Gregorio Ortega Molina / La Costumbre Del Poder
¿Cuántos años transcurrieron entre el atentado que destruyó las Torres Gemelas y el asesinato de Osama Bin Laden? Joaquín “El Chapo” Guzmán es tanto o más buscado que el ex socio de la dinastía Bush, con menos territorio para ocultarse y con más potenciales delatores, pero todavía no es conveniente para la DEA ni para el Departamento de Estado encontrarlo, porque es útil para la presión que ejercen sobre México, con el propósito de acelerar la desestabilización que les facilite el control de los recursos naturales no renovables.
Nunca en ningún gobierno de ninguna época se establecieron acuerdos explícitos entre la delincuencia y el poder. Se sirven unos a otros, y cuando el más débil deja de ser necesario, sólo desaparece. Sería iluso pensar que existen documentos firmados entre Jesús Vicente Zambada Niebla y algún funcionario de la DEA, en los cuales se especifique que esa Agencia protege al cártel de Sinaloa; por lo pronto, durante el juicio a “El Vicentillo” el gobierno de Estados Unidos se negó a desclasificar documentos que aluden a su relación con organizaciones de narcotraficantes mexicanos.
Los convenios entre lo políticamente correcto y los barones del crimen organizado que llenan de dinero negro las arcas del Estado son guiños, sobreentendidos, un dejar hacer, dejar pasar, siempre y cuando sea el Estado el que predomine e imponga las reglas del juego. Esto existe en todas partes, incluso los hubo en la Unión Soviética y en Cuba, pues de otra manera no se comprende el fusilamiento del general Arnaldo Ochoa.
El coronel Oliver North recibió honores y merecimientos por servirse de los recursos provenientes del crimen organizado, para armar a la Contra e impulsar la guerra contra el sandinismo. Los gobernantes de Estados Unidos, quienes allá verdaderamente mandan, poseen el suficiente cinismo como para saber qué puede y qué no puede hacerse con el poder político y económico que ponen en manos de quien despacha en el Salón Oval.
Lo que expongo no es nuevo. Este comportamiento humano precede a la era cristiana. La historiadora Mary Renault -en Fuego en el paraíso- narra que Alejandro leía a Heródoto, donde encontró lo siguiente: “… los servicios del transgresor siempre deben compararse con sus delitos, y sólo si éstos son mayores que los primeros debe castigársele”.
Joaquín “El Chapo” Guzmán sólo será castigado cuando sus delitos sean mayores que sus servicios. Por el momento mantiene contentos a quienes manejan las marionetas desde Estados Unidos y tiran de los hilos que lo administran, mientras acá se complacen en los acuerdos que postran a la nación y la desestabilizan, la agitan, la ponen en el umbral de la asonada y la rebelión, porque así conviene a los intereses del Imperio.
Lo que el mundo padece hoy es una intensa guerra económica que se sirve de los estragos causados por la globalización y la mano de obra china, así como de los recursos que produce la delincuencia organizada. En este contexto, personajes como “El Chapo” y sus narco dólares, son de gran utilidad.
¿Cuántos años transcurrieron entre el atentado que destruyó las Torres Gemelas y el asesinato de Osama Bin Laden? Joaquín “El Chapo” Guzmán es tanto o más buscado que el ex socio de la dinastía Bush, con menos territorio para ocultarse y con más potenciales delatores, pero todavía no es conveniente para la DEA ni para el Departamento de Estado encontrarlo, porque es útil para la presión que ejercen sobre México, con el propósito de acelerar la desestabilización que les facilite el control de los recursos naturales no renovables.
Nunca en ningún gobierno de ninguna época se establecieron acuerdos explícitos entre la delincuencia y el poder. Se sirven unos a otros, y cuando el más débil deja de ser necesario, sólo desaparece. Sería iluso pensar que existen documentos firmados entre Jesús Vicente Zambada Niebla y algún funcionario de la DEA, en los cuales se especifique que esa Agencia protege al cártel de Sinaloa; por lo pronto, durante el juicio a “El Vicentillo” el gobierno de Estados Unidos se negó a desclasificar documentos que aluden a su relación con organizaciones de narcotraficantes mexicanos.
Los convenios entre lo políticamente correcto y los barones del crimen organizado que llenan de dinero negro las arcas del Estado son guiños, sobreentendidos, un dejar hacer, dejar pasar, siempre y cuando sea el Estado el que predomine e imponga las reglas del juego. Esto existe en todas partes, incluso los hubo en la Unión Soviética y en Cuba, pues de otra manera no se comprende el fusilamiento del general Arnaldo Ochoa.
El coronel Oliver North recibió honores y merecimientos por servirse de los recursos provenientes del crimen organizado, para armar a la Contra e impulsar la guerra contra el sandinismo. Los gobernantes de Estados Unidos, quienes allá verdaderamente mandan, poseen el suficiente cinismo como para saber qué puede y qué no puede hacerse con el poder político y económico que ponen en manos de quien despacha en el Salón Oval.
Lo que expongo no es nuevo. Este comportamiento humano precede a la era cristiana. La historiadora Mary Renault -en Fuego en el paraíso- narra que Alejandro leía a Heródoto, donde encontró lo siguiente: “… los servicios del transgresor siempre deben compararse con sus delitos, y sólo si éstos son mayores que los primeros debe castigársele”.
Joaquín “El Chapo” Guzmán sólo será castigado cuando sus delitos sean mayores que sus servicios. Por el momento mantiene contentos a quienes manejan las marionetas desde Estados Unidos y tiran de los hilos que lo administran, mientras acá se complacen en los acuerdos que postran a la nación y la desestabilizan, la agitan, la ponen en el umbral de la asonada y la rebelión, porque así conviene a los intereses del Imperio.
Lo que el mundo padece hoy es una intensa guerra económica que se sirve de los estragos causados por la globalización y la mano de obra china, así como de los recursos que produce la delincuencia organizada. En este contexto, personajes como “El Chapo” y sus narco dólares, son de gran utilidad.
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