Kate y ‘Platanito’, culto a la estupidez

Ricardo Alemán

Empieza a ser costumbre que, al amparo de la libertad de expresión, figuras públicas como “Platanito”, Kate del Castillo, Eugenio Derbez, Ninel Conde, Niurka, Dulce María y Esteban Arce, entre muchos otros, parecen empeñados en ser parte de esa reñida competencia para seleccionar al famoso capaz de decir la mayor estupidez.

Hoy tocó al turno al comediante “Platanito”, quien sin el mayor tacto hizo una desafortunada parodia que lastima y ofende a familias de los niños que perdieron la vida en la guardería ABC de Hermosillo, Sonora, y que es una de las peores tragedias ocurridas en México, a causa de la negligencia de los tres órdenes de gobierno y, sobre todo, la peor tragedia infantil.

El cómico frutal no entiende que la tragedia de la guardería ABC es una de las mayores ofensas a los ciudadanos y que, por ello, parodiar ese dolor es tanto como ofender a las familias de los afectados y, en general, a todos los ciudadanos lastimados por lo ocurrido. Pero el de “Platanito” no es el único caso.

Hace unos días, la señora Kate del Castillo –actriz de profesión– nos regaló un retrato de cuerpo completo de la estupidez a la que pueden llegar algunos famosos –que creen que la popularidad y lo nutrido del aplauso también cultiva a los famosos– al dar a entender que es más confiable y sería más exitoso en la conducción del país un criminal como “El Chapo” Guzmán.

Está claro que la señora Kate del Castillo no entiende nada de lo que exhibió en su carta –más allá de su trabajo en la actuación–, y que no alcanza a entender el tamaño de las tragedias familiares que en este momento viven miles o millones de mexicanos a causa de la proliferación de sustancias tóxicas –sea alcohol, sean drogas–, y que son el motor de la violencia y el crimen.

No entiende que criminales como “El Chapo” inundan, con todo tipo de drogas, escuelas privadas y públicas, comunidades rurales y barrios de potentados, y que a causa del tráfico de drogas, de la violencia desatada por la disputa entre bandas, mueren anualmente miles y miles de ciudadanos mexicanos. No entiende que el Estado –porque no sabe lo que es el Estado– está obligado a combatir al crimen y a hacer todo lo posible por acabar con las bandas criminales, ésas de las que hace apología la señora Kate.

Y por supuesto que la actriz no entiende que al hacer apología de “El Chapo” lastima y ofende no sólo a los miles o millones de familias de adictos –que viven un infierno–, sino que se coloca del lado de aquellos que quisieran ver al gobierno y a las instituciones del Estado en manos de los capos del crimen.

Pero lo cierto es que ni “Platanito”, ni Kate del Castillo, Eugenio Derbez, Ninel Conde, Niurka, Dulce María y Esteban Arce están obligados a ser politólogos, analistas, lectores consumados, doctores en sociología o en ciencias físico-matemáticas. No, tienen todo el derecho a ser como son. Y por supuesto que tienen la libertad y el derecho de ser parte de la competencia para descubrir al famoso capaz de la mayor estupidez.

Lo cierto es que están donde están porque para eso son buenos; para eso alcanzan sus habilidades.

Pero lo que no entienden es que la libertad de expresión –es decir, el derecho a expresar públicamente lo que se piensa– tiene dos tipos de límites. Los límites que establece el 6º constitucional –no lesionar a terceros, no incitar a la violencia, que incluye no hacer apología del crimen, entre otros– y los límites de la convivencia.

Los límites de convivencia tienen que ver, sobre todo, con la libertad de pensamiento, que es un derecho natural. Es decir, que todos los seres humanos llegamos al mundo equipados con la posibilidad de pensar; con la libertad de pensamiento, que es un derecho humano que se ejerce mediante la libertad de expresión. Así, “Platanito” tiene todo el derecho de pensar y creer que la guardería ABC es una rosticería, pero en tanto voz pública, el payaso debe abstenerse de externar los pensamientos que lastiman, ofenden, insultan y lesionan a terceros.

Kate del Castillo tiene el derecho de pensar y creer que su héroe es el mayor criminal del mundo; pero Kate del Castillo es una mujer pública cuyo pensamiento –plasmado en un texto de opinión– llega a miles o millones de personas a las que –por igual– puede alegrar, lastimar, ofender, indignar y asustar.

Y claro, llega a los que creen que dijo una gran estupidez. Pero el problema es que la señora Kate no es profesional de la crítica. Porque, aunque no lo crea, la crítica también es una profesión.

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