Miguel Nazar Haro: el tigre institucional

Joel Hernández Santiago

“Si me enseñan a torturar, puede que aprenda…” dijo en 2003 en una entrevista que le hizo Raymundo Riva Palacio. Miguel Nazar Haro (Tuxpan, Veracruz, 1924; México, DF. 2012) no sólo aprendió bien -¿de quién?-, también fue un gran maestro -¿de cuántos?-. En parte, de ello dan cuenta los miles de documentos que se acumularon en el escritorio del que fuera Fiscal Especial para los Movimientos Sociales y Políticos del Pasado, Ignacio Carrillo Prieto, y quien lo llevó al penal de Topo Chico, en Nuevo León, el 19 de febrero de 2004; salió pronto; consiguió un amparo y luego da la impresión de que la autoridad no quería abundar en el tema…

… A lo mejor consiguió ese amparo de la misma manera que su libertad cuando fue detenido en California, EUA, en abril de 1982 por los cargos de robo de vehículos en ese estado americano y de los que salió ileso con ayuda de la CIA según acusó William H. Kennedy, el fiscal federal de San Diego. Es que le debían muchos favores y las rigurosas leyes de Estados Unidos tan sólo pidieron su salida de aquel país con la promesa de que nunca jamás regresaría ahí.

Sabía mucho de muchos. Conoció las partes más obscuras de un régimen que ya daba muestras de descontrol y desahucio. Poco antes de la década de los setenta y hasta 1982 fue el hombre más poderoso de la policía política mexicana.

Al final del gobierno de Gustavo Díaz, durante el gobierno de Luis Echeverría y principios de José López Portillo, Nazar Haro diseñó, organizó y coordinó una de las agencias de investigación política más tenebrosas y violentas de la que haya registro en este país: la Dirección Federal de Seguridad: órgano de información e inteligencia de los gobiernos mexicanos a los que sirvió con una fidelidad abyecta. Durante su gestión policiaca fue enlace de la CIA estadounidense para controlar movimientos armados provenientes del extranjero…

Y fue el artífice de la muy temible Brigada Blanca, desde donde se persiguió a la guerrilla que surgió en México durante los setenta y para la que no se buscó una solución política sino la represión extrema. De ahí que los cargos que se le imputaron siempre a Nazar Haro y de los que presuntamente es culpable fueran los de asesinatos y torturas, privaciones ilegales de la libertad y desapariciones…

Una de ellas fue la desaparición de Jesús Ibarra Piedra el 18 de abril de 1975, a quien se detuvo por su presunta participación en la Liga 23 de Septiembre, quien fue torturado y desaparecido luego, así como también la desaparición de un grupo de Lacandones. A Nazar se le acusó y fue detenido en 2004. Hay mucho dolor encima de su memoria; pero también en la de un régimen que extremó su lucha en contra de sus adversarios, aquellos que no encontraron salidas democráticas para sus aspiraciones de cambio y que, por lo mismo, hicieron una guerrilla…

Nazar Haro siempre negó las acusaciones y, según él, todo lo que hizo fue en defensa de México, cuidándolo de “la locura de unos muchachos subvertidos que querían tomar el poder político de México”, dijo.

No fue sólo en la comisión de aquellos actos de barbarie inaudita. Aquellas persecuciones y aquel terror social. También fueron hombres de un régimen que no se entendían en la responsabilidad de gobierno, sino en su sentido más autoritario y criminal. Fue un período de nuestra historia que hoy mismo, con la muerte de Miguel Nazar Haro, vuelve a la memoria colectiva por aquello de lo que es capaz el gobierno hipócrita con poder mal entendido cuando se siente amenazado y no sustentado en la voluntad social.

Aquellos fueron años criminales, de amenaza y de silencio; pero también, y por lo mismo, años de transformaciones, las que para el régimen eran inaceptable, aunque para el resto del país el entuerto estaba siendo doloroso: costó muchas vidas de muchachos que soñaban con otro país, con otra vida y con otra perspectiva vital. Y lo consiguieron, porque precisamente, la transformación iniciada aquellos años obligó a la construcción de lo que puede ser la democracia mexicana… Esa que hoy vivimos… aunque todavía nos falte un buen camino para entenderla y entendernos en ella; para consolidarla, pues.

Nazar Haro fue producto de esos gobiernos y de la confrontación entre el viejo régimen y el futuro. Le hicieron creer y lo creyó, que con sus actos rescataría al país de la terrible amenaza del comunismo internacional.

Y con ese engrudo ideológico él mismo se definió como un tigre: “Un animal poderoso que no rehúye al peligro, ataca de frente, prefiere actuar en silencio y observa lo que otros seres no alcanzan a ver. Es intuitivo e inteligente. Rápido y seguro. Cauto y astuto…” Ese fue su lema de vida…

El siempre negó las acusaciones, decíamos. Institucional como fue, lleva consigo el secreto de muchos que lo apoyaron, que lo estimularon, que pusieron en sus manos la dureza metálica y la impunidad. Esos otros también lo hicieron, como él, en la clandestinidad y sordos a los gritos de dolor que tampoco nadie escuchó.

Nazar vio a los ojos de quienes querían todo el poder, a costa de todo… Los que querían imponer su ley y su propia debilidad… La historia nos dirá poco a poco los detalles de esa tragedia mexicana… y la de esos muchachos que ya no están, pero que si están aquí, entre nosotros, hoy.

… Y es la historia la que nos dará, más tarde, los detalles de la tragedia mexicana que hoy vivimos aquí.

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