Jorge Fernández Menéndez
Cuando estaba a punto de firmarse la alianza del PRI y el Partido Verde, Luis Castro, el presidente nacional de Nueva Alianza, me decía que quizás se estaban equivocando, que las condiciones del acuerdo eran buenas porque les garantizaba una veintena de posiciones en el Congreso y varias senadurías, pero que también, en ese proceso, podían perder hasta el registro, porque la gente suele votar por el partido que encabeza la coalición. Finalmente se aprobó la alianza, pero rápidamente, con la salida de Humberto Moreira de la presidencia del CEN priista y con los cambios que se dieron en el partido y en el equipo de campaña del tricolor, comenzó a ser evidente que la coalición PRI-Verde-Nueva Alianza no estaba funcionando. Desde la llegada de Pedro Joaquín Coldwell a la presidencia del partido, en Nueva Alianza comprendieron que sus espacios se habían acotado, y la oposición en Sinaloa y Chiapas a las candidaturas de Fernando González y Mónica Arriola hizo evidente ese enfrentamiento.
En el priismo hubo una virtual rebelión en varios estados de la república, sobre todo en los que las primeras posiciones de la lista de senadores eran para el partido de Elba Esther Gordillo. El equipo de campaña no supo o no quiso imponer la disciplina y el respeto a los acuerdos y, luego de los nombramientos en el CEN, se sucedieron en cascada las peticiones, sobre todo de ex gobernadores y viejos líderes, que querían un lugar en el Senado: unos pocos son políticos serios y reconocidos, como Enrique Burgos; los otros, en su gran mayoría, una rémora del pasado; muchos simplemente impresentables. La alianza con el Partido Verde se mantiene, aunque el propio Arturo Escobar reconoció que para ello han tenido que sacrificar varias de las posiciones que habían negociado con anterioridad.
¿Quién gana y quién pierde? Gana la estructura tradicional del PRI, que está convencida de que triunfará en las elecciones y quiere asegurarse la mayor cantidad de espacios posibles de cara a 2012: del nuevo PRI lo que queda es el candidato, porque en las lista de senadores es abrumadora la presencia de personajes del viejo tricolor, varios de los cuales parecen requerir más del fuero de un escaño, para evitar problemas, que de una posición política productiva. Entonces gana la estructura pero con esos compañeros de ruta no creo que gane más votos Peña Nieto. Al contrario, todo parece indicar que se está jugando con la ventaja existente: se están sacrificando votos y posiciones, a cambio de consolidar la unidad interna. Están tan convencidos de que van a ganar, que pueden apostar por el sacrificio.
Segundo: la coalición con el Verde, que se mantiene, tiene luces y sombras, pues probablemente permitirá tener en las listas a políticos jóvenes (que el PRI hubiera bloqueado) con muchísimo futuro, como Pablo Escudero y Luis Armando Melgar, pero no está exenta de focos rojos, como la candidatura, incomprensible, de Jorge Emilio González, El Niño Verde, en Quintana Roo, en donde sus raíces políticas pasan por el turismo de fin de semana y la fiesta.
Tercero: para muchos, la animadversión hacia Elba Esther Gordillo les hace perder de vista que el magisterio sí significa votos y posiciones, pero también operación política en varios lugares donde su presencia es más que significativa. Eso se puso de manifiesto en Puebla, en Oaxaca, en Veracruz y en otros estados donde el magisterio apoyó a los candidatos que terminaron ganando las elecciones locales. Nueva Alianza irá sola a los comicios, con candidato (o candidata) a la Presidencia, y su apuesta es consolidar una presencia propia en el escenario político y en el Congreso, que le otorgue peso específico propio: si quien sea que gane la Presidencia no alcanza una mayoría legislativa propia, su grupo parlamentario tendrá un peso indudable, porque será necesario para cualquier negociación. En los hechos, como el Verde, el PT y Movimiento Ciudadano van de la mano, y lo seguirán haciendo con sus aliados naturales; Nueva Alianza se presentará, en los hechos, como una cuarta opción detrás de los tres principales partidos. Con un agregado: de acuerdo con el perfil del candidato (o candidata) que elija NA se verá a quién le quiere quitar votos en la campaña.
Pero también es un desafío: si Nueva Alianza no alcanza el registro, la ofensiva contra Elba Esther será durísima y provendrá de varios frentes. En realidad, lo que está haciendo su partido es una demostración de fuerza, un volado político que, me imagino, llevan mucho tiempo estudiando para tratar de acertar en el resultado. Se le podrá querer o no a Gordillo, pero nadie puede acusarla de ser una mujer políticamente poco previsora.
Cuando estaba a punto de firmarse la alianza del PRI y el Partido Verde, Luis Castro, el presidente nacional de Nueva Alianza, me decía que quizás se estaban equivocando, que las condiciones del acuerdo eran buenas porque les garantizaba una veintena de posiciones en el Congreso y varias senadurías, pero que también, en ese proceso, podían perder hasta el registro, porque la gente suele votar por el partido que encabeza la coalición. Finalmente se aprobó la alianza, pero rápidamente, con la salida de Humberto Moreira de la presidencia del CEN priista y con los cambios que se dieron en el partido y en el equipo de campaña del tricolor, comenzó a ser evidente que la coalición PRI-Verde-Nueva Alianza no estaba funcionando. Desde la llegada de Pedro Joaquín Coldwell a la presidencia del partido, en Nueva Alianza comprendieron que sus espacios se habían acotado, y la oposición en Sinaloa y Chiapas a las candidaturas de Fernando González y Mónica Arriola hizo evidente ese enfrentamiento.
En el priismo hubo una virtual rebelión en varios estados de la república, sobre todo en los que las primeras posiciones de la lista de senadores eran para el partido de Elba Esther Gordillo. El equipo de campaña no supo o no quiso imponer la disciplina y el respeto a los acuerdos y, luego de los nombramientos en el CEN, se sucedieron en cascada las peticiones, sobre todo de ex gobernadores y viejos líderes, que querían un lugar en el Senado: unos pocos son políticos serios y reconocidos, como Enrique Burgos; los otros, en su gran mayoría, una rémora del pasado; muchos simplemente impresentables. La alianza con el Partido Verde se mantiene, aunque el propio Arturo Escobar reconoció que para ello han tenido que sacrificar varias de las posiciones que habían negociado con anterioridad.
¿Quién gana y quién pierde? Gana la estructura tradicional del PRI, que está convencida de que triunfará en las elecciones y quiere asegurarse la mayor cantidad de espacios posibles de cara a 2012: del nuevo PRI lo que queda es el candidato, porque en las lista de senadores es abrumadora la presencia de personajes del viejo tricolor, varios de los cuales parecen requerir más del fuero de un escaño, para evitar problemas, que de una posición política productiva. Entonces gana la estructura pero con esos compañeros de ruta no creo que gane más votos Peña Nieto. Al contrario, todo parece indicar que se está jugando con la ventaja existente: se están sacrificando votos y posiciones, a cambio de consolidar la unidad interna. Están tan convencidos de que van a ganar, que pueden apostar por el sacrificio.
Segundo: la coalición con el Verde, que se mantiene, tiene luces y sombras, pues probablemente permitirá tener en las listas a políticos jóvenes (que el PRI hubiera bloqueado) con muchísimo futuro, como Pablo Escudero y Luis Armando Melgar, pero no está exenta de focos rojos, como la candidatura, incomprensible, de Jorge Emilio González, El Niño Verde, en Quintana Roo, en donde sus raíces políticas pasan por el turismo de fin de semana y la fiesta.
Tercero: para muchos, la animadversión hacia Elba Esther Gordillo les hace perder de vista que el magisterio sí significa votos y posiciones, pero también operación política en varios lugares donde su presencia es más que significativa. Eso se puso de manifiesto en Puebla, en Oaxaca, en Veracruz y en otros estados donde el magisterio apoyó a los candidatos que terminaron ganando las elecciones locales. Nueva Alianza irá sola a los comicios, con candidato (o candidata) a la Presidencia, y su apuesta es consolidar una presencia propia en el escenario político y en el Congreso, que le otorgue peso específico propio: si quien sea que gane la Presidencia no alcanza una mayoría legislativa propia, su grupo parlamentario tendrá un peso indudable, porque será necesario para cualquier negociación. En los hechos, como el Verde, el PT y Movimiento Ciudadano van de la mano, y lo seguirán haciendo con sus aliados naturales; Nueva Alianza se presentará, en los hechos, como una cuarta opción detrás de los tres principales partidos. Con un agregado: de acuerdo con el perfil del candidato (o candidata) que elija NA se verá a quién le quiere quitar votos en la campaña.
Pero también es un desafío: si Nueva Alianza no alcanza el registro, la ofensiva contra Elba Esther será durísima y provendrá de varios frentes. En realidad, lo que está haciendo su partido es una demostración de fuerza, un volado político que, me imagino, llevan mucho tiempo estudiando para tratar de acertar en el resultado. Se le podrá querer o no a Gordillo, pero nadie puede acusarla de ser una mujer políticamente poco previsora.
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