Rubén Cortés
Aun con su fama de tecnócrata formado para hacer que los números cuadren, Mario Delgado demostró ayer, sin embargo, que posee una virtud que distingue solo a los buenos políticos, la de saber cuándo no es su hora y, algo mejor todavía: ¡Entenderlo!
El secretario de Educación del DF decidió no contender en la encuesta para definir el candidato de las izquierdas al GDF porque “de acuerdo a los distintos análisis que he revisado, las circunstancias no me favorecen”.
Al margen de sus cualidades de hombre honesto y funcionario eficaz, su decisión le abona el futuro porque vendió su declinación de la mejor manera:
“La causa del DF está por encima de cualquier deseo personal y con la misma determinación y entusiasmo con que he luchado por la candidatura, lucharé para que la izquierda triunfe con quien resulte candidato o candidata”.
Y apoquinó para el futuro porque su gesto no pasó desapercibido ante el favorito en las mediciones para llevarse la candidatura, el procurador Miguel Mancera: “Mario siempre ha sido un funcionario muy eficiente. Vamos a apoyarlo en cualquier proyecto”.
En ese caso, el proyecto natural de Delgado sería coordinar la campaña del candidato Mancera: en ese juego de señales que es la política, nadie puede olvidar que el secretario de Educación era el favorito de Marcelo Ebrard para sucederlo en el GDF.
Pero, más allá, la actitud de Delgado afianza un fenómeno destacable en el este proceso electoral: los políticos de izquierda, de quienes se esperaba se destrozaran por las candidaturas, han demostrado mejor sentido de la lógica de la política.
Ebrard y AMLO cumplieron sin cortapisas el compromiso de unidad que pocos les creían cuando lo pregonaban. Y Delgado, el delfín del Jefe de Gobierno para la candidatura de las izquierdas, abandonó la contienda sin rechistar.
La izquierda, que es la corriente política con menos vocación democrática, entendió que en la democracia también hay un sentido común del poder: Ebrard, por ejemplo, al final no forzó la maquinaria para imponer a Delgado, quien nunca creció ni prendió lo suficiente.
Porque el sentido común del poder es precisamente democrático, ya que impide imposiciones antidemocráticas de candidatos, que es, contradictoriamente, lo que ocurre en el PAN, según las recurrentes quejas de uno de sus tres precandidatos presidenciales, Santiago Creel.
“Vamos a poner toda nuestra fuerza para defender los principios democráticos. A quienes se ostentan como dueños del PAN les demostraremos que la militancia es la que manda y no quienes quieren presionar y que controlan al partido”, dijo Creel ayer.
En cambio, Delgado advirtió que “con la misma determinación y entusiasmo con que he luchado por la candidatura, lucharé para que la izquierda triunfe con quien resulte el candidato o candidata”.
¡Qué diferencia!
Aun con su fama de tecnócrata formado para hacer que los números cuadren, Mario Delgado demostró ayer, sin embargo, que posee una virtud que distingue solo a los buenos políticos, la de saber cuándo no es su hora y, algo mejor todavía: ¡Entenderlo!
El secretario de Educación del DF decidió no contender en la encuesta para definir el candidato de las izquierdas al GDF porque “de acuerdo a los distintos análisis que he revisado, las circunstancias no me favorecen”.
Al margen de sus cualidades de hombre honesto y funcionario eficaz, su decisión le abona el futuro porque vendió su declinación de la mejor manera:
“La causa del DF está por encima de cualquier deseo personal y con la misma determinación y entusiasmo con que he luchado por la candidatura, lucharé para que la izquierda triunfe con quien resulte candidato o candidata”.
Y apoquinó para el futuro porque su gesto no pasó desapercibido ante el favorito en las mediciones para llevarse la candidatura, el procurador Miguel Mancera: “Mario siempre ha sido un funcionario muy eficiente. Vamos a apoyarlo en cualquier proyecto”.
En ese caso, el proyecto natural de Delgado sería coordinar la campaña del candidato Mancera: en ese juego de señales que es la política, nadie puede olvidar que el secretario de Educación era el favorito de Marcelo Ebrard para sucederlo en el GDF.
Pero, más allá, la actitud de Delgado afianza un fenómeno destacable en el este proceso electoral: los políticos de izquierda, de quienes se esperaba se destrozaran por las candidaturas, han demostrado mejor sentido de la lógica de la política.
Ebrard y AMLO cumplieron sin cortapisas el compromiso de unidad que pocos les creían cuando lo pregonaban. Y Delgado, el delfín del Jefe de Gobierno para la candidatura de las izquierdas, abandonó la contienda sin rechistar.
La izquierda, que es la corriente política con menos vocación democrática, entendió que en la democracia también hay un sentido común del poder: Ebrard, por ejemplo, al final no forzó la maquinaria para imponer a Delgado, quien nunca creció ni prendió lo suficiente.
Porque el sentido común del poder es precisamente democrático, ya que impide imposiciones antidemocráticas de candidatos, que es, contradictoriamente, lo que ocurre en el PAN, según las recurrentes quejas de uno de sus tres precandidatos presidenciales, Santiago Creel.
“Vamos a poner toda nuestra fuerza para defender los principios democráticos. A quienes se ostentan como dueños del PAN les demostraremos que la militancia es la que manda y no quienes quieren presionar y que controlan al partido”, dijo Creel ayer.
En cambio, Delgado advirtió que “con la misma determinación y entusiasmo con que he luchado por la candidatura, lucharé para que la izquierda triunfe con quien resulte el candidato o candidata”.
¡Qué diferencia!
Comentarios