Carlos Ramírez / Indicador Político
A Lulú, por otro año más de felicidad
Cuando se presentó la realización de una encuesta previa a la elección interna del PAN y se le dio el nombre de indicativa, la intención final en realidad no fue la de colar a Ernesto Cordero en la punta de las tendencias, sino encontrar una salida política a lo inevitable: Josefina Vázquez Mota ya ganó en las percepciones y sería muy costoso salir con una elección en sentido contrario.
De ahí que la indicativa buscaba darle una salida de corto plazo a la competencia: Cordero podría aparecer en segundo lugar y Creel en tercero y entonces la jugada política era la de hacer declinar a Cordero como segundo y dejar a Creel en tercer sitio y ya sin ninguna posibilidad de conseguir la victoria.
Por eso fue que Creel reventó el sentido de la encuesta indicativa como una forma de impedir la maniobra política que lo dejara fuera, aunque de todos modos en las tendencias de los votos de la interna panista nada tiene que hacer frente a Vázquez Mota, y su única intención es la de no perder el segundo lugar para dejar al valido presidencial de Cordero en el sótano de las preferencias.
La viabilidad de Vázquez Mota como la precandidata adelantada en todas las encuestas tuvo también otro elemento adicional que no ha querido entenderse: la afiliación del ex secretario particular del presidente Calderón, Roberto Gil Zuarth, al equipo de la panista no representó ninguna ruptura en el equipo presidencial, sino un mensaje que tampoco pudo ser leído con sentido político por Ernesto Cordero.
Y por si fuera poco, la nominación de Isabel Miranda de Wallace como precandidata única del PAN a la jefatura de gobierno del DF también se localizó en ese juego de signos y señales de la política de las sucesiones presidenciales: la condición de mujer posicionó de golpe a la señora Wallace en el espacio de competitividad electoral y le movió el tapete al proceso de dedazo de Marcelo Ebrard a favor de su único precandidato Miguel Ángel Mancera y de paso sacudió la modorra del PRI por el efecto Peña Nieto.
Aunque lo desdeñen en público, en el fondo el PRI y el PRD sí se preocuparon por la nominación de la señora Wallace por su presencia altamente calificada entre la ciudadanía por la lucha contra el crimen organizado, que puso en riesgo su vida y la llevó a sufrir un atentado criminal. Tan el PRD se inquietó, que en la encuesta para nominar al precandidato preferido de Ebrard se incluyó a última hora quién de los aspirantes perredistas le ganaría a Wallace y a Paredes. Con esa pregunta el PRD dejó entrever su inseguridad en ganar las elecciones de jefe de gobierno capitalino.
La precandidatura asegurada de Wallace y la perfilada por las encuestas de Vázquez Mota llevarían al PAN a dar una oferta inusual de dos mujeres compitiendo por las dos posiciones electorales más importantes de la república. Pero todo indica que no se trata de nominaciones impuestas sino de dos mujeres que se ganaron las simpatías de los panistas. En todo caso le corresponderá al PAN la realización de una campaña realmente competitiva en propuestas, frente al discurso falso y mentiroso de López Obrador y exageradamente mediático y vacío de Peña Nieto.
El PAN se enfrenta a la posibilidad de capitalizar el efecto Wallace-Vázquez Mota y adelantar la nominación presidencial con la declinación de Creel y Cordero o llevar al partido al desgaste de una lucha interna sin sentido porque los dos precandidatos carecen de viabilidad para ganar las elecciones y serían nominaciones débiles frente a Peña Nieto y a López Obrador. Si bien es cierto que Cordero era el preferido del presidente Calderón, nunca pudo posicionarse como candidato fuerte; y Creel hizo un esfuerzo sobresaliente, pero no pudo rebasar a Vázquez Mota.
El factor género va a contar en las elecciones federales y capitalinas. La crisis económica modificó sustancialmente la confirmación social en las familias: los hombres fueron los más afectados por el desempleo y las mujeres asumieron la doble condición de jefas de familia y trabajadoras que suplieron los ingresos de sus maridos; esta nueva conformación sociológica de la familia ha cambiado también las nociones del machismo y le ha dado a la mujer un papel más activo en la vida nacional.
A nivel nacional, Peña Nieto representa el viejo PRI, el de las alianzas con sectores que medraron con la República y el que perdió en el 2000; y López Obrador simboliza el fundamentalismo populista por su discurso de pastor protestante que ha demolido las propuestas históricas de la izquierda mexicana.
Frente a ellos, la candidatura panista de una mujer movería el escenario electoral tradicionalista a uno audaz de relevo social y de género en un país donde la mayoría son mujeres y donde las mujeres --en el PRI, sobre todo-- ya no son Adelitas, sino Juanitas que ganan posiciones y luego renuncian para que suban los hombres. La posible candidatura de Vázquez Mota y la candidatura de Wallace convertirían la cuota de género en una conquista social casi del nivel del reconocimiento de derechos sociales, políticos y electorales a las mujeres.
Al PAN le falta la última aduana que pudiera ser la más conflictiva: reconocer las tendencias o imponer a quien va en tercer lugar y no darle salida al segundo; si el PAN se divide por la nominación presidencial, sus posibilidades se verán menguadas. El PRI se está fracturando peligrosamente por los compromisos de Peña Nieto con el lastre llamado Elba Esther Gordillo y candidaturas cedidas y los acuerdos secretos con la alta jerarquía católica para disminuir el Estado laico y el PRD --como siempre-- no alcanza a ajustarse a los estilos, modos y políticas de un López Obrador dando bandazos ideológicos y convirtiendo al partido de la izquierda en una propuesta religioso-protestante por cierto muy lejos de la doctrina social de la Iglesia que nutrió al PAN.
A Lulú, por otro año más de felicidad
Cuando se presentó la realización de una encuesta previa a la elección interna del PAN y se le dio el nombre de indicativa, la intención final en realidad no fue la de colar a Ernesto Cordero en la punta de las tendencias, sino encontrar una salida política a lo inevitable: Josefina Vázquez Mota ya ganó en las percepciones y sería muy costoso salir con una elección en sentido contrario.
De ahí que la indicativa buscaba darle una salida de corto plazo a la competencia: Cordero podría aparecer en segundo lugar y Creel en tercero y entonces la jugada política era la de hacer declinar a Cordero como segundo y dejar a Creel en tercer sitio y ya sin ninguna posibilidad de conseguir la victoria.
Por eso fue que Creel reventó el sentido de la encuesta indicativa como una forma de impedir la maniobra política que lo dejara fuera, aunque de todos modos en las tendencias de los votos de la interna panista nada tiene que hacer frente a Vázquez Mota, y su única intención es la de no perder el segundo lugar para dejar al valido presidencial de Cordero en el sótano de las preferencias.
La viabilidad de Vázquez Mota como la precandidata adelantada en todas las encuestas tuvo también otro elemento adicional que no ha querido entenderse: la afiliación del ex secretario particular del presidente Calderón, Roberto Gil Zuarth, al equipo de la panista no representó ninguna ruptura en el equipo presidencial, sino un mensaje que tampoco pudo ser leído con sentido político por Ernesto Cordero.
Y por si fuera poco, la nominación de Isabel Miranda de Wallace como precandidata única del PAN a la jefatura de gobierno del DF también se localizó en ese juego de signos y señales de la política de las sucesiones presidenciales: la condición de mujer posicionó de golpe a la señora Wallace en el espacio de competitividad electoral y le movió el tapete al proceso de dedazo de Marcelo Ebrard a favor de su único precandidato Miguel Ángel Mancera y de paso sacudió la modorra del PRI por el efecto Peña Nieto.
Aunque lo desdeñen en público, en el fondo el PRI y el PRD sí se preocuparon por la nominación de la señora Wallace por su presencia altamente calificada entre la ciudadanía por la lucha contra el crimen organizado, que puso en riesgo su vida y la llevó a sufrir un atentado criminal. Tan el PRD se inquietó, que en la encuesta para nominar al precandidato preferido de Ebrard se incluyó a última hora quién de los aspirantes perredistas le ganaría a Wallace y a Paredes. Con esa pregunta el PRD dejó entrever su inseguridad en ganar las elecciones de jefe de gobierno capitalino.
La precandidatura asegurada de Wallace y la perfilada por las encuestas de Vázquez Mota llevarían al PAN a dar una oferta inusual de dos mujeres compitiendo por las dos posiciones electorales más importantes de la república. Pero todo indica que no se trata de nominaciones impuestas sino de dos mujeres que se ganaron las simpatías de los panistas. En todo caso le corresponderá al PAN la realización de una campaña realmente competitiva en propuestas, frente al discurso falso y mentiroso de López Obrador y exageradamente mediático y vacío de Peña Nieto.
El PAN se enfrenta a la posibilidad de capitalizar el efecto Wallace-Vázquez Mota y adelantar la nominación presidencial con la declinación de Creel y Cordero o llevar al partido al desgaste de una lucha interna sin sentido porque los dos precandidatos carecen de viabilidad para ganar las elecciones y serían nominaciones débiles frente a Peña Nieto y a López Obrador. Si bien es cierto que Cordero era el preferido del presidente Calderón, nunca pudo posicionarse como candidato fuerte; y Creel hizo un esfuerzo sobresaliente, pero no pudo rebasar a Vázquez Mota.
El factor género va a contar en las elecciones federales y capitalinas. La crisis económica modificó sustancialmente la confirmación social en las familias: los hombres fueron los más afectados por el desempleo y las mujeres asumieron la doble condición de jefas de familia y trabajadoras que suplieron los ingresos de sus maridos; esta nueva conformación sociológica de la familia ha cambiado también las nociones del machismo y le ha dado a la mujer un papel más activo en la vida nacional.
A nivel nacional, Peña Nieto representa el viejo PRI, el de las alianzas con sectores que medraron con la República y el que perdió en el 2000; y López Obrador simboliza el fundamentalismo populista por su discurso de pastor protestante que ha demolido las propuestas históricas de la izquierda mexicana.
Frente a ellos, la candidatura panista de una mujer movería el escenario electoral tradicionalista a uno audaz de relevo social y de género en un país donde la mayoría son mujeres y donde las mujeres --en el PRI, sobre todo-- ya no son Adelitas, sino Juanitas que ganan posiciones y luego renuncian para que suban los hombres. La posible candidatura de Vázquez Mota y la candidatura de Wallace convertirían la cuota de género en una conquista social casi del nivel del reconocimiento de derechos sociales, políticos y electorales a las mujeres.
Al PAN le falta la última aduana que pudiera ser la más conflictiva: reconocer las tendencias o imponer a quien va en tercer lugar y no darle salida al segundo; si el PAN se divide por la nominación presidencial, sus posibilidades se verán menguadas. El PRI se está fracturando peligrosamente por los compromisos de Peña Nieto con el lastre llamado Elba Esther Gordillo y candidaturas cedidas y los acuerdos secretos con la alta jerarquía católica para disminuir el Estado laico y el PRD --como siempre-- no alcanza a ajustarse a los estilos, modos y políticas de un López Obrador dando bandazos ideológicos y convirtiendo al partido de la izquierda en una propuesta religioso-protestante por cierto muy lejos de la doctrina social de la Iglesia que nutrió al PAN.
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