Poiré

Gregorio Ortega Molina / La Costumbre Del Poder

Las próximas elecciones presidenciales serán las más violentas y sucias en la historia de México. Más que la reelección de Álvaro Obregón, mucho más que la prolongación del maximato, ni qué decir de las de 1994, porque no se necesitan asesinatos, ejecuciones y sangre para que haya violencia: los rumores y la tinta, los twitters, los blogs, los trollers y las descalificaciones sin argumento son más mortíferos que las balas.
El presidente Felipe Calderón ha desarrollado un proyecto personal: dividir a México. El encono social y su obsesión por destruir al PRI hicieron escuela, ésta se manifiesta en las redes sociales, en las incipientes especulaciones sobre cómo, por quién sí y por quién no votar, en los conspicuos miembros de su gabinete, concretamente en el secretario de Gobernación, Alejandro Poiré, quien por anticipado se empeña en manchar el proceso electoral, pues sostiene, sin pruebas -no las ha mostrado- y con todo desparpajo, que debe reconocerse la injerencia del crimen organizado en algunas elecciones.

La insidia está sembrada y tiene frutos, porque de otra manera no puede entenderse la resolución del TRIFE sobre la presidencia municipal de Morelia, puesto que como no pudieron los distinguidos panistas propiciar la suspensión de las elecciones de gobernador, al carecer de pruebas sobre la intromisión del narco se contentaron con profundizar la sumisión de esa parte del Poder Judicial de la Federación, que a toda petición desde Los Pinos responde con aquiescencia.

Nada hay más violento y sucio, en materia electoral, que la conculcación de los derechos del elector. Así es como se destruye la simiente de la democracia y la confianza en las instituciones de la República. No necesitan en Los Pinos, no requieren en el PAN de armas y sangre para ensuciar esta elección presidencial, les basta con alentar el rumor, con fomentar el linchamiento en las redes sociales, con impulsar el encono y la división de los mexicanos, en la idea de que prevalezca la indefinición y se postergue la transición para que todo permanezca igual, pues es la única manera en que han podido sostenerse en el poder.

Está la sociedad hundida en millones de “espots” que nada dicen, y eso que por el momento se viven las precampañas, los que hablan son precandidatos en tanto no queden registrados ante el IFE, pero a partir del 30 de marzo el ruido será feroz, impedirá la reflexión y la violencia política se adueñará del mensaje con remitente sin identidad, pero que va dirigido a esa parte de la sociedad ansiosa de un cambio, de una renovación, sin encontrar respuesta en ninguna de las propuestas ideológicas ni en las ofertas de políticas públicas que carecen de viabilidad.

Alejandro Poiré insistirá en que las campañas han sido infiltradas por la delincuencia organizada, pero no podrá probarlo, por lo que atizará la duda, la división, el resentimiento, para que su jefe pueda salirse con la suya.

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