que en el mejor de los casos no atendió eficazmente el presidente y en el peor de los escenarios, los ha provocado.
El mensaje para los mexicanos desde Suiza: ¡Púdranse!
Imagínese, el poder económico en acuerdo y concordancia con los estados más fuertes del orbe y la bendición gringa, no ven otra cosa que no sea quizá, un rubro (el económico) en el actuar del presidente de México, pero ignoran o pretenden ignorar el resto de las circunstancias que golpean la nación, o por lo menos, no lo hacen responsable del cada vez mayor resentimiento y descontento social que impera entre los que también (creo) formamos parte de esta sociedad.
Este premio da miedo, porque si alguna vez pasó por nuestras mentes la idea de que desde el extranjero se levantaría la ceja para advertir que en México las cosas en lo general no están siendo del todo bien manejadas y; por tanto, intentaran influir para que la presidencia, autoridades, partidos políticos y demás actores corrigieran el rumbo hacia actitudes más sensibles y de mayor preocupación para quienes menos tienen, la esperanza se esfuma.
Para ellos, todo está bien. Premiaron a un señor que para cualquier tema utiliza metáforas bélicas, no hubo otra cosa en su sexenio más que horribles historias que fue incapaz de manejar de forma estratégica; para él todo fue responder fuego con fuego, sin imaginación y sin importarle la consecuencia del terror sembrado entre los que día a día, salen a ganarse el pan.
El Foro Económico Mundial, debería saber que para declarar estadista a alguien, por lo menos ese alguien, debe ser un líder carismático, que mantenga a la nación cohesionada y no polarizada, que mantenga los índices de violencia en los márgenes aceptables y de acuerdo al tamaño de las ciudades, que logre (por acción directa con los involucrados) que el poder adquisitivo de las familias sea suficiente y estimule el ahorro familiar, que exija a los empresarios que los empleos sean dignos, que se preocupe de que los servicios e infraestructura que ofrece el Estado sean los que, de acuerdo a sus posibilidades reales, le den a la gente una sensación de bienestar. Un estadista es aquél, que con sólo abrir la boca en un acto público, genera un animo efervescente entre la población y provoca un sentimiento de orgullo, amor y solidaridad hacia la patria, uno que sepa transmitir la idea de que vamos bien y por buen rumbo.
Pero no, para los dueños del dinero México está ¡de pelos!
Estadista… ¡ay…!
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