Jorge Fernández Menéndez
Para mi amigo Fernando Gómez Mont, por sus 50.
Ya hay candidatos presidenciales en el PRI y en el PRD, con sus respectivos frentes. El PAN tiene que definir sus apuestas, se supone que el 5 de febrero (irse hasta el 19, a la segunda vuelta, al mismo tiempo que se estarán definiendo candidaturas para el Congreso, sería un error, porque no daría espacio para restañar las heridas del proceso interno ni para distribuir posiciones legislativas de acuerdo con quien resulte candidato presidencial). Luego del destape de Isabel Miranda de Wallace (hasta ahora la única sorpresa que ha habido en todo este proceso), también en el Distrito Federal tendremos una intensísima disputa electoral. A mitad de esta semana, el PRD, el PT y Movimiento Ciudadano tendrán que dar a conocer los resultados de las encuestas de este fin de semana y sabremos si es Miguel Ángel Mancera o Alejandra Barrales la que tratará de mantener el control de la capital para el frente de izquierda.
La publicidad electoral ya llena calles, los spots por radio y televisión ya nos están hartando a pesar de que ni siquiera ha comenzado la campaña electoral, los discursos y las entrevistas de todos los que aspiran a algo son ya cotidianas. El escenario electoral parece estar ya preparado. Podemos simpatizar más o menos con el estilo de cualquiera de los candidatos; podemos apreciar continuidad o deseo de cambios, pero lo que no tenemos es propuestas. Algunos hablan de un cambio a secas, otros de continuidad o de continuismo, hay quien trata de convertirse en el símbolo de la paz y el amor, pero nadie nos dice qué piensa hacer concretamente de llegar al poder.
Me imagino que a grandes rasgos, Peña Nieto tratará de retomar, sin que implique una restauración, el proyecto que quedó a medias interrumpido desde el salinismo; me imagino que López Obrador no ha cambiado, en realidad, respecto a lo que creía y pensaba hace seis años (debe haber pocos políticos más obstinados o persistentes, usted elige el adjetivo, con sus ideas que el tabasqueño); creo que Santiago Creel quiere redescubrirse con el perfil ciudadano que tenía antes de la llegada del foxismo; que Ernesto Cordero identifica la fidelidad con la continuidad de las estrategias actuales; que Josefina Vázquez Mota intenta darle una vuelta de tuerca con un espíritu mucho más concertador a los dos sexenios panistas. Pero ninguno de ellos ha presentado hasta ahora ideas sólidas, mucho más concretas sobre los distintos temas de la agenda nacional, fuera de conceptos generales y también en general compartibles por casi todos.
En los hechos, de la misma forma en que el mayor gafe de estas semanas ha sido el de Peña Nieto en la feria del libro de Guadalajara, también es verdad que la única idea un poco más osada ha sido del propio Peña Nieto, proponiendo un cambio en Pemex, que se interpreta como una apertura a la inversión privada o las asociaciones estratégicas en el sector. De los demás hemos tenido bastante poco, si descartamos la propuesta del tren bala de Cancún a Palenque (hace seis años era del DF a Monterrey y a Guadalajara), de López Obrador.
Es verdad que falta mucho, que ninguno de los aspirantes tiene todavía incluso una idea realmente completa del país al que aspira a gobernar, ni tampoco de con quiénes puede o quiere hacerlo, pero esta campaña, me temo que puede ser de mucho spot, mucho anuncio, muchas filtraciones y muchas menos propuestas que la de hace seis años si los propios candidatos no comienzan a aterrizar sus propuestas y si la gente y los medios no comenzamos a exigirles mucho más a todos ellos. Estoy convencido de que todos saben en términos generales hacia dónde quieren y pueden llevar al país, pero que no quieren terminar de hacerlo explícito porque en última instancia las propuestas terminarán siendo similares, entre otras razones porque el margen que existe para operar en un país como el nuestro es relativamente restringido.
Por eso se está apostando tanto a la imagen y al discurso. Pero entonces, además de ir exigiendo definiciones a lo largo de este proceso, habrá que poner cada vez más atención a la confrontación de ese discurso con la historia y la realidad de los personajes, y de forma cada vez más importante en quiénes son los que los rodean y se proponen gobernar con ellos.
Ciudadanos y políticos
¿De dónde sacan algunos la idea de que los políticos no son ciudadanos y los ciudadanos no pueden ser políticos? No deja de resultar paradójico que los mismos que denuncian la partidocracia, terminen denunciando también el intento de los ciudadanos de incidir, participar y jugar en el escenario político. Y eso se aplica tanto para Isabel Miranda como para Javier Sicilia, para Miguel Mancera o para cualquier hombre o mujer que logre el apoyo de un partido para impulsar una agenda social. Lo contrario es profundizar la distancia, ya muy amplia, entre el sistema político y la gente.
Para mi amigo Fernando Gómez Mont, por sus 50.
Ya hay candidatos presidenciales en el PRI y en el PRD, con sus respectivos frentes. El PAN tiene que definir sus apuestas, se supone que el 5 de febrero (irse hasta el 19, a la segunda vuelta, al mismo tiempo que se estarán definiendo candidaturas para el Congreso, sería un error, porque no daría espacio para restañar las heridas del proceso interno ni para distribuir posiciones legislativas de acuerdo con quien resulte candidato presidencial). Luego del destape de Isabel Miranda de Wallace (hasta ahora la única sorpresa que ha habido en todo este proceso), también en el Distrito Federal tendremos una intensísima disputa electoral. A mitad de esta semana, el PRD, el PT y Movimiento Ciudadano tendrán que dar a conocer los resultados de las encuestas de este fin de semana y sabremos si es Miguel Ángel Mancera o Alejandra Barrales la que tratará de mantener el control de la capital para el frente de izquierda.
La publicidad electoral ya llena calles, los spots por radio y televisión ya nos están hartando a pesar de que ni siquiera ha comenzado la campaña electoral, los discursos y las entrevistas de todos los que aspiran a algo son ya cotidianas. El escenario electoral parece estar ya preparado. Podemos simpatizar más o menos con el estilo de cualquiera de los candidatos; podemos apreciar continuidad o deseo de cambios, pero lo que no tenemos es propuestas. Algunos hablan de un cambio a secas, otros de continuidad o de continuismo, hay quien trata de convertirse en el símbolo de la paz y el amor, pero nadie nos dice qué piensa hacer concretamente de llegar al poder.
Me imagino que a grandes rasgos, Peña Nieto tratará de retomar, sin que implique una restauración, el proyecto que quedó a medias interrumpido desde el salinismo; me imagino que López Obrador no ha cambiado, en realidad, respecto a lo que creía y pensaba hace seis años (debe haber pocos políticos más obstinados o persistentes, usted elige el adjetivo, con sus ideas que el tabasqueño); creo que Santiago Creel quiere redescubrirse con el perfil ciudadano que tenía antes de la llegada del foxismo; que Ernesto Cordero identifica la fidelidad con la continuidad de las estrategias actuales; que Josefina Vázquez Mota intenta darle una vuelta de tuerca con un espíritu mucho más concertador a los dos sexenios panistas. Pero ninguno de ellos ha presentado hasta ahora ideas sólidas, mucho más concretas sobre los distintos temas de la agenda nacional, fuera de conceptos generales y también en general compartibles por casi todos.
En los hechos, de la misma forma en que el mayor gafe de estas semanas ha sido el de Peña Nieto en la feria del libro de Guadalajara, también es verdad que la única idea un poco más osada ha sido del propio Peña Nieto, proponiendo un cambio en Pemex, que se interpreta como una apertura a la inversión privada o las asociaciones estratégicas en el sector. De los demás hemos tenido bastante poco, si descartamos la propuesta del tren bala de Cancún a Palenque (hace seis años era del DF a Monterrey y a Guadalajara), de López Obrador.
Es verdad que falta mucho, que ninguno de los aspirantes tiene todavía incluso una idea realmente completa del país al que aspira a gobernar, ni tampoco de con quiénes puede o quiere hacerlo, pero esta campaña, me temo que puede ser de mucho spot, mucho anuncio, muchas filtraciones y muchas menos propuestas que la de hace seis años si los propios candidatos no comienzan a aterrizar sus propuestas y si la gente y los medios no comenzamos a exigirles mucho más a todos ellos. Estoy convencido de que todos saben en términos generales hacia dónde quieren y pueden llevar al país, pero que no quieren terminar de hacerlo explícito porque en última instancia las propuestas terminarán siendo similares, entre otras razones porque el margen que existe para operar en un país como el nuestro es relativamente restringido.
Por eso se está apostando tanto a la imagen y al discurso. Pero entonces, además de ir exigiendo definiciones a lo largo de este proceso, habrá que poner cada vez más atención a la confrontación de ese discurso con la historia y la realidad de los personajes, y de forma cada vez más importante en quiénes son los que los rodean y se proponen gobernar con ellos.
Ciudadanos y políticos
¿De dónde sacan algunos la idea de que los políticos no son ciudadanos y los ciudadanos no pueden ser políticos? No deja de resultar paradójico que los mismos que denuncian la partidocracia, terminen denunciando también el intento de los ciudadanos de incidir, participar y jugar en el escenario político. Y eso se aplica tanto para Isabel Miranda como para Javier Sicilia, para Miguel Mancera o para cualquier hombre o mujer que logre el apoyo de un partido para impulsar una agenda social. Lo contrario es profundizar la distancia, ya muy amplia, entre el sistema político y la gente.
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