Enrique Peña Nieto: El Baygón de Toluca

Francisco Rodríguez / Índice Político

En aritmética, como en política, la sustracción es la operación inversa a la adición. De la misma manera, en ambas disciplinas, la división es la inversa de la multiplicación.

Pésimo en materia de lecturas y, por ende, para entender su circunstancia, Enrique Peña Nieto también está reprobado en “mate”.

Porque sólo resta, resta, resta…

Y de paso, divide.

De sumar y multiplicar, mejor no le hablen. Tampoco sabe.

Así, va a llegar al primer día de julio –tras tener “un chorro” de simpatizantes– con apenas un chisguete.

Restó para su causa el apoyo de quienes crean y recrean opinión en las llamadas redes sociales. Entre cuatro y cinco puntos le costó –aun en las encuestas “de casa”–, la ofensiva que proletarizó y pendejizó a quienes con muy buenas dosis de humor –de cultura, sobre todo– se mofaron del calamitoso naufragio de Peña Nieto en su propia laguna mental, al divagar durante casi cinco minutos sobre “los tres libros que bla, bla, bla”.

Restó luego a no pocas amas de casa, al responder despectivamente el no saber los precios de un kilo de tortillas ni de otros artículos de consumo básico en la dieta de la mayoría de los mexicanos. Su “no soy la señora de la casa” fue recibido con una estentórea silbatina sobre todo de aquellas que vieron rasgos de misoginia en tal respuesta. No todas, claro. Las señoras del Sostén (Rosario Robles, et al) que –más allá de la antonomasia– interesadamente se dedican a levantar a los caídos.

Restó Peña Nieto, apenas, el apoyo del Partido Nueva Alianza a su cada vez menos creíble candidatura presidencial.

El mexiquense se hace chiquito. Como aquél personaje que anunciaba un insecticida llamado “Baygón”.

Pero este empequeñecía para conseguir efectividad.

Peña no. Por el contrario. Él y su equipo, él y su partido restan y restan con cada una de sus pequeñeces.

No inicia aún formalmente la campaña política por la Presidencia de la República, y el virtual candidato priísta sigue descendiendo en los niveles de aceptación que gozaba apenas hace cuatro meses. En 150 días más no le alcanzará siquiera para que la elección se defina en tres tercios.

Nada ha ganado y sí es mucho lo que ya ha perdido Peña Nieto desde que, formalmente, dejó la gubernatura del Estado de México.

Restar, restar, restar…

¿Perder, perder, perder?

Rarámuri

Tales, empero, son cuestiones de políticos desinteresados en problemas que no sean los de ellos mismos. Quien sí se aplica a los que verdaderamente nos aquejan es el psicoanalista social José Antonio Lara Peinado quien, a propósito de la grave situación en la Tarahumara –como en el resto del país, donde hay una clara emergencia nacional– me escribe:

“La situación de los pueblos indígenas del país desde hace más de 500 años es delicada y de exterminio. Ya desde La Conquista se le introyectaron al mexicano una serie de creencias que, de manera consciente e inconsciente, le hacen despreciar su historia, su raza, en suma su identidad.

“El genocidio ejercido desde entonces, aunado a la esclavitud de los pueblos indígenas, ha derivado en matanzas, hambre y desprecio para los grupos originarios.

“El mexicano en general observa a estos grupos como algo lejano y folklórico. Disfraza su desprecio con despensas y paga la culpa de su olvido con sus donaciones. Un ejemplo concreto lo tenemos con lo que ha pasado con el pueblo raramuri: la nota de una realidad detona la culpa neurótica de un mexicano que de pronto se despierta con el fantasma de su pasado que no es más que un presente, un aquí y ahora que no es más que un allá y entonces.

“Apenas sucede esto el mexicano sublima su culpa neurótica convirtiéndose otra vez en el donador y alma caritativa, en el salvador ¿de qué? Habría que preguntarnos, ¿qué resuelven las despensas para el futuro de estos pueblos? El mexicano juega entonces inconscientemente a sentirse el dador, el conquistador, el que está por encima. El mexicano dona, paga su culpa y se va, se aleja al centro comercial de la esquina a tomarse un café para hablar de su donativo, sin darse cuenta por ejemplo que ese café es también producto de la explotación de los pueblos que pretende ayudar…

“Ante el genocidio que han vivido los pueblos indígenas, como pueblo ¿nos seguimos conformando con dar despensas y cobijas? ¿Acaso eso no habla de desprecio a nuestro origen e identidad?”

Índice Flamígero: “Fue una falta de conciliación”, definió el candidato presidencial del PRI al ser interrogado sobre la ruptura de la coalición de su partido con Nueva Alianza.

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