Metamorfosis contagiosa

Jacobo Zabludovsky / Bucareli

No hay vacuna en contra de la inesperada epidemia.

Un extraño virus que ni las medicinas anunciadas en televisión logran detectar ataca a los candidatos a la presidencia de México. De pronto presentan simultáneos síntomas desconcertantes, precisos y múltiples, tan perniciosos que obligan a someterlos a un examen inmediato, así sea superficial y a vuelapluma como el de este Bucareli.

Tres son los afectados, los tres ansiosos de domiciliarse en Los Pinos, donde todo extraño padecer tiene su asiento, aunque uno de ellos, mejor dicho una, todavía lucha por sacudirse a sus dos rivales y compañeros de partido. La señal más preocupante de la enfermedad es un súbito cambio de personalidad, a veces deliberado, a veces involuntario.

Involuntario fue el cambio en la imagen del favorito de todos los diagnósticos, caso escogido para partir plaza porque lo postula el partido de mayor antigüedad. En una rueda de prensa sus respuestas revelaron que no lee. No se trató de un error o una nube de la memoria, sino de una manera de vivir. No es un delito. Leer o no leer es una decisión respetable. Pero leer es fuente, tal vez básica, de la cultura, costumbre indispensable en la formación intelectual del ser humano. La inesperada revelación causó un efecto más estrepitoso que si se hubiera desnudado ante los periodistas, quienes, gozosos, dieron a su hallazgo un espacio multiplicado. El escándalo estaba servido. La imagen linchada.

El autor de esta columna, fanático de la lectura, afortunado adicto a los libros, podría agregarse a la corriente de improperios contra el candidato, pero no lo hará, aunque sólo sea por no unirse a quienes en la pedantería, como si fuera la falda de sus madres, tratan de ocultar su propia ignorancia. Entiendo las críticas, pero considero muchas de ellas desmesuradas. En su vida de político ha mostrado cualidades que tal vez contrarresten la deficiencia tan difundida. Empiezan las campañas, habrá otras ruedas de prensa, debates abiertos, oportunidades de confrontar y ponerse a prueba. Démosle el beneficio de la duda. No olvidemos, pero mantengámonos serenos. Estamos escogiendo presidente, no es poca cosa.

Voluntaria fue la transformación de quien, a la hora de escribir este artículo, se perfila como la designada por su partido, segundo en fecha de alternativa. Venía de atrás, de las desventajas que todavía adolece la mujer política en México y del apoyo de su jefe a uno de sus contrincantes, pero una actitud cauta y su talante favorecedor en la tribuna y en el trato con la gente la han llevado a la antesala de Palacio. Producto del virus, tal vez, fueron sus respuestas la tarde del miércoles en una entrevista de radio: incoherentes, ilógicas y desconectadas de las preguntas. Luego atribuyó el dislate a insomnio y preocupación por una hija enferma. Una madre angustiada. ¿Podrá evitar la angustia si, sentada en la codiciada silla, se enfrenta a una crisis? Démosle el beneficio de la duda, es una mujer inteligente y no sufre fama de alcohólica.

Voluntario también ha sido el cambio del tercero en discordia, veterano de lidias difíciles, sobreviviente de cornadas mortales. Pasó de esbozo de Che Guevara a aprendiz de doctora Corazón. Lo aprecio como funcionario cuya eficacia comprobé durante los seis años que trabajamos juntos, yo por gusto y él obligado, en la recuperación del Centro Histórico. Mudó su plantón agreste en la calle a plantón paciente en antesalas de empresas que durante años lo ignoraron y contra las que expresó las opiniones más despectivas; de magnates que señaló culpables de todos los males que México padece. Era valiente en vez de amoroso antes de decidir que París bien valía una misa, antes de tratarnos a todos como hugonotes, antes de regatear una primogenitura por un plato de estrellas. No debe perder de vista que es caudillo de un proyecto de nación en el que ponen su esperanza millones de mexicanos, de izquierda o no, ansiosos de un cambio, aliados de sus luchas. Démosle el beneficio de la duda, es un hombre bien intencionado, de voluntad política capaz de convertir sueños en realidades. Buscamos un presidente; no, no es poca cosa.

Faltan cinco meses y esta vida da más vueltas que un caballito. Cualquier hecho o palabra puede influir en el ánimo de los electores, en la decisión que usted y yo habremos de tomar en julio. Observar a los pretendientes es actuar, es el recurso de que disponemos los ciudadanos para involucrarnos en el proceso fundamental de la vida democrática y disfrutar la posibilidad, nula en muchos países, de designar a nuestros gobernantes.

Esta metamorfosis termina en Los Pinos. Ahí, cada seis años, empieza otra que ni Kafka imaginó.

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