José Agustín Ortiz Pinchetti / El Despertar
La convocatoria de AMLO para constituir una República amorosa no tiene precedentes en los proyectos de izquierda latinoamericana. Su raigambre es liberal y cristiana y está muy lejos de tesis revolucionarias. Tiene afinidades con el pensamiento y ejemplo de Mahatma Gandhi (1869-1948). Ambos son hombres de acción que rechazan academismo, pero ambos han escrito y dicho mucho. AMLO acaba de publicar un ensayo breve de los fundamentos para una República amorosa (La Jornada, diciembre de 2012). Seguramente la polémica que despertará obligará a una reflexión más profunda.
AMLO se aleja de Gandhi en varios puntos; por ejemplo, no comparte la crítica al industrialismo, ni centrar la educación en el trabajo manual. Pero si coinciden en temas fundamentales rechazan la concepción dualista de la ética aplicable a la política, la cual distingue la ética individual o privada de la de grupo o política. La primera está articulada en una serie de obligaciones que deben respetarse en las relaciones que tenemos con los demás. Pero por lo que toca a la política, justifica los medios negativos con tal de realizar el interés del Estado, la nación, una clase, el partido o cierto grupo. Incluso la violencia, el fraude y la mentira se justifican. Esa es una concepción muy común en la política y hasta hoy es la práctica que se ha impuesto en México. “El haiga sido como haiga sido”.
En cambio, para AMLO y para Gandhi la ética de la política no puede ser la justificación del poder a como dé lugar. Lo que es éticamente malo para un hombre lo es para una nación o comunidad. Muchos pensadores habían rechazado la ética dualista. Tolstoi sostiene la existencia de una sola ética válida, la del amor (la ley del amor no adulterado por sofismas). La difencia es que Gandhi y AMLO aplican esta visión ética a la política real. El tabasqueño al empeñarse en alcanzar el poder para transformar el país y el indio para sacudir a su patria del yugo británico.
Coinciden en el rechazo de la violencia para resolver conflictos. La de AMLO es la no violencia del fuerte. La no violencia por debilidad o cobardía no es legítima, según Gandhi. AMLO ejerce la no violencia desde la fuerza de la energía popular convertida en organización política, y desde ella propone al país la reconciliación. El amor a partir de una reserva moral y cultural que está en lo más profundo de México y como fuente de felicidad colectiva. Esta propuesta no ha roto un vidrio, ni ha lesionado a nadie. Esto hace un contraste brutal con el despliegue de violencia que padecemos. La propuesta es la reconciliación, la renuncia a la venganza, la voluntad de reconstruir el estado de derecho. La República amorosa es la idea gandhiana de respetar a todos, aun a los enemigos, y compartir una consciencia nueva. Una alta propuesta en favor de la grandeza de México y su posibilidad de regeneración.
La convocatoria de AMLO para constituir una República amorosa no tiene precedentes en los proyectos de izquierda latinoamericana. Su raigambre es liberal y cristiana y está muy lejos de tesis revolucionarias. Tiene afinidades con el pensamiento y ejemplo de Mahatma Gandhi (1869-1948). Ambos son hombres de acción que rechazan academismo, pero ambos han escrito y dicho mucho. AMLO acaba de publicar un ensayo breve de los fundamentos para una República amorosa (La Jornada, diciembre de 2012). Seguramente la polémica que despertará obligará a una reflexión más profunda.
AMLO se aleja de Gandhi en varios puntos; por ejemplo, no comparte la crítica al industrialismo, ni centrar la educación en el trabajo manual. Pero si coinciden en temas fundamentales rechazan la concepción dualista de la ética aplicable a la política, la cual distingue la ética individual o privada de la de grupo o política. La primera está articulada en una serie de obligaciones que deben respetarse en las relaciones que tenemos con los demás. Pero por lo que toca a la política, justifica los medios negativos con tal de realizar el interés del Estado, la nación, una clase, el partido o cierto grupo. Incluso la violencia, el fraude y la mentira se justifican. Esa es una concepción muy común en la política y hasta hoy es la práctica que se ha impuesto en México. “El haiga sido como haiga sido”.
En cambio, para AMLO y para Gandhi la ética de la política no puede ser la justificación del poder a como dé lugar. Lo que es éticamente malo para un hombre lo es para una nación o comunidad. Muchos pensadores habían rechazado la ética dualista. Tolstoi sostiene la existencia de una sola ética válida, la del amor (la ley del amor no adulterado por sofismas). La difencia es que Gandhi y AMLO aplican esta visión ética a la política real. El tabasqueño al empeñarse en alcanzar el poder para transformar el país y el indio para sacudir a su patria del yugo británico.
Coinciden en el rechazo de la violencia para resolver conflictos. La de AMLO es la no violencia del fuerte. La no violencia por debilidad o cobardía no es legítima, según Gandhi. AMLO ejerce la no violencia desde la fuerza de la energía popular convertida en organización política, y desde ella propone al país la reconciliación. El amor a partir de una reserva moral y cultural que está en lo más profundo de México y como fuente de felicidad colectiva. Esta propuesta no ha roto un vidrio, ni ha lesionado a nadie. Esto hace un contraste brutal con el despliegue de violencia que padecemos. La propuesta es la reconciliación, la renuncia a la venganza, la voluntad de reconstruir el estado de derecho. La República amorosa es la idea gandhiana de respetar a todos, aun a los enemigos, y compartir una consciencia nueva. Una alta propuesta en favor de la grandeza de México y su posibilidad de regeneración.
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