La vida privada

Ricardo Alemán

En el lodazal en el que se revuelcan los políticos, también meten a los ciudadanos. Claro, a los morbosos que se quieren meter

Molestó a muchos y enfureció a otros tantos la difusión, en este espacio —el pasado jueves—, de los argumentos jurídicos que legalmente sirven para que todo ciudadano —sea o no famoso, político o servidor público— pueda reclamar el respeto a su vida privada.

Dijimos, en pocas palabras, que una cosa es la inviolable libertad de expresión y las libertades de prensa —la libertad de escribir sobre cualquier materia— y otra muy distinta es el derecho que tienen todos los ciudadanos mexicanos a la garantía de mantener resguardada su vida privada.

Sin embargo, y a juzgar por el contenido de las más de 600 visitas de los inquilinos de abajo —y de otros cientos en redes sociales—, se confirmó que, en efecto, una mayoría de opinantes no sólo son ignorantes de las reglas básicas del periodismo sino que, en una preocupante muestra de intolerancia, se tragan completo el anzuelo “engañabobos” de la información basura, y hasta la defendieron como si se tratara de un acto de fe. Por eso, y para abonar argumentos al debate del tema, volvemos al mismo.

Primero, debemos aclarar que un requisito fundamental del ejercicio del periodismo de opinión es dar la cara; responsabilizarse de las ideas expresadas, sea en prensa, radio y/o televisión. La diferencia de un profesional de la opinión —como el autor del Itinerario Político— con los cientos de cometarios vertidos en la entrega anterior, es que el primero se hace responsable de cada una de las ideas aparecidas bajo su firma. En cambio, la mayoría de los opinantes en el piso de abajo y en las redes sociales, suelen opinar, insultar, ofender, denigrar y agredir, amparados en el grosero anonimato, sin dar siquiera su nombre.

Pero resulta aún más curioso que la mayoría de quienes reaccionaron con el argumento del insulto, la ofensa y la descalificación, son los mismos que defendieron a rabiar la llamada información basura. ¿A que nos referimos? Precisamente al comercio periodístico de la vida privada. En Europa le llaman “Tabloides”, en el vecino del norte “prensa amarillista” y en México le conocemos como “revistas del corazón”.

En todos los casos, ese tipo de prensa vendeimágenes e historias “exclusivas” de la vida de “los famosos”, y su mercado, es “el morbo” social por conocer, enterarse o compararse con “las vidas ejemplares” que allí aparecen. Entre algunos especialistas, esa información es conocida como “información basura”. Pero, contra lo que muchos suponen, no todo es impunidad.

Es ampliamente conocido el caso de una ciudadana mexicana “del espectáculo” —en su momento esposa del ex presidente López Portillo— que ganó una demanda presuntamente por esa razón, porque se habría afectado su honor.

Pero en política, la exaltación del “morbo” va más allá del mercado de la “información basura”. En realidad, cuando un grupo político echa a rodar información sobre la vida privada de otro grupo o, de un político en específico, lo que busca es la ganancia electoral y/o el desprestigio del adversarios. Es decir, la “información basura” se pone al servicio del poder.

Y ese es el caso de Enrique Peña Nieto. La existencia de dos hijos fuera de su primer matrimonio era un secreto a voces. Y si tienen dudas, pueden consultar el Itinerario Político del 25 de febrero de 2010 —hace casi dos años—, titulado “Peña, paternidad y golpes bajos”. En esa ocasión dijimos que sólo era cuestión de tiempo para que los enemigos de Peña Nieto hicieran pública la paternidad fuera del matrimonio —su vida privada— del entonces gobernador mexiquense, con fines político-electorales. Y, en efecto, así ocurrió.

Es decir, manos interesadas entregan a los ciudadanos información basura de algún político, exaltan el morbo, para alentar a los ciudadanos contra tal o cual candidato. En otras palabras, en el lodazal en el que se revuelcan los políticos, también meten a los ciudadanos. Claro, a los morbosos que se quieren meter.

¿Y cuál es la resultante? El escándalo. ¿Y quién gana? No ganan los ciudadanos, sino el político que difundió la vida privada de su adversario. ¿Ejemplos?

¿Qué ganaron los ciudadanos con el escándalo de que Salinas mató a su sirvienta; con el escándalo de que, en sus mocedades, AMLO mató de un tiro a un hermano? ¿Qué ganaron los ciudadanos con el escándalo de la amante de Fox, llamada Marta Sahagún, que se convirtió en su esposa ya en Los Pinos. De los amoríos de Santiago Creel con reconocida actriz..? Esa información basura, “engañabobos”, fue defendida a rabiar por miles, el pasado jueves.

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