PRD-DF: Izquierda Vs. Ebrard

Carlos Ramírez / Indicador Político

Justo en los momentos en que entró en operación la encuesta del PRD-PT-Movimiento Ciudadano-Morena para escoger como candidato a jefe de gobierno del DF no al que represente un proyecto, sino al más popular entre la tropa, la verdadera izquierda perredista dejó muy clara su crítica a la intención de Marcelo Ebrard de imponer a Miguel Ángel Mancera, desconocido y ajeno a la izquierda.

El viernes, en Milenio, Pablo Gómez, ex militante del Partido Comunista, líder de la juventud comunista en el 68, teórico del marxismo, crítico de los métodos priístas, fundador del PRD y aval de la cesión del registro del PCM al PRD, cuestionó métodos y perfil del proceso de selección del candidato al DF.

Y en La Jornada del domingo pasado, Arnaldo Córdova, ex militante del PCM, historiador crítico de la versión priísta de la historia, teórico del marxismo y militante del PRD, también criticó duramente el método de la encuesta y puso en duda la formación política y de izquierda del candidato ebrardista Miguel Mancera.

Los dos dejan claro que en el método de la encuesta no se reconoce al PRD. Por su importancia, se transcriben algunos párrafos del texto de Gómez:

“La encuesta que se realizará el próximo fin de semana para definir la candidatura de las izquierdas al gobierno de la Ciudad de México es en realidad un mecanismo de designación, aunque éste se encuentre en manos de tres mil personas seleccionadas aleatoriamente, la mitad de las cuales de seguro que no responderá. El punto es importante porque subraya la ausencia de una votación democrática.

El PRD ha mostrado otra vez su incapacidad para organizar comicios sin la realización de fraudes por parte de muchos de sus dirigentes. Éste es quizá el mayor fracaso del más importante partido de izquierda de la historia de México. Cualquiera hubiera negado hace años que tal cosa pudiera ocurrir. Se trata de una crisis de moralidad que invalida al PRD como un partido fundamental del pueblo y la nación, lo que antes fue.

En la Ciudad de México, el PRD siempre eligió a su candidato a jefe de gobierno mediante el voto abierto de la ciudadanía. Así surgieron las candidaturas de Cárdenas, López Obrador y Ebrard. De esos comicios se derivaron gobiernos elegidos por el pueblo, los primeros tres de la historia de una ciudad sometida al dictado personal de los sucesivos presidentes. Esa trayectoria democrática fue un sello de orgullo. Hoy se ha confirmado que la falta de respeto a la ciudadanía, procedente del partido antidemocrático histórico mexicano --el PRI--, puede volver ante la crisis de la izquierda y su incapacidad para mantener una mínima consecuencia democrática.

Así que la competencia interna por el poder que se produce en el PRD carece de reglas democráticas. El fondo entonces consiste en el clientelismo partidista y el desplazamiento casi total de los militantes individuales. La estructura perredista no es más que una colección de grupos clientelares, necesarios para las contiendas internas, pero absolutamente insuficientes para la lucha política…

No parece estar en juego, a las claras, un proyecto de reformas para la ciudad, sino la continuidad de una burocracia que, aunque evitable, se fue creando con base en el ejercicio del poder, en especial en las delegaciones donde el mando unipersonal, la ausencia de controles mínimamente democráticos y la ampliación del gasto sin planeación ni políticas defendibles ha generado una estructura poco útil y proclive a la corrupción.

Del artículo de Córdova se extraen párrafos:

Por primera vez estamos ante la disyuntiva real de que la izquierda pierda las elecciones de este año, porque han comenzado a darse signos ominosos de inconformidad y rebeldía de la ciudadanía por actos ciertos de mal gobierno. Eso, acompañado de cierta petulancia y prepotencia de funcionarios públicos que han perdido la antigua humildad con la que se enfrentaron los problemas y también la determinación de hacer bien las cosas. Muchos de esos funcionarios han llegado a confesar que no se consideran de izquierda ni, mucho menos, pertenecen al partido gobernante, el PRD, lo que de ningún modo podría considerarse un defecto.

Tal vez a ello se deba el hecho de que el último gobierno perredista aparezca, sobre todo en los últimos tiempos, como un gobierno poco identificado con la izquierda histórica y cada vez más alejado de las políticas que sus antecesores siguieron.

El vuelco que se ha dado en derredor de la precandidatura del ex procurador Miguel Ángel Mancera es revelador de lo que decimos. Las cosas en lo tocante a la elección del futuro candidato de la izquierda ya no se deciden dentro de los partidos, sino en las alturas del poder. Al parecer, Mario Delgado era un prospecto del jefe de Gobierno para contender dentro del PRD; cuando eso ya no fue necesario, por todo lo que he apuntado antes, Mancera se convirtió en el favorito. Él fue uno de aquellos funcionarios a los que antes me referí y que negaron ser de izquierda --varias veces dejó en claro que no pertenecía al PRD ni pensaba ingresar al mismo--.

De repente todos aquellos otros prospectos que surgieron de las filas del PRD --Martí Batres, Alejandra Barrales o Joel Ortega, aunque éste con su propia base política-- o de otro partido de la coalición --el muy peculiar Gerardo Fernández Noroña-- se opacaron ante el candidato independiente en pos del cual se arremolina la cargada. En los hechos, el PRD ha desaparecido como actor de este proceso y sus diferentes tribus alegremente participan de la cargada, dando un espectáculo bochornoso --el caso de Izquierda Democrática Nacional, de Bejarano, es casi emblemático, pues con ser la corriente mayoritaria en la entidad, no tuvo de dónde sacar un candidato propio--.

Yo habría preferido que las bases del PRD --y de los otros dos partidos de la coalición-- hubiesen tenido la oportunidad de decidir por sí mismas quién sería su candidato. Yo desde luego me habría pronunciado por Martí Batres, un verdadero prospecto de izquierda, con trayectoria política, legislador en varias ocasiones y un funcionario honesto y eficaz. Todo eso ya no es posible --si alguna vez lo fue-- y la contienda electoral será ya muy otra cosa.

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