Francisco Rodríguez / Índice Político
He de rectificar públicamente mi opinión sobre el señor Felipe Calderón. Desde el último viernes vengo pensando que mis críticas a su desempeño cual ocupante de Los Pinos han sido injustas y que, en realidad, lo que debo hacer es elogiarlo pues estamos todos los mexicanos frente a un pequeño gran estadista.
Ya lo dijo alguien por ahí no ha mucho. Que debemos agradecer a Dios por designio: que sea precisamente en las manos de Calderón que las riendas del país estén firmes y tensas, dando rumbo a la Nación.
Fueron las propias palabras del michoacano las que me vencieron y convencieron.
Justo esas que pronunció durante la sesión del Consejo Nacional de Adicciones.
¿Qué cuáles fueron esas luminosas palabras?
Pues ni más ni menos que aquellas que describen con exactitud la terrible situación por la que el país atraviesa y que, gracias a Dios y por supuesto a Calderón, no han conseguido escalar a niveles de verdadera descomposición social.
Dijo el ocupante de Los Pinos que el aumento del poder adquisitivo de los mexicanos es el que ha propiciado que el narcomenudeo se expanda en el país, generando con ellos bandas delictivas que se pelean por el monopolio de las zonas de venta y esta situación ha desatado una “violencia irracional y estúpida”.
Clarísimo el análisis, ¿no cree usted?
Y con verdades irrebatibles, de a kilo.
La primera, que el poder adquisitivo de los mexicanos ha crecido, cual lo demuestra el reciente incremento a los salarios mínimos de los trabajadores de una nación que, como la nuestra, está a la vera del pleno empleo.
La segunda, que con tanto y tanto más dinero en el bolsillo, satisfechas ya todas las necesidades ingentes y urgentes –comida, salud, educación, vestido y hasta diversión–, los mexicanos no sabemos ahorrar y dedicamos los excedentes del ingreso a comprar drogas y a ponernos hasta las manitas.
Por eso entiendo ahora mucho de lo que equívocamente he criticado.
Que aunque parezca todo lo contrario, el señor Calderón es un genio de la política y de la economía, al que los sociólogos deben también apreciar y honrar.
No ha habido más empleos, ni aumentos salariales, ni mejor calidad de vida… ¡para que los mexicanos no nos pongamos hasta las manitas de droga!
Eso, de verdad, es entender y bien interpretar a todos los mexicanos, sin distingos de raza, edad, credo, orientación sexual…
Y contra lo que dicen los expertos que piden atacar las causas de la desastrosa situación, las sabias palabras de Calderón: que si hay mejores condiciones de vida, más “motos” y “cocos” y violencia va a haber en el país.
Brillante razonamiento, ¿no cree usted?
Por tal es que me arrepiento de haber criticado tanto y tanto al ocupante de Los Pinos.
Por tal, también, es que entiendo el porqué vetó el fondo de 10 mil millones de pesos que los diputados aprobaron para atacar los males que ha traído la sequía, y que en la Tarahumara –entre otros muchos lugares– ya ha provocado muertos y suicidios.
Y es que si les dan dinero a los habitantes de las zonas rurales devastadas por la ausencia de agua, capaz que éstos van a su narcotiendita más cercana a buscar tóxicos con los cuales divertirse.
Y ni qué decir de los rarámuris. Dilapidarían las subvenciones federales ya no sólo en tegüino, a lo mejor hasta en peyote.
Calderón, en serio, es un pequeño gran estadista.
Demos gracias a Dios de que él sea el ocupante de Los Pinos en estos tiempos difíciles.
Porque, la verdad, no nos lo merecemos. No. No nos lo merecemos.
Índice Flamígero: César Duarte, quien de carga-portafolios de Emilio Gamboa ascendió a la gubernatura de Chihuahua es otro de esos personajes que, al estilo del Reader’s Digest, son inolvidables. Ante las versiones de 50 suicidios en las montañas y barrancas chihuahuenses, mandó a publicar un documento en el que se lee que los rarámuri están formados “en la dureza de la sierra, (lo que) los hace hombres y mujeres con un temple a toda prueba”.
He de rectificar públicamente mi opinión sobre el señor Felipe Calderón. Desde el último viernes vengo pensando que mis críticas a su desempeño cual ocupante de Los Pinos han sido injustas y que, en realidad, lo que debo hacer es elogiarlo pues estamos todos los mexicanos frente a un pequeño gran estadista.
Ya lo dijo alguien por ahí no ha mucho. Que debemos agradecer a Dios por designio: que sea precisamente en las manos de Calderón que las riendas del país estén firmes y tensas, dando rumbo a la Nación.
Fueron las propias palabras del michoacano las que me vencieron y convencieron.
Justo esas que pronunció durante la sesión del Consejo Nacional de Adicciones.
¿Qué cuáles fueron esas luminosas palabras?
Pues ni más ni menos que aquellas que describen con exactitud la terrible situación por la que el país atraviesa y que, gracias a Dios y por supuesto a Calderón, no han conseguido escalar a niveles de verdadera descomposición social.
Dijo el ocupante de Los Pinos que el aumento del poder adquisitivo de los mexicanos es el que ha propiciado que el narcomenudeo se expanda en el país, generando con ellos bandas delictivas que se pelean por el monopolio de las zonas de venta y esta situación ha desatado una “violencia irracional y estúpida”.
Clarísimo el análisis, ¿no cree usted?
Y con verdades irrebatibles, de a kilo.
La primera, que el poder adquisitivo de los mexicanos ha crecido, cual lo demuestra el reciente incremento a los salarios mínimos de los trabajadores de una nación que, como la nuestra, está a la vera del pleno empleo.
La segunda, que con tanto y tanto más dinero en el bolsillo, satisfechas ya todas las necesidades ingentes y urgentes –comida, salud, educación, vestido y hasta diversión–, los mexicanos no sabemos ahorrar y dedicamos los excedentes del ingreso a comprar drogas y a ponernos hasta las manitas.
Por eso entiendo ahora mucho de lo que equívocamente he criticado.
Que aunque parezca todo lo contrario, el señor Calderón es un genio de la política y de la economía, al que los sociólogos deben también apreciar y honrar.
No ha habido más empleos, ni aumentos salariales, ni mejor calidad de vida… ¡para que los mexicanos no nos pongamos hasta las manitas de droga!
Eso, de verdad, es entender y bien interpretar a todos los mexicanos, sin distingos de raza, edad, credo, orientación sexual…
Y contra lo que dicen los expertos que piden atacar las causas de la desastrosa situación, las sabias palabras de Calderón: que si hay mejores condiciones de vida, más “motos” y “cocos” y violencia va a haber en el país.
Brillante razonamiento, ¿no cree usted?
Por tal es que me arrepiento de haber criticado tanto y tanto al ocupante de Los Pinos.
Por tal, también, es que entiendo el porqué vetó el fondo de 10 mil millones de pesos que los diputados aprobaron para atacar los males que ha traído la sequía, y que en la Tarahumara –entre otros muchos lugares– ya ha provocado muertos y suicidios.
Y es que si les dan dinero a los habitantes de las zonas rurales devastadas por la ausencia de agua, capaz que éstos van a su narcotiendita más cercana a buscar tóxicos con los cuales divertirse.
Y ni qué decir de los rarámuris. Dilapidarían las subvenciones federales ya no sólo en tegüino, a lo mejor hasta en peyote.
Calderón, en serio, es un pequeño gran estadista.
Demos gracias a Dios de que él sea el ocupante de Los Pinos en estos tiempos difíciles.
Porque, la verdad, no nos lo merecemos. No. No nos lo merecemos.
Índice Flamígero: César Duarte, quien de carga-portafolios de Emilio Gamboa ascendió a la gubernatura de Chihuahua es otro de esos personajes que, al estilo del Reader’s Digest, son inolvidables. Ante las versiones de 50 suicidios en las montañas y barrancas chihuahuenses, mandó a publicar un documento en el que se lee que los rarámuri están formados “en la dureza de la sierra, (lo que) los hace hombres y mujeres con un temple a toda prueba”.
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