Francisco Rodríguez / Índice Político
Desde hace una semana uno de los varios temas atractivos para la atención política surgió de un suelto periodístico: que la señora Margarita Zavala busca residencia en territorio de Estados Unidos o incluso de España para el dorado autoexilio de Felipe Calderón y los suyos, al término de este malhadado sexenio.
Otro suelto, coincidente en el tiempo, habla de un futuro cargo para el todavía ocupante de Los Pinos en la Organización de las Naciones Unidas.
Versiones, ambas, sin desmentido hasta el momento.
¿Va a huir Calderón de México dejando tras de sí su regadero de muertos, que al decir del The New York Times sumarían hasta estas fechas ya más de 67 mil?
¿Sin que se le finquen las responsabilidades penales y éticas por el abandono económico, social y político en el que nuestra nación ha caído por la inacción de su fallida Administración en los últimos años?
¿Se le va a perdonar el escandaloso enriquecimiento de los más connotados panistas, merced a sus prácticas corruptas?
¿Va a haber, entonces, crímenes sin castigo?
No puede, no debe haber más impunidad.
Menos aún la de aquellos que entre sus cacareadas virtudes (sic) siempre han discurseado su respeto a la vida (67 mil muertos), la honradez, la Patria ordenada y generosa (jejeje).
Arraigar a Calderón en México es, debe ser, una demanda popular que aquél que vaya a ser su sucesor debe comprometerse a llevar a cabo.
Paradójicamente, el todavía ocupante de Los Pinos es un defensor de la figura del arraigo –para muchos expertos, una medida inconstitucional– de la que, apenas en octubre de 2010, decía es eficaz y útil a los propósitos de la procuración de justicia.
Y es de procurar justicia de lo que se trataría si se arraiga a Calderón inmediatamente después de que entregue la banda presidencial –si es que se le permite la entrada al Congreso de la Unión–, para evitar que huya del país sin asumir plenamente las responsabilidades que le demanda la Patria.
En México, él lo sabe bien, sería un apestado. Un paria político.
Por eso es que se prepara desde ahora a abandonar el territorio nacional.
De nada servirá el cuartel de invierno (político) que en la capitalina colonia Las Águilas –un terreno de 1 mil 940 metros cuadrados sobre el que hay varias residencias, un edificio de departamentos incluso– ha venido agregando a su patrimonio familiar el michoacano.
Lo más probable es que quede vacío los próximos años… aunque existe la esperanza de que tal pueda ser el domicilio en el que la justicia le arraigue para ser juzgado por los crímenes de su estúpida guerra, la violación de los derechos humanos, el genocidio del que son víctimas indígenas y habitantes de zonas rurales a quienes se da asistencia sólo para que tengan la fuerza suficiente para acercarse a las urnas a votar por sus “benefactores”…
Por lo pronto, todo indica, Calderón no va a salvarse del juicio ante la Corte Penal Internacional que un nutrido grupo de connacionales ha presentado en La Haya.
Y para ello debe estar “ubicable”, no a salto de mata ya en Estados Unidos o España, donde ha trascendido que su familia ya busca residencia.
El destino post-sexenal de quien ahora ocupa Los Pinos es, debe ser, tema de la próxima campaña electoral, incluso de quien vaya a abanderar al PAN, el partido que ya es el más perjudicado por la actuación de Calderón al frente –“haiga sido como haiga sido”– de la Administración Pública Federal.
Calderón no debe huir del país.
No debe disfrutar de un autoexilio dorado.
Debe hacer frente a las consecuencias de sus no pocas irresponsabilidades.
¿O usted que cree?
Índice Flamígero: Human Rights Watch califica de “horrorosa la violencia” desatada por Calderón en su guerra dizque contra (casi todos) los narcotraficantes. A través de un comunicado de la Secretaría de Gobernación, el ocupante de Los Pinos se defiende y pretende desementir a la ONG cuyo capítulo local encabeza José Miguel Vivanco. Y éste no se queda callado: emplaza a que el próximo gobierno cambie la fallida estrategia que tiene en el Ejército a su principal brazo ejecutor, no obstante que la dependencia que mayores recursos presupuestales recibe para tal efecto es la Secretaría de Seguridad Pública, a cargo del escenógrafo y “apantallapen… tontos” Genaro García Luna. Un desastre que, como otros, Calderón pretende inútilmente ocultar.
Desde hace una semana uno de los varios temas atractivos para la atención política surgió de un suelto periodístico: que la señora Margarita Zavala busca residencia en territorio de Estados Unidos o incluso de España para el dorado autoexilio de Felipe Calderón y los suyos, al término de este malhadado sexenio.
Otro suelto, coincidente en el tiempo, habla de un futuro cargo para el todavía ocupante de Los Pinos en la Organización de las Naciones Unidas.
Versiones, ambas, sin desmentido hasta el momento.
¿Va a huir Calderón de México dejando tras de sí su regadero de muertos, que al decir del The New York Times sumarían hasta estas fechas ya más de 67 mil?
¿Sin que se le finquen las responsabilidades penales y éticas por el abandono económico, social y político en el que nuestra nación ha caído por la inacción de su fallida Administración en los últimos años?
¿Se le va a perdonar el escandaloso enriquecimiento de los más connotados panistas, merced a sus prácticas corruptas?
¿Va a haber, entonces, crímenes sin castigo?
No puede, no debe haber más impunidad.
Menos aún la de aquellos que entre sus cacareadas virtudes (sic) siempre han discurseado su respeto a la vida (67 mil muertos), la honradez, la Patria ordenada y generosa (jejeje).
Arraigar a Calderón en México es, debe ser, una demanda popular que aquél que vaya a ser su sucesor debe comprometerse a llevar a cabo.
Paradójicamente, el todavía ocupante de Los Pinos es un defensor de la figura del arraigo –para muchos expertos, una medida inconstitucional– de la que, apenas en octubre de 2010, decía es eficaz y útil a los propósitos de la procuración de justicia.
Y es de procurar justicia de lo que se trataría si se arraiga a Calderón inmediatamente después de que entregue la banda presidencial –si es que se le permite la entrada al Congreso de la Unión–, para evitar que huya del país sin asumir plenamente las responsabilidades que le demanda la Patria.
En México, él lo sabe bien, sería un apestado. Un paria político.
Por eso es que se prepara desde ahora a abandonar el territorio nacional.
De nada servirá el cuartel de invierno (político) que en la capitalina colonia Las Águilas –un terreno de 1 mil 940 metros cuadrados sobre el que hay varias residencias, un edificio de departamentos incluso– ha venido agregando a su patrimonio familiar el michoacano.
Lo más probable es que quede vacío los próximos años… aunque existe la esperanza de que tal pueda ser el domicilio en el que la justicia le arraigue para ser juzgado por los crímenes de su estúpida guerra, la violación de los derechos humanos, el genocidio del que son víctimas indígenas y habitantes de zonas rurales a quienes se da asistencia sólo para que tengan la fuerza suficiente para acercarse a las urnas a votar por sus “benefactores”…
Por lo pronto, todo indica, Calderón no va a salvarse del juicio ante la Corte Penal Internacional que un nutrido grupo de connacionales ha presentado en La Haya.
Y para ello debe estar “ubicable”, no a salto de mata ya en Estados Unidos o España, donde ha trascendido que su familia ya busca residencia.
El destino post-sexenal de quien ahora ocupa Los Pinos es, debe ser, tema de la próxima campaña electoral, incluso de quien vaya a abanderar al PAN, el partido que ya es el más perjudicado por la actuación de Calderón al frente –“haiga sido como haiga sido”– de la Administración Pública Federal.
Calderón no debe huir del país.
No debe disfrutar de un autoexilio dorado.
Debe hacer frente a las consecuencias de sus no pocas irresponsabilidades.
¿O usted que cree?
Índice Flamígero: Human Rights Watch califica de “horrorosa la violencia” desatada por Calderón en su guerra dizque contra (casi todos) los narcotraficantes. A través de un comunicado de la Secretaría de Gobernación, el ocupante de Los Pinos se defiende y pretende desementir a la ONG cuyo capítulo local encabeza José Miguel Vivanco. Y éste no se queda callado: emplaza a que el próximo gobierno cambie la fallida estrategia que tiene en el Ejército a su principal brazo ejecutor, no obstante que la dependencia que mayores recursos presupuestales recibe para tal efecto es la Secretaría de Seguridad Pública, a cargo del escenógrafo y “apantallapen… tontos” Genaro García Luna. Un desastre que, como otros, Calderón pretende inútilmente ocultar.
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