Raymundo Riva Palacio
Roberto Gil es lo que había soñado desde un principio Josefina Vázquez Mota para que coordinara su precampaña presidencial. Estampado con el ADN azul, figura política emergente y reconocida por todos como un buen interlocutor, había trabajado al lado de un presidente del PAN, en el IFE, como subsecretario de Gobernación y como su brazo operador en la Cámara de Diputados. Si no había ido a su regazo hasta esta semana, es porque no había terminado de cuadrar su distanciamiento con el presidente Felipe Calderón, que pese a tratar de mantenerlo más tiempo en Los Pinos, no pudo finalmente evitar la rebelión del chiapaneco de 35 años.
Gil fue presentado con todos los honores como el nuevo coordinador de campaña de Vázquez Mota en sustitución del interino, el expriista Diódoro Carrasco, con quien a lo largo de semanas terminó de armar su salida de la presidencia, donde trabajaba como secretario particular de Calderón y era uno de sus dos brazos en la política interna –el otro es el secretario de Gobernación-. Le urgía irse a Gil, pero no había podido.
Hacía tiempo estaba inconforme, desde que fue saltado como relevo de Fernando Gómez Mont en la Secretaría de Gobernación en julio de 2010. Meses después, buscó la presidencia del PAN. Aquel momento fue un punto de inflexión. Gil era visto como el candidato del presidente Calderón, quien sin embargo se mantuvo al margen de la elección hasta el último momento, cuando en víspera de la votación, desde Punta del Este, donde se encontraba en una cumbre iberoamericana, trató de modificar la tendencia del voto. Fue demasiado tarde, pues el senador Gustavo Madero ya había hecho las negociaciones con diversos grupos del partido que le garantizarían el triunfo.
Con la contienda perdida, le sugirieron que negociara posiciones con Madero dentro del Comité Ejecutivo Nacional. Pero cuando propuso figuras que polarizaban, como era el caso de la exjefa de Oficina de la presidencia, Patricia Flores, y el controvertido operador político Jorge Manzanera, Madero lo rechazó. Gil tuvo un arrebato y Margarita Zavala, esposa del presidente e influyente consejera del PAN, trató de neutralizar para que no retirara todas sus propuestas. Si él lo hacía, le dijo, abriría espacios para que entraran personas que no eran bien vistas en Los Pinos, como personeros del senador Santiago Creel, tal como Javier Corral.
La juventud jugó en contra una vez más. Concretó su arrebato y se quedó sin nadie en el Comité Ejecutivo. Pese a todo, el presidente lo hizo su secretario particular cuando Luis Felipe Bravo Mena se lanzó por la gubernatura del Estado de México. Gil no era confiable para la mayoría del equipo compacto de Calderón, quien no obstante le delegó la mitad de la operación política de Los Pinos. Dentro de la presidencia le fueron perdiendo confianza, no por su cercanía con Vázquez Mota, sino por una imprudente y extraña relación que buscó y construyó con el expresidente Carlos Salinas.
Cuando arrancó informalmente la sucesión presidencial y se abrieron las cartas de los candidatos en potencia, Vázquez Mota lo vio como uno de sus brazos fuertes. La seducción se fue incrementando, pero el presidente lo buscó contener y le pidió que no se incorporara al equipo de Vázquez Mota y que esperara el final del proceso. ¿A cambio de qué? Sólo la autorización de competir una senaduría de mayoría relativa en Chiapas. Gil volvió a inconformarse. De acuerdo con fuentes panistas, Vázquez Mota le ofreció que a cambio de que se fuera a coordinar su precampaña, en caso de ganar la nominación lo colocaría como número uno en la lista de plurinominales. Para un partido como el PAN donde no más de tres senadores son incorporados a una lista especial del Comité Ejecutivo Nacional, la manzana era demasiado apetitosa para Gil, que brincó del barco de Los Pinos a los brazos de Vázquez Mota.
Su incorporación cerró un capítulo sobre cómo personas muy vinculadas a Calderón, cambiaron de trinchera. Gil era muy cercano a Germán Martínez, un viejo amigo de Calderón, de quien fue secretario de la Función Pública –el chiapaneco era su coordinador de asesores- y más adelante líder del PAN. Martínez lo precedió por semanas en el apoyo a Vázquez Mota, como un rechazo al proyecto de Ernesto Cordero, extensión del que originalmente tenía su adversario palaciego Juan Camilo Mouriño.
Vázquez Mota ha captado a un buen número de antimouriñistas para quien ese encono es mayor que la vieja relación con Calderón. Gil se sumó a ese grupo en alianza táctica con la precandidata, quien lo necesitaba urgentemente para que le ayudara a negociar con los distintos grupos del partido apoyos a cambio de respaldo para candidaturas y poder derrotar a Cordero cuando se enfrenten en la votación panista nacional por la nominación.
Gil no tendrá más que saliva y buena fe que ofrecerles, pues la candidatura presidencial se definirá antes que el resto de las posiciones para puestos de elección popular. Pero el cielo azul que está vendiendo es el mismo que, para efectos políticos personales, le compró él mismo a Vázquez Mota para abandonar la presidencia y a su eterno protector. El niño terrible, confirmó su sino.
Roberto Gil es lo que había soñado desde un principio Josefina Vázquez Mota para que coordinara su precampaña presidencial. Estampado con el ADN azul, figura política emergente y reconocida por todos como un buen interlocutor, había trabajado al lado de un presidente del PAN, en el IFE, como subsecretario de Gobernación y como su brazo operador en la Cámara de Diputados. Si no había ido a su regazo hasta esta semana, es porque no había terminado de cuadrar su distanciamiento con el presidente Felipe Calderón, que pese a tratar de mantenerlo más tiempo en Los Pinos, no pudo finalmente evitar la rebelión del chiapaneco de 35 años.
Gil fue presentado con todos los honores como el nuevo coordinador de campaña de Vázquez Mota en sustitución del interino, el expriista Diódoro Carrasco, con quien a lo largo de semanas terminó de armar su salida de la presidencia, donde trabajaba como secretario particular de Calderón y era uno de sus dos brazos en la política interna –el otro es el secretario de Gobernación-. Le urgía irse a Gil, pero no había podido.
Hacía tiempo estaba inconforme, desde que fue saltado como relevo de Fernando Gómez Mont en la Secretaría de Gobernación en julio de 2010. Meses después, buscó la presidencia del PAN. Aquel momento fue un punto de inflexión. Gil era visto como el candidato del presidente Calderón, quien sin embargo se mantuvo al margen de la elección hasta el último momento, cuando en víspera de la votación, desde Punta del Este, donde se encontraba en una cumbre iberoamericana, trató de modificar la tendencia del voto. Fue demasiado tarde, pues el senador Gustavo Madero ya había hecho las negociaciones con diversos grupos del partido que le garantizarían el triunfo.
Con la contienda perdida, le sugirieron que negociara posiciones con Madero dentro del Comité Ejecutivo Nacional. Pero cuando propuso figuras que polarizaban, como era el caso de la exjefa de Oficina de la presidencia, Patricia Flores, y el controvertido operador político Jorge Manzanera, Madero lo rechazó. Gil tuvo un arrebato y Margarita Zavala, esposa del presidente e influyente consejera del PAN, trató de neutralizar para que no retirara todas sus propuestas. Si él lo hacía, le dijo, abriría espacios para que entraran personas que no eran bien vistas en Los Pinos, como personeros del senador Santiago Creel, tal como Javier Corral.
La juventud jugó en contra una vez más. Concretó su arrebato y se quedó sin nadie en el Comité Ejecutivo. Pese a todo, el presidente lo hizo su secretario particular cuando Luis Felipe Bravo Mena se lanzó por la gubernatura del Estado de México. Gil no era confiable para la mayoría del equipo compacto de Calderón, quien no obstante le delegó la mitad de la operación política de Los Pinos. Dentro de la presidencia le fueron perdiendo confianza, no por su cercanía con Vázquez Mota, sino por una imprudente y extraña relación que buscó y construyó con el expresidente Carlos Salinas.
Cuando arrancó informalmente la sucesión presidencial y se abrieron las cartas de los candidatos en potencia, Vázquez Mota lo vio como uno de sus brazos fuertes. La seducción se fue incrementando, pero el presidente lo buscó contener y le pidió que no se incorporara al equipo de Vázquez Mota y que esperara el final del proceso. ¿A cambio de qué? Sólo la autorización de competir una senaduría de mayoría relativa en Chiapas. Gil volvió a inconformarse. De acuerdo con fuentes panistas, Vázquez Mota le ofreció que a cambio de que se fuera a coordinar su precampaña, en caso de ganar la nominación lo colocaría como número uno en la lista de plurinominales. Para un partido como el PAN donde no más de tres senadores son incorporados a una lista especial del Comité Ejecutivo Nacional, la manzana era demasiado apetitosa para Gil, que brincó del barco de Los Pinos a los brazos de Vázquez Mota.
Su incorporación cerró un capítulo sobre cómo personas muy vinculadas a Calderón, cambiaron de trinchera. Gil era muy cercano a Germán Martínez, un viejo amigo de Calderón, de quien fue secretario de la Función Pública –el chiapaneco era su coordinador de asesores- y más adelante líder del PAN. Martínez lo precedió por semanas en el apoyo a Vázquez Mota, como un rechazo al proyecto de Ernesto Cordero, extensión del que originalmente tenía su adversario palaciego Juan Camilo Mouriño.
Vázquez Mota ha captado a un buen número de antimouriñistas para quien ese encono es mayor que la vieja relación con Calderón. Gil se sumó a ese grupo en alianza táctica con la precandidata, quien lo necesitaba urgentemente para que le ayudara a negociar con los distintos grupos del partido apoyos a cambio de respaldo para candidaturas y poder derrotar a Cordero cuando se enfrenten en la votación panista nacional por la nominación.
Gil no tendrá más que saliva y buena fe que ofrecerles, pues la candidatura presidencial se definirá antes que el resto de las posiciones para puestos de elección popular. Pero el cielo azul que está vendiendo es el mismo que, para efectos políticos personales, le compró él mismo a Vázquez Mota para abandonar la presidencia y a su eterno protector. El niño terrible, confirmó su sino.
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