Raymundo Riva Palacio
Un comediante apodado “Platanito”, maquillado como payaso y peluca rosa mexicano, incendió las redes sociales con un comentario terriblemente desafortunado sobre la tragedia de la guardería ABC de Hermosillo, donde un incendio en 2009 provocó la muerte de 49 niños. Sus comentarios eran insensibles e insensatos. “Pobres chavitos al pastor”, dijo en su sketch. “Ya no hay guardería. Ahora abrieron un changarrito que llamaron ‘Kentucky Fried Children’.” El “Platanito” fue despedazado.
Las redes sociales hiperventilaron el tema. En twitter, ese panel que mide las emociones y las pasiones de un grupo de la sociedad informado, activo y beligerante, proyectó lo que piensa el México ilustrado. Hubo quienes exigieron la disculpa pública del comediante, y otros exigieron que la Secretaría de Gobernación suspendiera las funciones del comediante, que días después plantearon los priístas en el Congreso.
Los menos decidieron que las palabras del “Platanito” no eran relevantes, y que lo que debía evitarse era la impunidad, o sea, que metieran a la cárcel a quien fue director del IMSS cuando se entregaron los permisos de las guarderías, Juan Molinar Horcasitas, al actual titular, al entonces gobernador, y a todo aquél funcionario o ciudadano que olieran a guardería ABC.
El “Platanito” mostró el espejo en el que vivimos, la forma como nos relacionamos y, sobretodo, los grados de maduración política en los que nos encontramos. Nos probó que somos una cultura que descree por completo de la ley, de sus tiempos y sus alcances, y nos enseñó que somos tan intolerantes como el “Platanito” fue inconsciente de lo que iba a generar con su sketch. Extrajo un rasgo claro de autoritarismo que se suele disfrazar de libertad de expresión, como cuando el público urgió y atacar, precisamente, el ejercicio de libertad que por más desatinado que fuera, realizó el comediante.
Nada de esto borra su mal gusto, e hicieron bien aquellos que le pidieron una disculpa pública, que ya ofreció. Esto es un ejercicio pleno de libertad, donde sin coartar a nadie se le impone un juicio racional y moral sobre sus acciones. Pero tampoco nada de esto debe impedir que la investigación sobre el incendio en la guardería quede debidamente resuelta. Recientemente la Suprema Corte de Justicia determinó que 19 funcionarios estuvieron involucrados, y hace unos días, las propietarias de la guardería –una de ellas familiar de Margarita Zavala, esposa del Presidente-, recibieron sentencia absolutoria al no tener responsabilidad sobre la tragedia.
A muchos no les ha gustado este resultado de la justicia, lo que no significa que no se esté aplicando la justicia y buscando castigar a los responsables. Pero no es la cacería de brujas el camino. La ley, nos guste o no, es lo que tenemos, y si queremos modificarla, habría que presionar al Congreso para ello, como haría una sociedad democrática.
Buscar el ajusticiamiento de el “Platanito, o soslayar lo que dijo y trasladar la leña verde al imaginario colectivo de responsables del incendio en la guardería, es una racional que se inscribe en la polarización de la arena pública en la que debatimos cotidianamente. Hizo bien Gobernación en no meterse en este asunto. No es un tema de que el poder calle a quien no piensa como nosotros, porque llegará el momento que alguien más poderoso que piense distinto a nosotros, nos quiera callar.
Este es un tema claro de libertad de expresión y de su abuso. El “Platanito” no fue peor, por cierto, que muchos que vociferan en las redes sociales sin escarnio público alguno, y es una sociedad madura la que debe presionar públicamente para modular el discurso, no para acallarlo, por más radical o indignante que sea, porque eso sería una regresión a través de las mejores intenciones de quien gatea todavía en la democracia, y tiene aún que aprender y protestar, pero sin linchar.
En este espíritu, gracias “Platanito” por agudizar nuestras contradicciones y demostrar, parafraseando a Tocqueville, que todavía hay una cultura democrática que quiere nacer, y una cultura autoritaria que se niega a morir.
Un comediante apodado “Platanito”, maquillado como payaso y peluca rosa mexicano, incendió las redes sociales con un comentario terriblemente desafortunado sobre la tragedia de la guardería ABC de Hermosillo, donde un incendio en 2009 provocó la muerte de 49 niños. Sus comentarios eran insensibles e insensatos. “Pobres chavitos al pastor”, dijo en su sketch. “Ya no hay guardería. Ahora abrieron un changarrito que llamaron ‘Kentucky Fried Children’.” El “Platanito” fue despedazado.
Las redes sociales hiperventilaron el tema. En twitter, ese panel que mide las emociones y las pasiones de un grupo de la sociedad informado, activo y beligerante, proyectó lo que piensa el México ilustrado. Hubo quienes exigieron la disculpa pública del comediante, y otros exigieron que la Secretaría de Gobernación suspendiera las funciones del comediante, que días después plantearon los priístas en el Congreso.
Los menos decidieron que las palabras del “Platanito” no eran relevantes, y que lo que debía evitarse era la impunidad, o sea, que metieran a la cárcel a quien fue director del IMSS cuando se entregaron los permisos de las guarderías, Juan Molinar Horcasitas, al actual titular, al entonces gobernador, y a todo aquél funcionario o ciudadano que olieran a guardería ABC.
El “Platanito” mostró el espejo en el que vivimos, la forma como nos relacionamos y, sobretodo, los grados de maduración política en los que nos encontramos. Nos probó que somos una cultura que descree por completo de la ley, de sus tiempos y sus alcances, y nos enseñó que somos tan intolerantes como el “Platanito” fue inconsciente de lo que iba a generar con su sketch. Extrajo un rasgo claro de autoritarismo que se suele disfrazar de libertad de expresión, como cuando el público urgió y atacar, precisamente, el ejercicio de libertad que por más desatinado que fuera, realizó el comediante.
Nada de esto borra su mal gusto, e hicieron bien aquellos que le pidieron una disculpa pública, que ya ofreció. Esto es un ejercicio pleno de libertad, donde sin coartar a nadie se le impone un juicio racional y moral sobre sus acciones. Pero tampoco nada de esto debe impedir que la investigación sobre el incendio en la guardería quede debidamente resuelta. Recientemente la Suprema Corte de Justicia determinó que 19 funcionarios estuvieron involucrados, y hace unos días, las propietarias de la guardería –una de ellas familiar de Margarita Zavala, esposa del Presidente-, recibieron sentencia absolutoria al no tener responsabilidad sobre la tragedia.
A muchos no les ha gustado este resultado de la justicia, lo que no significa que no se esté aplicando la justicia y buscando castigar a los responsables. Pero no es la cacería de brujas el camino. La ley, nos guste o no, es lo que tenemos, y si queremos modificarla, habría que presionar al Congreso para ello, como haría una sociedad democrática.
Buscar el ajusticiamiento de el “Platanito, o soslayar lo que dijo y trasladar la leña verde al imaginario colectivo de responsables del incendio en la guardería, es una racional que se inscribe en la polarización de la arena pública en la que debatimos cotidianamente. Hizo bien Gobernación en no meterse en este asunto. No es un tema de que el poder calle a quien no piensa como nosotros, porque llegará el momento que alguien más poderoso que piense distinto a nosotros, nos quiera callar.
Este es un tema claro de libertad de expresión y de su abuso. El “Platanito” no fue peor, por cierto, que muchos que vociferan en las redes sociales sin escarnio público alguno, y es una sociedad madura la que debe presionar públicamente para modular el discurso, no para acallarlo, por más radical o indignante que sea, porque eso sería una regresión a través de las mejores intenciones de quien gatea todavía en la democracia, y tiene aún que aprender y protestar, pero sin linchar.
En este espíritu, gracias “Platanito” por agudizar nuestras contradicciones y demostrar, parafraseando a Tocqueville, que todavía hay una cultura democrática que quiere nacer, y una cultura autoritaria que se niega a morir.
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