Raymundo Riva Palacio
La primera serie de encuestas de este año de la carrera presidencial apareció sin grandes novedades. Enrique Peña Nieto, que ha encabezado las preferencias desde que se comenzó a medir potenciales candidatos, se mantuvo como el puntero, por margen muy holgado frente a todos sus adversarios. Las mediciones muestran que se ha mantenido estable en los tres últimos meses, inclusive después de su pifia en la Feria Internacional del Libro –si se consideran los márgenes de error-, y que la baja registrada en algunas de las encuestas, se explica con el ligero crecimiento de sus adversarios.
Peña Nieto aparece en las encuestas con una ventaja de dos por uno frente a su más cercana competidora, la panista Josefina Vázquez Mota, y ligeramente más arriba del pre candidato de la izquierda, Andrés Manuel López Obrador. La fotografía le da comodidad a Peña Nieto, quien sin embargo –lección aprendida en diciembre-, ha intensificado su trabajo proselitista. Bien hace Peña Nieto en apurarse, y bien harían sus adversarios en no desanimarse prematuramente, porque la fotografía que presentaron las encuestadoras es la imagen sobre un mapa de electores ideal.
Es decir, los resultados, como observa la especialista María de las Heras, de Demotecnia, suponen el voto de 73 millones de personas, casi el total del padrón electoral vigente, lo que no va a suceder. Si esto fuera una fotografía final, Peña Nieto tendría en su bolsa poco más de 36 millones de votos, lo que no es cierto. Peña Nieto y el PRI, junto con sus aliados el Partido Verde y Nueva Alianza, suman 17 millones de votos seguros –cifra conseguida en las últimas elecciones federales con ese mismo padrón-, y la votación histórica promedia, si se utiliza la misma matriz –que se está depurando-, sería de aproximadamente 47 millones de personas. Sobre ese mismo parámetro, el PAN –y cualquiera que sea su abanderado- tiene 11 millones de votos, y López Obrador y el PRD, seguros, 9 millones. Los 10 millones restantes en este escenario, no han tomado aún la decisión por quién votar.
Los resultados de las casas encuestadoras no son un timo, pero tampoco ha comenzado a medir sobre un escenario que introduzca los filtros que se incorporarán cuando haya candidatos formales para homologar que todos los entrevistados tengan credencial de elector, y para valorar más certeramente a los indecisos. No se puede saber, ni hoy ni en ningún momento hasta el día de la elección, si quienes dijeron que votarían por un candidato ratificarán en la urna lo que dijeron, o si estaban escondiendo su voto, como suele suceder, por ejemplo, con los indecisos o con votantes del PRI, como sucede normalmente en las mediciones.
Si las encuestas se ven bajo ópticas más amplias que tomar la fotografía sólo en el primer plano, se harán cuentas alegres y se pueden tener sorpresas amargas. Observados los números en multiniveles, Peña Nieto sí se mantiene como puntero en forma holgada, pero lo que popularmente se presume como una ventaja monumental, en realidad no lo es y tiene que mantener una campaña de agitación para no perderla. El precandidato lo observó esta semana en Puebla, que pasaron por esa experiencia en la última contienda para gobernador, donde pidió no fiarse de la realidad que se presenta hoy.
Las encuestas son un indicativo todavía superficial, pues entre otras razones, la campaña no comienza. Falta que el PAN designe candidata o candidato, y que los partidos concluyan las listas para los más de mil 200 puestos de elección popular que estarán en juego el primero de julio, y que colocarán las verdaderas ruedas a las maquinarias electorales. Pensar que la elección presidencial está decidida, es una sandez política tan grande, como creer que alguno de los precandidatos de los grandes partidos, ya esté derrotado. La gran elección no es de trámite, cuando menos, hasta ahora.
La primera serie de encuestas de este año de la carrera presidencial apareció sin grandes novedades. Enrique Peña Nieto, que ha encabezado las preferencias desde que se comenzó a medir potenciales candidatos, se mantuvo como el puntero, por margen muy holgado frente a todos sus adversarios. Las mediciones muestran que se ha mantenido estable en los tres últimos meses, inclusive después de su pifia en la Feria Internacional del Libro –si se consideran los márgenes de error-, y que la baja registrada en algunas de las encuestas, se explica con el ligero crecimiento de sus adversarios.
Peña Nieto aparece en las encuestas con una ventaja de dos por uno frente a su más cercana competidora, la panista Josefina Vázquez Mota, y ligeramente más arriba del pre candidato de la izquierda, Andrés Manuel López Obrador. La fotografía le da comodidad a Peña Nieto, quien sin embargo –lección aprendida en diciembre-, ha intensificado su trabajo proselitista. Bien hace Peña Nieto en apurarse, y bien harían sus adversarios en no desanimarse prematuramente, porque la fotografía que presentaron las encuestadoras es la imagen sobre un mapa de electores ideal.
Es decir, los resultados, como observa la especialista María de las Heras, de Demotecnia, suponen el voto de 73 millones de personas, casi el total del padrón electoral vigente, lo que no va a suceder. Si esto fuera una fotografía final, Peña Nieto tendría en su bolsa poco más de 36 millones de votos, lo que no es cierto. Peña Nieto y el PRI, junto con sus aliados el Partido Verde y Nueva Alianza, suman 17 millones de votos seguros –cifra conseguida en las últimas elecciones federales con ese mismo padrón-, y la votación histórica promedia, si se utiliza la misma matriz –que se está depurando-, sería de aproximadamente 47 millones de personas. Sobre ese mismo parámetro, el PAN –y cualquiera que sea su abanderado- tiene 11 millones de votos, y López Obrador y el PRD, seguros, 9 millones. Los 10 millones restantes en este escenario, no han tomado aún la decisión por quién votar.
Los resultados de las casas encuestadoras no son un timo, pero tampoco ha comenzado a medir sobre un escenario que introduzca los filtros que se incorporarán cuando haya candidatos formales para homologar que todos los entrevistados tengan credencial de elector, y para valorar más certeramente a los indecisos. No se puede saber, ni hoy ni en ningún momento hasta el día de la elección, si quienes dijeron que votarían por un candidato ratificarán en la urna lo que dijeron, o si estaban escondiendo su voto, como suele suceder, por ejemplo, con los indecisos o con votantes del PRI, como sucede normalmente en las mediciones.
Si las encuestas se ven bajo ópticas más amplias que tomar la fotografía sólo en el primer plano, se harán cuentas alegres y se pueden tener sorpresas amargas. Observados los números en multiniveles, Peña Nieto sí se mantiene como puntero en forma holgada, pero lo que popularmente se presume como una ventaja monumental, en realidad no lo es y tiene que mantener una campaña de agitación para no perderla. El precandidato lo observó esta semana en Puebla, que pasaron por esa experiencia en la última contienda para gobernador, donde pidió no fiarse de la realidad que se presenta hoy.
Las encuestas son un indicativo todavía superficial, pues entre otras razones, la campaña no comienza. Falta que el PAN designe candidata o candidato, y que los partidos concluyan las listas para los más de mil 200 puestos de elección popular que estarán en juego el primero de julio, y que colocarán las verdaderas ruedas a las maquinarias electorales. Pensar que la elección presidencial está decidida, es una sandez política tan grande, como creer que alguno de los precandidatos de los grandes partidos, ya esté derrotado. La gran elección no es de trámite, cuando menos, hasta ahora.
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