Antonio Navalón
La campaña inicial de Peña Nieto tenía dos elementos fundamentales: la unidad por encima de todo y el control absoluto del partido.
El nombramiento de Humberto Moreira como presidente del PRI correspondió a un esquema muy claro en el cual se repetía parcialmente la estrategia de la elección de 2006, basada en la fuerza innegable del SNTE y de Elba Esther Gordillo.
Se firmó el acuerdo, se crearon distintos anticuerpos y de manera casi imperceptible el esquema empezó a ser dinamitado desde dentro. Se jugaba mucho más que el simple cambio de la presidencia del PRI. El fondo era el ajuste de valores más trascendentes dentro del partido tricolor.
Como consecuencia del aumento de las tensiones tras los acuerdos para la primera firma mancomunada del documento del Panal –con el que siempre estuvieron de acuerdo Peña Nieto y su equipo más cercano–, ese huevo de la serpiente fue creciendo –especialmente en Chiapas– y fue la mano de César Augusto Santiago la que finalmente hizo ver entre los escombros dos certidumbres en una pinza perfecta entre el ayer y el mañana del partido: primera, no todo el PRI es el Edomex, ni funciona como un solo hombre ni a un solo grito. Segunda, pueden más todos los priístas que cualquier voluntad o ejercicio aislados de volver a conquistar la Presidencia.
Por alguna extraña razón, al equipo del candidato priísta le gusta pagar dos veces. Pagaron fuerte cuando firmaron el acuerdo y ahora vuelven a pagar cuando lo rompen.
En el cuartel de Peña algunos creen que es tan fuerte su candidatura que podría incluso prescindir del PRI. Como en las películas del Oeste les digo: “Yo no lo haría, forastero”.
Hay otro ganador que no sé si esté convenciendo a la gente, pero su discurso es evidente. Todo lo que ayer fue negro hoy es azul esperanza, todo lo que era odio es amor, todo lo que era desunión es unión, todo lo que era incapacidad de ponerse de acuerdo, ni siquiera para ganar en las izquierdas, ahora es buena voluntad en la república rumbo a la constitución amorosa de López Obrador.
A AMLO se le podrá acusar de muchas cosas, pero no de que no aprendió la lección. Y las tribus caminan ahora a formar una estructura de poder donde todo el mundo quepa.
Hay dos realidades descolgadas y, como siempre, cuando la realidad contradice lo que de verdad está sentado en la sociedad es peligroso. ¿A dónde irá esa fuerza, ese dominio territorial, esa capacidad de hacer política del SNTE y la maestra? ¿Con cuánta gente más se acompañará Peña Nieto en su camino?
Mientras los panistas juegan a un ejercicio democrático, Felipe Calderón, desde la sala de mandos, juega al control absoluto, no por lo que él hace sino por lo que los demás le están haciendo o permitiendo hacer.
Siga la jugada con atención, no es nada más que el comienzo. Porque una vez que se hagan públicas las listas de senadores y diputados ya podrá observar quién está con quién y al final del día quién gana.
Marzo parece que está muy cerca, sin embargo, seguramente está al menos a dos cabezas del liderazgo.
Al final del día, cuando acabe el plazo legal del IFE para inscribir las candidaturas, ¿quién estará a la cabeza?
La campaña inicial de Peña Nieto tenía dos elementos fundamentales: la unidad por encima de todo y el control absoluto del partido.
El nombramiento de Humberto Moreira como presidente del PRI correspondió a un esquema muy claro en el cual se repetía parcialmente la estrategia de la elección de 2006, basada en la fuerza innegable del SNTE y de Elba Esther Gordillo.
Se firmó el acuerdo, se crearon distintos anticuerpos y de manera casi imperceptible el esquema empezó a ser dinamitado desde dentro. Se jugaba mucho más que el simple cambio de la presidencia del PRI. El fondo era el ajuste de valores más trascendentes dentro del partido tricolor.
Como consecuencia del aumento de las tensiones tras los acuerdos para la primera firma mancomunada del documento del Panal –con el que siempre estuvieron de acuerdo Peña Nieto y su equipo más cercano–, ese huevo de la serpiente fue creciendo –especialmente en Chiapas– y fue la mano de César Augusto Santiago la que finalmente hizo ver entre los escombros dos certidumbres en una pinza perfecta entre el ayer y el mañana del partido: primera, no todo el PRI es el Edomex, ni funciona como un solo hombre ni a un solo grito. Segunda, pueden más todos los priístas que cualquier voluntad o ejercicio aislados de volver a conquistar la Presidencia.
Por alguna extraña razón, al equipo del candidato priísta le gusta pagar dos veces. Pagaron fuerte cuando firmaron el acuerdo y ahora vuelven a pagar cuando lo rompen.
En el cuartel de Peña algunos creen que es tan fuerte su candidatura que podría incluso prescindir del PRI. Como en las películas del Oeste les digo: “Yo no lo haría, forastero”.
Hay otro ganador que no sé si esté convenciendo a la gente, pero su discurso es evidente. Todo lo que ayer fue negro hoy es azul esperanza, todo lo que era odio es amor, todo lo que era desunión es unión, todo lo que era incapacidad de ponerse de acuerdo, ni siquiera para ganar en las izquierdas, ahora es buena voluntad en la república rumbo a la constitución amorosa de López Obrador.
A AMLO se le podrá acusar de muchas cosas, pero no de que no aprendió la lección. Y las tribus caminan ahora a formar una estructura de poder donde todo el mundo quepa.
Hay dos realidades descolgadas y, como siempre, cuando la realidad contradice lo que de verdad está sentado en la sociedad es peligroso. ¿A dónde irá esa fuerza, ese dominio territorial, esa capacidad de hacer política del SNTE y la maestra? ¿Con cuánta gente más se acompañará Peña Nieto en su camino?
Mientras los panistas juegan a un ejercicio democrático, Felipe Calderón, desde la sala de mandos, juega al control absoluto, no por lo que él hace sino por lo que los demás le están haciendo o permitiendo hacer.
Siga la jugada con atención, no es nada más que el comienzo. Porque una vez que se hagan públicas las listas de senadores y diputados ya podrá observar quién está con quién y al final del día quién gana.
Marzo parece que está muy cerca, sin embargo, seguramente está al menos a dos cabezas del liderazgo.
Al final del día, cuando acabe el plazo legal del IFE para inscribir las candidaturas, ¿quién estará a la cabeza?
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