Sabina Berman
Se dejaron venir los guardianes de las puertas de entrada del palacio del Poder a la sala donde se oficiaba el nombramiento de la señora Wallace como candidata independiente al gobierno de la Ciudad de México. Y estaban indignados.
La señora no ha pagado su cuota en ninguna puerta. No ha jurado por ninguna de las actas constitutivas
de ningún partido. No ha hecho compadrazgos políticos. No ha bajado la cabeza y votado contra su propia convicción en ninguna votación. No ha mentido públicamente.
En palabras de la candidata del PRI al mismo puesto, Beatriz Paredes: “No es una política profesional”.
En palabras de comentaristas variopintos de los medios de comunicación: La señora no tiene experiencia, es improvisada, sabe de seguridad y nada más, se vendió al poder, resultó que bajo su lúcida honestidad albergaba la sucia ambición de mandar.
Un comentarista la regañó, y aunque sucedió en la radio uno podía imaginarse que lo hizo con el dedo índice incendiado de rabia: “Creíamos en ti, Isabel Wallace. Arruinaste tu prestigio”.
La señora Wallace no se ha inmutado bajo la lluvia de descalificaciones. Me aclara que para entrar al palacio del Poder dio “el portazo”. “¿No es más bien que de pronto, de sorpresa, te ofrecieron la candidatura?”. “No. No fue así. Busqué la candidatura”, me revela.
La consiguió en un partido vencido de antemano en la contienda, el PAN, con cinco candidatos a los que nadie volvía a mirar. La consiguió porque apareció en las encuestas que mandó realizar el PAN como la figura pública con mayor simpatía de los ciudadanos de México. La consiguió porque el PAN no tenía alternativa.
En el pasado reciente se había rumorado que el PRD le ofrecería a la señora Wallace la Procuraduría de Justicia del DF. Entonces me aseguró que no la aceptaría porque “el sistema es tan ineficaz y corrupto, que a pesar de poner en ello toda la voluntad, no podría hacer nada, nada, nada”. “¿Y ahora por qué podrías hacer algo? ¿Algo ha cambiado en el sistema?”, le pregunto. “Porque se trata de la Jefatura de Gobierno. De donde parten los programas de gobierno. Desde donde sí puedo controlar los resultados”.
“¿Controlar la policía corrupta, Isabel, cómo?”. “Con tecnología”. “¿Cámaras de video?”. “Eso y mucho más. GPSs, por ejemplo, que detectarán dónde se encuentra cada oficial. Y por supuesto hay que dignificar las condiciones de la policía. Te digo algo, Sabi, yo en esto voy a poner mi vida”. “¿Meterías al Ejército a las calles?”. “Por supuesto que no”.
“A ver, Isabel Wallace, pongámonos serias y prácticas. Es evidente lo que te viene encima. La ceremonia de tu nombramiento fue elocuente. En el templete se pararon todas las figuras del PAN que pudieron hacer valer su jerarquía y cupieron físicamente. En general, las figuras de los partidos asisten a los nombramientos para apoyar al bisoño candidato. Acá fueron a aparecer junto a ti, a que tu imagen los refrendara a ellos. Los tres candidatos a la Presidencia se pelearon tus dos manos para alzártelas. Al final Creel y Vázquez Mota tuvieron que compartir una mano tuya para alzarla. Lo que viene es que al arroparte el PAN, te cooptará, lo sepas o no. Para empezar: ¿quiénes manejarán tu campaña?”
“Gente que yo llame para hacerlo. No panistas”. “¿No pasarás por la máquina electoral panista para que te cambien la imagen, te vistan de rojo, te inventen frases que quepan en los titulares de los periódicos, te inventen lemas, te escriban los discursos?”. Se ríe, se ríe, se vuelve a reír.
“¿Y con quién gobernarás, Isabel? ¿Conoces a suficientes personas capaces para llenar los puestos de un gabinete?”. “Estoy buscando a los mejores profesionales. Habrá ciudadanos sin partido y otros de partidos distintos. Estoy buscando por ejemplo al premio Nobel Molina, para Ecología”. “¿Ese es el nivel?” “Ese es el nivel”.
“¿Pero cómo evitarás que el PAN te cobre este nombramiento y los costos de la campaña imponiéndote personas y programas?”. Isabel Wallace es enfática: “Mi acuerdo con ellos es que soy independiente”. “Incluso les pedí, y me darán, representantes en la Asamblea Legislativa”. “¿Resistirás la presión, señora Wallace?”
“He podido con mayores presiones. A mi edad, con mi experiencia, podré.”
“Volvamos al asunto de las personas”, le insisto. Habiendo tratado profesionalmente a Isabel Wallace, no me queda duda de su temple, ni de su inteligencia práctica, pero sí de que sea capaz de formar un gobierno. “¿A quién piensas en Hacienda?”. “Todavía no diré nombres”, responde. “¿A quién piensas en Cultura?”. “Todavía no diré nombres”. “¿A quién piensas en/ Me corta. “Todavía no diré nombres, Sabi”.
Y luego hace algo que le viene de su talento como directora de una escuela primaria, secundaria y preparatoria, durante 18 años: pone a su interlocutor en el centro del asunto, para hacerlo entender. “Tú haces un programa de televisión”, me recuerda. “Pero no diriges cámaras. No sabes nada de satélites. No realizas la edición”. “Cierto”, digo.
Pues bien, como si se tratara de hacer un programa de televisión, ella formará un gobierno de expertos. Y sobre su falta de experiencia política, la admite, pero la considera una ventaja. “Mira, el tipo de experiencia de los políticos profesionales, es lo que no tengo yo. Y qué bueno, ¿no te parece?”.
“Isabel Wallace, lo que reconocemos en ti es que has tenido una conexión profunda con la verdad. Has arriesgado la vida por la verdad. Eres una heroína, no menos, no más, de la verdad. Lo que muchos tememos es que al entrar a la contienda política, debas empezar a usar verdades estratégicas. ¿Dónde te avisamos de nuestro descontento si notamos que empiezas a mentir?”
Lo medita. Responde:
“Pueden escribirme a isabelmirandadewallace@yahoo.com”
Se dejaron venir los guardianes de las puertas de entrada del palacio del Poder a la sala donde se oficiaba el nombramiento de la señora Wallace como candidata independiente al gobierno de la Ciudad de México. Y estaban indignados.
La señora no ha pagado su cuota en ninguna puerta. No ha jurado por ninguna de las actas constitutivas
de ningún partido. No ha hecho compadrazgos políticos. No ha bajado la cabeza y votado contra su propia convicción en ninguna votación. No ha mentido públicamente.
En palabras de la candidata del PRI al mismo puesto, Beatriz Paredes: “No es una política profesional”.
En palabras de comentaristas variopintos de los medios de comunicación: La señora no tiene experiencia, es improvisada, sabe de seguridad y nada más, se vendió al poder, resultó que bajo su lúcida honestidad albergaba la sucia ambición de mandar.
Un comentarista la regañó, y aunque sucedió en la radio uno podía imaginarse que lo hizo con el dedo índice incendiado de rabia: “Creíamos en ti, Isabel Wallace. Arruinaste tu prestigio”.
La señora Wallace no se ha inmutado bajo la lluvia de descalificaciones. Me aclara que para entrar al palacio del Poder dio “el portazo”. “¿No es más bien que de pronto, de sorpresa, te ofrecieron la candidatura?”. “No. No fue así. Busqué la candidatura”, me revela.
La consiguió en un partido vencido de antemano en la contienda, el PAN, con cinco candidatos a los que nadie volvía a mirar. La consiguió porque apareció en las encuestas que mandó realizar el PAN como la figura pública con mayor simpatía de los ciudadanos de México. La consiguió porque el PAN no tenía alternativa.
En el pasado reciente se había rumorado que el PRD le ofrecería a la señora Wallace la Procuraduría de Justicia del DF. Entonces me aseguró que no la aceptaría porque “el sistema es tan ineficaz y corrupto, que a pesar de poner en ello toda la voluntad, no podría hacer nada, nada, nada”. “¿Y ahora por qué podrías hacer algo? ¿Algo ha cambiado en el sistema?”, le pregunto. “Porque se trata de la Jefatura de Gobierno. De donde parten los programas de gobierno. Desde donde sí puedo controlar los resultados”.
“¿Controlar la policía corrupta, Isabel, cómo?”. “Con tecnología”. “¿Cámaras de video?”. “Eso y mucho más. GPSs, por ejemplo, que detectarán dónde se encuentra cada oficial. Y por supuesto hay que dignificar las condiciones de la policía. Te digo algo, Sabi, yo en esto voy a poner mi vida”. “¿Meterías al Ejército a las calles?”. “Por supuesto que no”.
“A ver, Isabel Wallace, pongámonos serias y prácticas. Es evidente lo que te viene encima. La ceremonia de tu nombramiento fue elocuente. En el templete se pararon todas las figuras del PAN que pudieron hacer valer su jerarquía y cupieron físicamente. En general, las figuras de los partidos asisten a los nombramientos para apoyar al bisoño candidato. Acá fueron a aparecer junto a ti, a que tu imagen los refrendara a ellos. Los tres candidatos a la Presidencia se pelearon tus dos manos para alzártelas. Al final Creel y Vázquez Mota tuvieron que compartir una mano tuya para alzarla. Lo que viene es que al arroparte el PAN, te cooptará, lo sepas o no. Para empezar: ¿quiénes manejarán tu campaña?”
“Gente que yo llame para hacerlo. No panistas”. “¿No pasarás por la máquina electoral panista para que te cambien la imagen, te vistan de rojo, te inventen frases que quepan en los titulares de los periódicos, te inventen lemas, te escriban los discursos?”. Se ríe, se ríe, se vuelve a reír.
“¿Y con quién gobernarás, Isabel? ¿Conoces a suficientes personas capaces para llenar los puestos de un gabinete?”. “Estoy buscando a los mejores profesionales. Habrá ciudadanos sin partido y otros de partidos distintos. Estoy buscando por ejemplo al premio Nobel Molina, para Ecología”. “¿Ese es el nivel?” “Ese es el nivel”.
“¿Pero cómo evitarás que el PAN te cobre este nombramiento y los costos de la campaña imponiéndote personas y programas?”. Isabel Wallace es enfática: “Mi acuerdo con ellos es que soy independiente”. “Incluso les pedí, y me darán, representantes en la Asamblea Legislativa”. “¿Resistirás la presión, señora Wallace?”
“He podido con mayores presiones. A mi edad, con mi experiencia, podré.”
“Volvamos al asunto de las personas”, le insisto. Habiendo tratado profesionalmente a Isabel Wallace, no me queda duda de su temple, ni de su inteligencia práctica, pero sí de que sea capaz de formar un gobierno. “¿A quién piensas en Hacienda?”. “Todavía no diré nombres”, responde. “¿A quién piensas en Cultura?”. “Todavía no diré nombres”. “¿A quién piensas en/ Me corta. “Todavía no diré nombres, Sabi”.
Y luego hace algo que le viene de su talento como directora de una escuela primaria, secundaria y preparatoria, durante 18 años: pone a su interlocutor en el centro del asunto, para hacerlo entender. “Tú haces un programa de televisión”, me recuerda. “Pero no diriges cámaras. No sabes nada de satélites. No realizas la edición”. “Cierto”, digo.
Pues bien, como si se tratara de hacer un programa de televisión, ella formará un gobierno de expertos. Y sobre su falta de experiencia política, la admite, pero la considera una ventaja. “Mira, el tipo de experiencia de los políticos profesionales, es lo que no tengo yo. Y qué bueno, ¿no te parece?”.
“Isabel Wallace, lo que reconocemos en ti es que has tenido una conexión profunda con la verdad. Has arriesgado la vida por la verdad. Eres una heroína, no menos, no más, de la verdad. Lo que muchos tememos es que al entrar a la contienda política, debas empezar a usar verdades estratégicas. ¿Dónde te avisamos de nuestro descontento si notamos que empiezas a mentir?”
Lo medita. Responde:
“Pueden escribirme a isabelmirandadewallace@yahoo.com”
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