Otto Schober / La Línea del Tiempo
El emperador Maximiliano y su esposa, la emperatriz Carlota, gobernaron al país cerca de tres años y a pesar de ser un breve tiempo dejaron una huella profunda en la política, en el arte y en el urbanismo.
Carlota se enamoró de Maximiliano y se empeñó en casarse con él, a pesar de la oposición de toda su familia, porque Maximiliano era un segundón, un archiduque austriaco sin futuro que jamás sería emperador. Maximiliano por su parte, pensó que Carlota sería una muy buena inversión porque su padre, el rey Leopoldo de Bélgica, era uno de los hombres más ricos de Europa y pariente de casi todas las casas reales de su tiempo.
Leopoldo había educado a Carlota con una mentalidad casi protestante, educada para gobernar, para ejercer el mando e instruida sobre los deberes que debe tener una princesa real.
Ya casados, por el capricho de Carlota y ante la invitación hecha a Maximiliano para viajar a México, el padre de Carlota de alguna manera los presiona para que acepten y su hija tenga la oportunidad de reinar.
La emperatriz Carlota se interesa en la política y se involucra en grandes empresas y lo relevante de su actuación es que por primera vez en la historia de México, una mujer ejerce el poder y comparte el gobierno al lado de su esposo. Maximiliano, de carácter volátil, indeciso, débil e irreflexivo, entre otros atributos de este tipo, cuando realizaba sus giras al interior de México, que duraban varios meses, Carlota, en su carácter de emperatriz quedaba al frente del gobierno y dictaba sus legislaciones, como lo fueron algunas que tuvieron gran trascendencia, como: la jornada laboral de cierto número de horas, la abolición de los castigos corporales, la desaparición de las deudas por herencia y de la sujeción por deudas en las haciendas, la liberalización de los siervos en el campo de los hacendados, lo que le trajo una serie de conflictos con los terratenientes y hacendados del viejo régimen que no apoyaron las reformas de Juárez.
En México se ganó el apodo de Carlota la roja porque era una mujer de ideas liberales y progresistas, católica y cuando tenía que serlo era anticlerical, odiada y temida por los reaccionarios.
Algunos altos jefes militares franceses o mexicanos imperialistas manifestaron que ojalá hubiese sido ella el emperador, por su autoridad y don de mando que le faltaba a Maximiliano, Carlota fue decisiva dos veces: convencer a Maximiliano para venir a México y luego, convencerlo de quedarse. Carlota fue la primera mujer en gobernarnos. (Konrad Ratz)
El emperador Maximiliano y su esposa, la emperatriz Carlota, gobernaron al país cerca de tres años y a pesar de ser un breve tiempo dejaron una huella profunda en la política, en el arte y en el urbanismo.
Carlota se enamoró de Maximiliano y se empeñó en casarse con él, a pesar de la oposición de toda su familia, porque Maximiliano era un segundón, un archiduque austriaco sin futuro que jamás sería emperador. Maximiliano por su parte, pensó que Carlota sería una muy buena inversión porque su padre, el rey Leopoldo de Bélgica, era uno de los hombres más ricos de Europa y pariente de casi todas las casas reales de su tiempo.
Leopoldo había educado a Carlota con una mentalidad casi protestante, educada para gobernar, para ejercer el mando e instruida sobre los deberes que debe tener una princesa real.
Ya casados, por el capricho de Carlota y ante la invitación hecha a Maximiliano para viajar a México, el padre de Carlota de alguna manera los presiona para que acepten y su hija tenga la oportunidad de reinar.
La emperatriz Carlota se interesa en la política y se involucra en grandes empresas y lo relevante de su actuación es que por primera vez en la historia de México, una mujer ejerce el poder y comparte el gobierno al lado de su esposo. Maximiliano, de carácter volátil, indeciso, débil e irreflexivo, entre otros atributos de este tipo, cuando realizaba sus giras al interior de México, que duraban varios meses, Carlota, en su carácter de emperatriz quedaba al frente del gobierno y dictaba sus legislaciones, como lo fueron algunas que tuvieron gran trascendencia, como: la jornada laboral de cierto número de horas, la abolición de los castigos corporales, la desaparición de las deudas por herencia y de la sujeción por deudas en las haciendas, la liberalización de los siervos en el campo de los hacendados, lo que le trajo una serie de conflictos con los terratenientes y hacendados del viejo régimen que no apoyaron las reformas de Juárez.
En México se ganó el apodo de Carlota la roja porque era una mujer de ideas liberales y progresistas, católica y cuando tenía que serlo era anticlerical, odiada y temida por los reaccionarios.
Algunos altos jefes militares franceses o mexicanos imperialistas manifestaron que ojalá hubiese sido ella el emperador, por su autoridad y don de mando que le faltaba a Maximiliano, Carlota fue decisiva dos veces: convencer a Maximiliano para venir a México y luego, convencerlo de quedarse. Carlota fue la primera mujer en gobernarnos. (Konrad Ratz)
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