¿Poder ciudadano?

Antonio Navalón

Mancera no es un hombre de partido, es un hombre de poder. Wallace es, literalmente, la madre empujada por el asesinato de su hijo a hacer todo lo humano e inhumano para que al menos el crimen no quedara impune.

Nos hemos pasado 30 años escupiendo sobre los partidos políticos. No nos gusta nuestra clase política. Pensamos que son flojos, corruptos, perversos, terribles.

De hecho, el Presidente de la República y el presidente –en algún momento del Senado– Manlio Fabio Beltrones, enviaron al Congreso, a una mayoría minoría encabezada por PAN y PRI, una propuesta para que fuera posible elegir como presidente del país a un representante ciudadano. Es decir, al poder ciudadano sin un partido detrás de él.

¿Qué pasó? Pues que pese a que los dos partidos pudieron haber sacado la propuesta por mayoría absoluta, ésta naufragó.

¿Dónde naufragó? Primero lo hizo en el océano del sentido común. Yo, por ejemplo, soy un ciudadano, si me interesara ser presidente y si la Constitución me lo permitiera por mi especial condición de naturalizado –cosa que no es así–, a partir de ese momento qué podría yo hacer: o tengo un tío rico, soy el candidato de una gran empresa, tengo una televisora o hago una revolución.

Porque como poder ser, todo puede ser. Por ejemplo, podemos ser un país donde hace seis años la gente te daba el pésame por vivir en la Ciudad de México y hoy, probablemente elegiremos a un Jefe de Gobierno en una confrontación electoral entre las víctimas y la aplicación de la justicia.

¿Qué está pasando en el país? Es sencillo. No sé si como sociedad ganamos pero sé que los políticos espabilan. No sé cuánto cambiarán los partidos, no sé si que Mancera sea el candidato del PRD en el DF nos hará más libres, ni tampoco que Wallace pueda conseguir que el PAN sea más abierto, pero puedo asegurar que ambas marcas, ambos controles del presupuesto tienen caballos nuevos con los que van a jugar el ajedrez electoral. Pese a todo, la democracia es el menos malo de los sistemas. Creo en ella y creo en la sociedad. La existencia de los partidos me parece fundamental siempre y cuando no estén controlados para servir a la corrupción.

No creo que desde la ingenuidad de que basta la representación social, vestirse de blanco o ir a una manifestación se cambian las cosas. No quiero decir que esto sea lo que pasa aquí siempre. Las marchas por la paz o contra la violencia son importantes, pero no inciden en la coraza de los partidos, salvo que estos necesiten votos.

Si Mancera llega a Jefe de Gobierno será el primero que los haga desde la Procuraduría: persiguiendo malos, dando tranquilidad a la sociedad con un lenguaje de que en él podemos confiar, que es el duro, el fuerte. De ganar Wallace, será desde nuestra condición de sociedad vulnerada, sacrificada, asesinada.

Tenemos un problema grave de clase política y de valores pero hay que reconocer que el gobierno saliente de Ebrard y su administración de la Ciudad ha sido buena y eficiente. Pero hasta cierto punto.

Más allá de la condición de ángel justiciero o víctima propiciatoria, cuál es el programa específico que la sociedad puede ofrecerse a sí misma: ¿Que son menos corruptos? ¿No son corruptos? ¿No caerán en los partidos? ¿Plantarán cara a los partidos?

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