John Saxe-Fernández
Las decisiones de unos pocos nos han llevado a la crisis de los últimos años” y ahora (esas) mismas personas se presentarán aquí como la solución a esos problemas, advirtió David Roth, presidente del ala joven del Partido Socialista Suizo. Lo dijo bajo una manta que rezaba: No dejes que decidan por tí, en referencia a los poco más de 2 mil 600 participantes en el Foro Económico Mundial (FEM), que desde ayer, como lo han hecho por 42 años, se reúnen en Davos, Suiza.
Acuden a los Alpes suizos encubridores, encargados de despojos y estafas bancario/financieras y administradores del pillaje de naciones enteras. En ese lujoso centro invernal, alejado del mundanal ruido, se refuerza la seguridad: ante los desmanes y la guerra de clase desatada por el capital, ya les alcanzó la protesta de los Ocupa el FEM.
Pero Davos ofrece a sus huéspedes discreta cercanía a la banca suiza, feroz opositora a la más leve medida que toque el secreto bancario de su heterogénea clientela; a decir de ex funcionarios del Banco Mundial (BM) ese hermetismo es ingrediente nodal de la gobernanza de la periferia capitalista.
A Davos acuden algunos personajes de la burguesía europea y de Estados Unidos, hoy como ayer, en relaciones de amor/ odio por mercados, moneda y recursos. La mayoría de asistentes son Ceos que operan desde bancos, firmas de inversión, grandes empresas, representantes del G-20, ideólogos, economistas de prestigio e importantes cargos del Banco Central de Europa (BCE), del FMI y BM-BID –entes subrogados del Departamento del Tesoro y sus country managers, que fungen como presidentes, ministros de Hacienda o Economía, etcétera.
Ahí están los sicarios económicos y sus cómplices en los más altos puestos gubernamentales, encargados de las reformas estructurales: del ataque al salario, a los contratos colectivos y al patrimonio nacional, bajo impulso de cañonazos billonarios, o sea, empréstitos de sobornización, como los califica Joseph Stiglitz, porque conllevan jugosas comisiones en depósito bancario seguro y legal.
Según John Perkins, reclutado por la Agencia Nacional de Seguridad de Estados Unidos, quien operó desde una firma de inversión bostoniana dedicada a proyectos de ingeniería, al igual que nuestros semejantes en la mafia... concedemos favores. Éstos adoptan la apariencia de créditos destinados a desarrollar infraestructuras, centrales generadoras de elecricidad, carreteras, puertos, aeropuertos o parques industriales. Una de las condiciones de estos empréstitos es que los proyectos y la construcción deben correr a cargo de compañias de nuestro país. Y el resultado es que, en realidad, la mayor parte del dinero nunca sale de Estados Unidos. En esencia, sencillamente se transfiere desde los emporios bancarios de Washington a las constructoras de Nueva Yortk, Houston o San Francisco (Confesiones de un gánster económico, Barcelona, Urano, 2004, p.22).
Son ellos y sus cómplices en las cúpulas gubernamentales, encargados de la gestión de empréstitos del BM-BID, quienes, junto al resto de los invitados al FEM disertarán, con gran despliegue en los medios, sobre la gran transformación: desarrollar nuevos modelos. Como ya Klaus Schwab, fundador del FEM, admitió que el capitalismo es obsoleto se intentaría su transformación, como si fuera posible despojarlo de sus contradicciones inherentes, de su insostenibilidad social, bioatmosférica: en momentos en que se profundiza la crisis múltiple, con más desempleo crónico y polarización, con amagos de un acople recesivo –o depresivo– global. La historia muestra que son procesos usualmente seguidos de desacoples comerciales, monetarios y de la geopolitización de relaciones económicas esenciales, como el mercado petrolero.
La convocatoria usa el título del clásico (1944) de Karl Polanyi, La gran transformación (FCE, 1992) sobre el librecambismo, la desregulación y el desenfreno especulativo, en la génesis de la gran depresión y la Segunda Guerra Mundial.
En Davos se recurre al despliegue policial/militar, con 4 mil policías, ante la protesta in situ de cientos de indignados de Ocupa el FEM, instalado en medio de la nieve y el hielo que todavía existen en los Alpes.
¿Es eso y la insaciable codicia por más reformas estructurales o la alarmante nazificación del capitalismo (manifiesta en guerras de agresión por parte de una OTAN encabezada por Estados Unidos, en pos del magno botín petrolero de Irak, Libia e Irán), parte de la “gran transformación? ¿o es un estado de excepción global, la antesala de una conflagración terminal?
Las decisiones de unos pocos nos han llevado a la crisis de los últimos años” y ahora (esas) mismas personas se presentarán aquí como la solución a esos problemas, advirtió David Roth, presidente del ala joven del Partido Socialista Suizo. Lo dijo bajo una manta que rezaba: No dejes que decidan por tí, en referencia a los poco más de 2 mil 600 participantes en el Foro Económico Mundial (FEM), que desde ayer, como lo han hecho por 42 años, se reúnen en Davos, Suiza.
Acuden a los Alpes suizos encubridores, encargados de despojos y estafas bancario/financieras y administradores del pillaje de naciones enteras. En ese lujoso centro invernal, alejado del mundanal ruido, se refuerza la seguridad: ante los desmanes y la guerra de clase desatada por el capital, ya les alcanzó la protesta de los Ocupa el FEM.
Pero Davos ofrece a sus huéspedes discreta cercanía a la banca suiza, feroz opositora a la más leve medida que toque el secreto bancario de su heterogénea clientela; a decir de ex funcionarios del Banco Mundial (BM) ese hermetismo es ingrediente nodal de la gobernanza de la periferia capitalista.
A Davos acuden algunos personajes de la burguesía europea y de Estados Unidos, hoy como ayer, en relaciones de amor/ odio por mercados, moneda y recursos. La mayoría de asistentes son Ceos que operan desde bancos, firmas de inversión, grandes empresas, representantes del G-20, ideólogos, economistas de prestigio e importantes cargos del Banco Central de Europa (BCE), del FMI y BM-BID –entes subrogados del Departamento del Tesoro y sus country managers, que fungen como presidentes, ministros de Hacienda o Economía, etcétera.
Ahí están los sicarios económicos y sus cómplices en los más altos puestos gubernamentales, encargados de las reformas estructurales: del ataque al salario, a los contratos colectivos y al patrimonio nacional, bajo impulso de cañonazos billonarios, o sea, empréstitos de sobornización, como los califica Joseph Stiglitz, porque conllevan jugosas comisiones en depósito bancario seguro y legal.
Según John Perkins, reclutado por la Agencia Nacional de Seguridad de Estados Unidos, quien operó desde una firma de inversión bostoniana dedicada a proyectos de ingeniería, al igual que nuestros semejantes en la mafia... concedemos favores. Éstos adoptan la apariencia de créditos destinados a desarrollar infraestructuras, centrales generadoras de elecricidad, carreteras, puertos, aeropuertos o parques industriales. Una de las condiciones de estos empréstitos es que los proyectos y la construcción deben correr a cargo de compañias de nuestro país. Y el resultado es que, en realidad, la mayor parte del dinero nunca sale de Estados Unidos. En esencia, sencillamente se transfiere desde los emporios bancarios de Washington a las constructoras de Nueva Yortk, Houston o San Francisco (Confesiones de un gánster económico, Barcelona, Urano, 2004, p.22).
Son ellos y sus cómplices en las cúpulas gubernamentales, encargados de la gestión de empréstitos del BM-BID, quienes, junto al resto de los invitados al FEM disertarán, con gran despliegue en los medios, sobre la gran transformación: desarrollar nuevos modelos. Como ya Klaus Schwab, fundador del FEM, admitió que el capitalismo es obsoleto se intentaría su transformación, como si fuera posible despojarlo de sus contradicciones inherentes, de su insostenibilidad social, bioatmosférica: en momentos en que se profundiza la crisis múltiple, con más desempleo crónico y polarización, con amagos de un acople recesivo –o depresivo– global. La historia muestra que son procesos usualmente seguidos de desacoples comerciales, monetarios y de la geopolitización de relaciones económicas esenciales, como el mercado petrolero.
La convocatoria usa el título del clásico (1944) de Karl Polanyi, La gran transformación (FCE, 1992) sobre el librecambismo, la desregulación y el desenfreno especulativo, en la génesis de la gran depresión y la Segunda Guerra Mundial.
En Davos se recurre al despliegue policial/militar, con 4 mil policías, ante la protesta in situ de cientos de indignados de Ocupa el FEM, instalado en medio de la nieve y el hielo que todavía existen en los Alpes.
¿Es eso y la insaciable codicia por más reformas estructurales o la alarmante nazificación del capitalismo (manifiesta en guerras de agresión por parte de una OTAN encabezada por Estados Unidos, en pos del magno botín petrolero de Irak, Libia e Irán), parte de la “gran transformación? ¿o es un estado de excepción global, la antesala de una conflagración terminal?
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