Carlos Ramírez / Indicador Político
La parte importante del incidente que llevó a la renuncia del secretario de Turismo del DF no radicó en su cese por revelar por adelantado las encuestas para señalar al precandidato capitalino, sino la encuerada que le dio a Marcelo Ebrard como el operador del proceso para beneficiar al no-perredista ex procurador Miguel Ángel Mancera por encima de aspirantes perredistas.
Desde Madrid, Alejandro Rojas Díaz Durán confesó cuando menos tres detalles de la parcialidad de Ebrard que en una situación democrática tendrían que llevar a la anulación del mecanismo de encuestas:
1.- Anunció el resultado de las encuestas favorable a Mancera antes de haberse terminado la consulta.
2.- Reveló que Mancera es un candidato marcelista y por tanto le quitó a la encuesta la máscara democrática.
3.- Adelantó en este escenario que “un marcelista confiable y leal”, Mancera, “´será el futuro jefe de gobierno del DF”.
De estas tres pinceladas se derivan dos hechos:
1.- La nominación de Mancera fue un dedazo al estilo priísta de Ebrard y por tanto la encuesta fue nada menos que una pantomima a la que se prestaron los perredistas y el PRD.
2.- Por la filiación marcelista de Mancera, Marcelo Ebrard operará en las elecciones capitalinas de julio una verdadera elección de Estrado, también al viejo estilo priísta e igual a la del 2006 que encumbró a Ebrard en el DF.
Lo que queda por aclarar es el hecho de que el que está interviniendo en el proceso electoral perredista fue el propio Ebrard y por tanto su regaño de que tendrá que renunciar quien se meta se le debe aplicar a él mismo. Por la forma en que manejó el mecanismo perredista Ebrard está dejando pistas de cómo será la elección constitucional: Una elección de Estado de Ebrard para poner como jefe de gobierno no al que gane en un proceso democrático sino a “un marcelista confiable y leal”.
Las declaraciones de Rojas Díaz Durán en Madrid dejaron la certeza del intervencionismo de Ebrard no sólo en el proceso interno del PRD sino como el anuncio de que operará el poder el GDF para imponer a un subordinado leal. El problema no fue la declaración del hoy ex secretario de Turismo del DF sino el hecho de que el propio hoy ex funcionario haya sido comisionado por el propio Ebrard para operar políticamente a favor de Mancera; por tanto, la revelación de Rojas Díaz Durán fue solamente una confirmación del intervencionismo directo de Ebrard en el proceso perredista.
El asunto del ex secretario de Turismo completa el cuadro de la parcialidad del actual jefe de gobierno en el proceso electoral capitalino. El primero en delatar la parcialidad de Ebrard en las elecciones del DF fue nada menos que López Obrador cuando anunció que Ebrard había decidido abandonar la pelea por la candidatura presidencial perredista a cambio de decidir la nominación en el DF; es decir, que Ebrard impondría al candidato. La delación de Rojas Díaz Durán sólo confirmó lo adelantado por López Obrador.
Si Ebrard usó el cese de Rojas Díaz Durán como ejemplo para funcionarios que se metan en el proceso electoral capitalino, entonces el jefe de gobierno debería ser el primero en separarse de su cargo porque no garantiza una competencia limpia y democrática. Por lo pronto, la renuncia de Rojas Díaz Durán no borra el sentido de la revelación: el jefe de gobierno del DF pondrá candidato y lo hará ganar porque necesita un sucesor “confiable y leal”.
En todo caso, no son novedad en el PRD los estilos priístas de Ebrard de poner candidatos sin cumplir con las reglas democráticas. Los perredistas Pablo Gómez y Arnaldo Córdova criticaron duramente el pasado fin de semana precisamente la forma en que la encuesta suplió el compromiso democrático del PRD. En el 2006, en una competencia entre varios perredistas por la candidatura a jefe de gobierno, el entonces candidato presidencial perredista López Obrador decidió la contienda con una entrevista en La Jornada con un dedazo declarativo: “Creo que el candidato debe ser Marcelo”. La consigna del Caudillo fue obedecida sin chistar y Ebrard --(ex) priísta y (ex) salinista-- fue nominado por encima de Pablo Gómez y Jesús Ortega.
Así, el cese de Rojas Díaz Durán no logró borrar las evidencias de lo que viene en la elección capitalina de jefe de gobierno: Una elección de Estado similar precisamente a la que operó el jefe interino de gobierno en el 2006 Alejandro Encinas para beneficiar al candidato Ebrard. Y Ebrard sí sabe de elecciones de Estado porque como priísta le tocó aplastar sin piedad al PRD en 1991 para regresarle el control de la Ciudad de México al PRI de Carlos Salinas de Gortari; el operativo fue tan contundente que el PRI salinista operado por Ebrard logró el carro completo y el propio Ebrard no pudo colarse como asambleísta.
Las revelaciones del hoy ex secretario de Turismo del DF no se acallan con el cese sino que exigirían una investigación oficial de las autoridades electorales. Por lo pronto, Rojas Díaz Durán apestó las encuestas para decidir el candidato más competitivo porque anunció el resultado antes de que terminaran de procesarse los datos.
En todo caso, quedan las propias palabras de Ebrard: “Les pedí (a los funcionarios del GDF) que respetaran el proceso, que no intervinieran, que nos mantuviéramos al margen; entonces por eso se le pidió la renuncia el día de ayer” a Rojas Díaz Durán; así que “todos están avisados, ya saben a qué le tiran, yo no voy a permitir que hagan otra cosa”. Rojas Díaz Durán probó que Ebrard intervino en el proceso para poner a un ebradista “confiable y leal”, por lo que Ebrard entonces debería solicitar licencia porque no garantiza elecciones capitalinas libres.
La parte importante del incidente que llevó a la renuncia del secretario de Turismo del DF no radicó en su cese por revelar por adelantado las encuestas para señalar al precandidato capitalino, sino la encuerada que le dio a Marcelo Ebrard como el operador del proceso para beneficiar al no-perredista ex procurador Miguel Ángel Mancera por encima de aspirantes perredistas.
Desde Madrid, Alejandro Rojas Díaz Durán confesó cuando menos tres detalles de la parcialidad de Ebrard que en una situación democrática tendrían que llevar a la anulación del mecanismo de encuestas:
1.- Anunció el resultado de las encuestas favorable a Mancera antes de haberse terminado la consulta.
2.- Reveló que Mancera es un candidato marcelista y por tanto le quitó a la encuesta la máscara democrática.
3.- Adelantó en este escenario que “un marcelista confiable y leal”, Mancera, “´será el futuro jefe de gobierno del DF”.
De estas tres pinceladas se derivan dos hechos:
1.- La nominación de Mancera fue un dedazo al estilo priísta de Ebrard y por tanto la encuesta fue nada menos que una pantomima a la que se prestaron los perredistas y el PRD.
2.- Por la filiación marcelista de Mancera, Marcelo Ebrard operará en las elecciones capitalinas de julio una verdadera elección de Estrado, también al viejo estilo priísta e igual a la del 2006 que encumbró a Ebrard en el DF.
Lo que queda por aclarar es el hecho de que el que está interviniendo en el proceso electoral perredista fue el propio Ebrard y por tanto su regaño de que tendrá que renunciar quien se meta se le debe aplicar a él mismo. Por la forma en que manejó el mecanismo perredista Ebrard está dejando pistas de cómo será la elección constitucional: Una elección de Estado de Ebrard para poner como jefe de gobierno no al que gane en un proceso democrático sino a “un marcelista confiable y leal”.
Las declaraciones de Rojas Díaz Durán en Madrid dejaron la certeza del intervencionismo de Ebrard no sólo en el proceso interno del PRD sino como el anuncio de que operará el poder el GDF para imponer a un subordinado leal. El problema no fue la declaración del hoy ex secretario de Turismo del DF sino el hecho de que el propio hoy ex funcionario haya sido comisionado por el propio Ebrard para operar políticamente a favor de Mancera; por tanto, la revelación de Rojas Díaz Durán fue solamente una confirmación del intervencionismo directo de Ebrard en el proceso perredista.
El asunto del ex secretario de Turismo completa el cuadro de la parcialidad del actual jefe de gobierno en el proceso electoral capitalino. El primero en delatar la parcialidad de Ebrard en las elecciones del DF fue nada menos que López Obrador cuando anunció que Ebrard había decidido abandonar la pelea por la candidatura presidencial perredista a cambio de decidir la nominación en el DF; es decir, que Ebrard impondría al candidato. La delación de Rojas Díaz Durán sólo confirmó lo adelantado por López Obrador.
Si Ebrard usó el cese de Rojas Díaz Durán como ejemplo para funcionarios que se metan en el proceso electoral capitalino, entonces el jefe de gobierno debería ser el primero en separarse de su cargo porque no garantiza una competencia limpia y democrática. Por lo pronto, la renuncia de Rojas Díaz Durán no borra el sentido de la revelación: el jefe de gobierno del DF pondrá candidato y lo hará ganar porque necesita un sucesor “confiable y leal”.
En todo caso, no son novedad en el PRD los estilos priístas de Ebrard de poner candidatos sin cumplir con las reglas democráticas. Los perredistas Pablo Gómez y Arnaldo Córdova criticaron duramente el pasado fin de semana precisamente la forma en que la encuesta suplió el compromiso democrático del PRD. En el 2006, en una competencia entre varios perredistas por la candidatura a jefe de gobierno, el entonces candidato presidencial perredista López Obrador decidió la contienda con una entrevista en La Jornada con un dedazo declarativo: “Creo que el candidato debe ser Marcelo”. La consigna del Caudillo fue obedecida sin chistar y Ebrard --(ex) priísta y (ex) salinista-- fue nominado por encima de Pablo Gómez y Jesús Ortega.
Así, el cese de Rojas Díaz Durán no logró borrar las evidencias de lo que viene en la elección capitalina de jefe de gobierno: Una elección de Estado similar precisamente a la que operó el jefe interino de gobierno en el 2006 Alejandro Encinas para beneficiar al candidato Ebrard. Y Ebrard sí sabe de elecciones de Estado porque como priísta le tocó aplastar sin piedad al PRD en 1991 para regresarle el control de la Ciudad de México al PRI de Carlos Salinas de Gortari; el operativo fue tan contundente que el PRI salinista operado por Ebrard logró el carro completo y el propio Ebrard no pudo colarse como asambleísta.
Las revelaciones del hoy ex secretario de Turismo del DF no se acallan con el cese sino que exigirían una investigación oficial de las autoridades electorales. Por lo pronto, Rojas Díaz Durán apestó las encuestas para decidir el candidato más competitivo porque anunció el resultado antes de que terminaran de procesarse los datos.
En todo caso, quedan las propias palabras de Ebrard: “Les pedí (a los funcionarios del GDF) que respetaran el proceso, que no intervinieran, que nos mantuviéramos al margen; entonces por eso se le pidió la renuncia el día de ayer” a Rojas Díaz Durán; así que “todos están avisados, ya saben a qué le tiran, yo no voy a permitir que hagan otra cosa”. Rojas Díaz Durán probó que Ebrard intervino en el proceso para poner a un ebradista “confiable y leal”, por lo que Ebrard entonces debería solicitar licencia porque no garantiza elecciones capitalinas libres.
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